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Aleksandr Pichushkin,el maníaco que marcaba a sus víctimas en un tablero de ajedrez
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La Policía descubre once crímenes más de uno de los peores asesinos en serie de la Rusia contemporánea, que ya había confesado 48No hay un lugar tan adecuado en Moscú para matar como el Parque Bitsa. Este espacio natural se extiende al sur de la urbe sobre ... dieciocho vastos kilómetros de superficie y abunda en bosquecillos ideales para el delito más discreto. Aleksandr Pichushkin era plenamente consciente de la idoneidad del lugar porque lo eligió como escenario de la mayoría de sus 48 crímenes. Allí, en la fronda, sus víctimas perecían violentamente golpeadas con martillos, tuberías o botellas, sin el riesgo de testigos inesperados. Pero su historia acaba de dar un giro inesperado. Las autoridades rusas han descubierto que este psicópata, hoy entre rejas, también acabó con otras once personas en Bútovo Norte, un distrito capitalino aún más meridional.
La aparición de nuevos casos no supone únicamente un mero ajuste estadístico. El incremento convierte a este antiguo reponedor de supermercado en uno de los asesinos en serie más prolíficos de la Rusia contemporánea, superando en casos a Andréi Chikatilo, también conocido como el 'Carnicero de Rostov', al que se le adjudican 52 asaltos letales.
Pero no se trata del más prolífico, condición que retiene Mijail Propkov, alias el 'Hombre Lobo', que acabó con 82 vidas de mujeres y niñas entre 1992 y 2010 en el Lejano Oriente ruso. El 'true crime' goza de gran predicamento en la potencia eslava, tanto como el género bélico y la intriga política.
Una película que narrara las peripecias de 'El maniaco del martillo', tal y como es apodado nuestro protagonista, ha de partir de ciertos tópicos. El criminal, nacido en 1974 en la capital rusa, cuenta con una vida familiar desdichada. Fue abandonado por su padre a los diez meses y a los cuatro años una caída desde un columpio le produjo graves lesiones en la cabeza que afectaron al habla y la escritura.
El accidente también, al parecer, cambió su carácter y lo convirtió en un niño introvertido con accesos de violencia. Fue internado en un colegio para niños con necesidades especiales, pero su experiencia resultó nefasta porque sufrió 'bullyng'. Su abuelo lo sacó del colegio, lo adoptó e, incluso, consiguió apaciguarlo mediante largas partidas de ajedrez, un deporte en el que destacaba. Pero el monstruo ya se había manifestado. Su primer asesinato, recién cumplida la mayoría de edad, fue un rival por el amor de una joven y al que tiró por una ventana, tal y como ha confesado. Entonces, el hecho fue calificado de suicidio.
Aquel episodio no tuvo continuidad. Durante los siguientes cinco años, el psicópata se satisfizo con la comisión de abusos a niños. Volvió a matar aprovechando las ventajas de su parque favorito, allí donde jugaba con las negras y blancas. Algunos de los contrincantes acabaron derrotados y, además, salvajemente destrozados con botellas de vodka clavadas en la cabeza, otros fueron individuos sin hogar que deambulaban por el bosque y a los que ofreció charla y un trago. Una racha de furia homicida le impulsó a acabar con media docena de individuos en solo un mes. Los cuerpos eran abandonados en alcantarillas.
La suerte lo abandonó en 2006. Marina Moskaleva, compañera del maníaco, dejó en el contestador telefónico de su hijo un mensaje en el que explicaba que se había citado con Pichushkin. Tras la denuncia por su desaparición, la Policía lo arrestó y confesó sin ser conminado. Relató sus crímenes, explicó la satisfacción que le producía ensañarse con quienes caían en sus manos e, incluso, reveló su deseo de superar el número de crímenes llevados a cabo por Chikatilo. Al revisar su apartamento, los agentes descubrieron un tablero de ajedrez con la mayoría de sus escaques cubiertos con monedas pegadas. Cada casilla tapada implicaba una muerte.
El detenido fue juzgado un año después y condenado a cadena perpetua por 48 asesinatos y tres intentos de homicidio. No siguió el destino fatal de su ídolo porque, para entonces, Rusia había firmado una moratoria a la pena capital, iniciativa relacionada con la entrada en el Consejo de Europa y su adscripción a la Convención Europea de Derechos Humanos. El reo fue enviado a un penal de máxima seguridad del Ártico, el mismo en el que, el pasado año, pereció el opositor Alekséi Novalny.
El asesino llegó a asegurar en prisión que matar le provocaba una emoción tan intensa como el enamoramiento y, quizás, esta poética declaración prendó en el corazón de Natalya, una joven siberiana que tenía como extraña costumbre mantener correspondencia con convictos de crímenes.
Según reveló, ambos tenían el propósito de casarse y ser padres, aunque el hijo común creciera junto a otro progenitor. Ahora bien, para perpetuar su memoria, la muchacha se había tatuado el rostro de su amado sobre un tablero de ajedrez.
A lo largo de sus años de prisión, el convicto no ha manifestado ningún signo de arrepentimiento por las atrocidades. Al contrario, ha afirmado que habría seguido matando entre la espesura de Bitsa. Esa voluntad depredadora impulsó a los cuerpos de seguridad a seguir inquiriendo sobre su trayectoria delictiva y esa investigación ha culminado ahora con la autoinculpación.
Hay algo sorprendentemente siniestro en la manera de hacer de Pichushkin. La elección de Bútovo puede no ser casual para alguien seducido por el acto de dar muerte al prójimo. El espacio donde cometió sus crímenes recién descubiertos, fue también elegido por el régimen soviético para ejecutar y enterrar a más de 20.000 presos políticos. La realidad y la literatura, el crimen y la política, se entrecruzan en el país de Raskólnikov, el célebre asesino de ficción creado por el escritor Fiódor Dostoyevski.
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