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La parada de los monstruos

La parada de los monstruos

Entre cuernos de titanio y seres perforados hasta los ojos reina la mujer vampiro. Es la cumbre americana del 'tatoo'

IRMA CUESTA

Domingo, 8 de febrero 2015, 09:25

María José Cristerna era una abogada modosita y triste hasta que la enésima paliza de su marido la mandó al hospital enferma de rabia. Ese día, cogió a sus hijos -Samantha, Silvana, Guillermo e Ismael- y desapareció. Cuando volvieron a tener noticias suyas, la especialista en derecho penal por la Universidad Católica de México era otra; en concreto, una mujer vampiro.

La señora más modificada del mundo -el 96% de su piel está tatuada y el 45% ha sido pasto de los implantes- participa desde hace meses en una suerte de gira latinoamericana de lo que se ha dado en llamar 'arte corporal'; una disciplina que consiste, básicamente, en utilizar el cuerpo a modo de lienzo hasta dejarse irreconocible. En el caso de María José, los cuernos -hechos con implantes de titanio-, los dientes afilados y el muestrario de piercing en cejas, nariz y labios, la han convertido en la prueba viva de que uno no solo puede cambiar por dentro. «Mi transformación corporal ha consistido en llevar mi gusto al extremo de decir: bueno, la vida es muy corta y a veces la desperdiciamos; finalmente yo elijo la belleza y para mí es bonito estar así», dijo hace unos días en Caracas, donde con otros 400 tatuadores y tatuados ha participado en la 'Venezuela Expo Tatoo 2015', un evento que ha congregado a más de 100.000 personas empeñadas en demostrar que el gusto es caprichoso.

En esa suerte de elogio de la diferencia, María José no estuvo sola. Joaquín De Lima, ingeniero venezolano de 26 años, debe dejar estupefactos a los clientes cuando se les presenta en el despacho transmutado en un personaje de Avatar. Encantado con la idea de ser uno de los pocos latinoamericanos con la esclerótica (la parte blanca del ojo) de color negro, no parecen importarle los 4.300 dólares que le han costado los colmillos, los otros cientos de miles que ha tenido que desembolsar para que le tatúen medio cuerpo y le coloquen varios implantes en la frente, y mucho menos el riesgo a quedarse ciego del que alertan los médicos. Algo debieron decirle a Álex -al menos en casa- cuando, en su empeño por reinventarse, se cortó la lengua hasta dejarla estilo reptil.

Otro 'mutante' -eso sí, siempre en la misma línea creativa- es Kala Kaiwi, el hawaiano que atesora el récord mundial de estiramiento en los lóbulos de las orejas (109 centímetros) y que tampoco se ha privado de unos cuantos implantes y de una doble línea de cuernos, además de decenas de tatuajes que, en su caso, es lo que menos importa: el gesto podría interpretarse como un guiño a sus antepasados.

A buena parte de los mortales les podría parecer que Kala ha llegado a un nivel de locura inalcanzable sino fuera porque, revisando a las estrellas del simposio, uno se cura de asombro al toparse con Henry Damon, un venezolano de 37 años que ha mutado a Cráneo Rojo, el archienemigo del Capitán América. Al parecer, tras el correspondiente examen psiquiátrico, Henry ya se había procurado varios implantes subdérmicos en la frente antes de dar el paso definitivo y someterse a la operación de nariz que lo convertiría irremediablemente en el loco de Marvel. Pero lo mejor de todo es la alegría con la que sus amigos afrontan su viaje hacia este mundo imaginario. «Ha amado los cómics desde que era un niño; siempre soñó con ser Cráneo Rojo y ahora ha podido hacerlo. Es un excelente hijo, esposo y padre, que tiene un gusto extremo por la modificación del cuerpo», ha declarado su colega Pablo Hernández. Pero la pregunta es inevitable: ¿cómo podrá afectar a un niño que una buena mañana, al despertarse, se encuentre con que su padre se ha convertido en el líder de Hydra?

María José Cristerna, por ejemplo, encontró sin problema una solución para lo que a otros les habría supuesto años de terapia. «Para mis hijos esto es normal: si alguien les dice algo ofensivo, no se inmutan porque les he educado para ver más allá de la apariencia física», explica la mujer vampiro, que se presenta como parte de una minoría excelsa y refinada difícil de comprender.

Visto desde fuera, el verdadero problema parece estar en que, puestos a ello, uno no puede parar. Ahí está Henry, incapaz de dar por terminado su viaje y dispuesto a introducirse unas prótesis de silicona en los pómulos y avivar el rojo de la cara para convertirse en una versión mejorada del supervillano. Cuando lo haga, solo quedará esperar que no utilice el Cubo Cósmico para ninguna maldad...

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