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Terremoto Lozano

Terremoto Lozano

A colegas y excompañeros de UPyD no les ha sorprendido tanto su salto mortal al PSOE: «Era como de Podemos». Ella toma aire con el Pilates, de cañas con su novio ejecutivo o preparando algo en la Thermomix con su hijo veinteañero

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Domingo, 25 de octubre 2015, 10:56

Se dice mucho de Irene Lozano. Que es un parásito político. Que se ha buscado un pesebre confortable, el del PSOE de los ERE falsos. Que no hay mayor contradicción que ir en auxilio del partido que pretendía derribar, justo cuando el bipolarismo está en cuestión. Que primero tocó la puerta de Ciudadanos y le dieron en las narices. Que tiene a buena parte de la militancia y a muchos barones socialistas de los nervios a la espera de algún gesto. Que es una trepa con la empatía congelada. Se dice mucho.

  • Nueva etapa

El aterrizaje de la ya exdiputada de UPyD en el PSOE no ha dejado indiferente a nadie. La aguda periodista fue un fichaje personal de Rosa Díez, como ahora lo es de Pedro Sánchez, que ha logrado sumarla a su nuevo proyecto como independiente.

Quizás le haya movido el desafío, ir a la contra -considera Máximo Pradera, autor del libro 'Conversación con Irene Lozano', (Turpial, 2014)-. Me siento muy tranquilo con ella políticamente, podría ser presidenta del Gobierno perfectamente. Hace una semana tenía otros planes, no ha coqueteado con otros partidos. Es el ala izquierda de la formación magenta, hubiera sido mucho más incoherente que se hubiera movido a Ciudadanos. Sánchez la ha llamado. Es muy cálida, con sentido del humor. Ese gesto severo en el Congreso contrasta con su sonrisa. Le conmueve la injusticia y su debilidad es la ingenuidad, le pueden hacer 'un Garzón'.

¿Quién es Irene Lozano?

El exjuez de la Audiencia Nacional concurrió como número 2 por Madrid en las últimas elecciones generales ganadas por Felipe González, pero no lo nombró ministro y tuvieron sus diferencias sobre las medidas para encarar la corrupción. Aguantó nueve meses. La política más criticada y entrevistada esta semana en el país «soporta muchísimo la presión», asevera sin vacilar Lucía Méndez, excompañera de 'El Mundo', donde Lozano trabajó diez años.

Era como de Podemos. La izquierda de la izquierda. Tan atrevida en el comité de empresa, en las críticas contra Pedro J. Ramírez, como se le ha visto ahora con Rato. Si no eres valiente no le dices lo que no le ha dicho nadie. Para aguantar la vergüenza que está pasando hay que tener mucho cuajo y mucha ambición. Aunque en un exceso te puede pasar lo que le está sucediendo a Irene, que la están breando. Estos últimos meses la he visto derrumbada, el ambiente era muy tenebroso en UPyD. No sé si le va a ir bien en un partido grande como el PSOE, con el arranque tan aparatoso que ha tenido. Es una mujer de grandes pasiones, en lo personal y profesional. Y es dura, lo demostró en el periódico en su época de sindicalista.

Tentada por 'El Mundo' nada más acabar la carrera de Filología, pidió al subdirector del diario que la esperaran un año, que tenía que publicar un libro. Se quedaron estupefactos, pero les atraían tanto las cartas que enviaba desde cría que le guardaron una silla en la sección de Opinión junto a Lucía Méndez y la hoy diputada popular Cayetana Alvarez de Toledo, en las antípodas de Lozano pero con la misma firmeza a la hora de plantar a Rajoy. Firmó columnas y corrigió a algunas de las mejores plumas del país entre 1995 y 2005, cuando su lucha al frente del comité desembocó en despido y una indemnización de 25 millones de pesetas. Iba a reclamar 10, pero un jefe le sugirió que apostara más fuerte y ganó.

Entre comunistas

Pelea duro, rápido, desde bien pequeña. Hija de un astrólogo y una funcionaria del Ayuntamiento de Madrid que acabaron separados, se crio junto a su hermano en la urbanización Delta de Majadahonda, una cooperativa con gente de Standard Eléctrica y del Partido Comunista. Jugó libre en la calle y maduró en diferentes colegios públicos del barrio, alejada de catecismos. No la bautizaron. Su madre iba pronto a trabajar, así que con 7 años la arrancaba de la cama un áspero despertador, se colgaba la llave de casa al cuello, oculta en la ropa para no perderla, y salía hacia la escuela con su hermano.

Empezó a escribir relatos de adolescente, mientras sus amigas echaban el resto en las discotecas. Terminó estudiando Filología en la Complutense y Filosofía en la Universidad de Londres, siguiendo el consejo de un acertado profesor de literatura: en la facultad de Periodismo iba a olvidar lo poco que sabía. Se casó el último año de carrera y tuvo un hijo, deseado, a los 24. Se divorció, trabajó en 'El Mundo', 'Abc', 'El País', ha sido columnista de los periódicos regionales de Vocento, empezó a publicar en las revistas de pensamiento más interesantes del país, ganó el Premio Espasa de Ensayo por 'Lenguas en guerra'... Se disputaban su estilo pulcro y letal.

¿Cómo le sedujo la política?

Siempre me había interesado, pero nunca me había planteado dar el paso. Conocía a Fernando Savater y Rosa Díez me pidió que le editara un libro. Luego me ofreció ir en las listas de Madrid. Al principio dije que no. Estuve todo el verano dándole vueltas y al final me animé.

Hace nada decía que estaba de paso en la política, que añoraba el silencio de sus libros...

Ni siquiera he tenido tiempo para pensar si estoy de paso, lo que tengo claro es que no es para siempre. Este verano, de todas formas, ha sido un poco más tranquilo, he leído y viajado a Berlín con mi hijo, con quien me encanta hablar. Quería refrescar el alemán, que no domino. Pura cabezonería.

¿Es cabezona?

Soy constante, pero flexible.

Al otro lado del teléfono se palpa el placer con el que saborea y alarga cada calada mientras acaricia a la vieja 'Sidra', operada de un glaucoma. A su adorada labrador le cayó el nombre por los veraneos asturianos en Villaviciosa. Ahora prefiere Cabo de Palos. El Pilates al footing, arrinconado desde que ha vuelto al vicio del tabaco. Las cañas que tanto disfruta con su novio, ejecutivo de una multinacional, no las deja por nada.

¿Cuántas veces le han preguntado lo escasamente coherente que parece su viraje a un partido al que ha atizado sin parar?

Muchas, no me acuerdo cuántas entrevistas he hecho. Pero hay que recoger todo. En este último año he defendido reformas similares a las del equipo de Sánchez. Es un equipo nuevo que quiere cambiar cosas y lo dice Transparencia Internacional. Yo estaba buscando trabajo en la empresa privada cuando me llamó Pedro Sánchez para aportar mis propuestas en los temas de regeneración democrática y me parece que eso es continuar con mi trabajo parlamentario.

Durante estos últimos cuatro años no ha parado de sumar aristas a ese personaje público, mezcla de justiciera implacable y profesora didáctica, con hitos como Lozano contra Rato, bastante antes de las 'black' -«lo que usted ha conseguido, señor Rato, no es solo dinamitar Bankia, sino el sistema financiero español»-; o Lozano contra Morenés.

¿Quién le pone más de los dos?

Probablemente Morenés, se puso tan iracundo contra mí... Me mandó callar y me dio la razón. Rato supo escaparse.

Cuando cogió el caso de la excomandante Zaida Cantera, la militar que denunció acoso sexual y su agresor terminó en la cárcel, le guio su olfato. La militar, desesperada porque nadie le hacía caso, le mandó un correo al Congreso.

Quedamos para tomar un café y me dijo que ayudaría. La sociedad solo ha visto la última etapa, el libro, la intervención con Morenés, pero detrás hay dos años largos de trabajo. Irene es coherente, perfeccionista, muy cercana, muy sentida. Y no vamos en el mismo pack. A mí me llamó antes Pedro Sánchez para ir en las listas. El paso de Irene ha sido una sorpresa.

Dice su excompañera de UPyD Eva María Sánchez que en el partido la «quieren muerta». Lozano empezó a distanciarse de Rosa Díez, su mentora, cuando esta se negó a propiciar una alianza electoral con Ciudadanos tras el descalabro andaluz, el pasado marzo. Todo o nada. Dimitió de sus cargos y exigió sin éxito la renuncia de Díez y de la dirección de la formación, que se vio forzada a convocar un congreso extraordinario. Lo perdió Lozano y le cerraron todas las puertas. «Andrés Herzog prometió integrarla, pero no la ha llamado en todos estos meses. ¿Si a Messi lo echan del Barça se tiene que quedar en casa?».

En UPyD «no comentan nada» relacionado con ella. Aunque a Fernando Savater, uno de sus fundadores, nadie lo calla.

Hace años me pareció tan interesante lo que publicaba en 'Abc' que, junto a Javier Pradera, insistimos para que escribiera en 'El País'. A mí me ha tocado su amabilidad. Le tengo aprecio, simpatía, no tengo 'inquinidad'.

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