Los glaciares españoles entran en vías de extinción

Durante la presentación del documento -CLIVAR-, que reúne los avances científicos más recientes y complementa las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) a nivel global, sus autores constataron algo de lo que los expertos en la materia llevan años alertando: la Península pierde hielo y nieve a cada año que pasa.

Concretamente, y además de los glaciares, preocupa el permafrost -el suelo permanentemente helado-, que está desapareciendo en Sierra Nevada y muestra «claros signos» de calentamiento en los Pirineos.

Estos cambios tienen consecuencia en distintos ámbitos. Por un lado, y quizá el más relevante, es el efecto directo en las reservas de agua que dependen del hielo de unas montañas donde la duración de la capa de nieve, y la acumulación de la misma, es cada vez menor.

Pero además, este calentamiento que afecta a las cotas más altas acelera fenómenos tales como los desprendimientos de rocas y avalanchas. «Esta situación supone un riesgo para montañeros y excursionistas en los macizos más altos y evidencia la necesidad de desarrollar directrices específicas para mitigar estos peligros», advirtió Elena Pita, responsable de la citada Oficina Española de Cambio Climático.

Junto a la nieve, el hielo es otra de las víctimas del incremento de las temperaturas medias durante el invierno y la falta de lluvias. Para los climatólogos, la información que contienen los espacios helados es muy valiosa, de ahí que los autores del citado informe también alerten de la desaparición de los archivos «paleoambientales almacenados en las cuevas de hielo de los Pirineos y los Picos de Europa». Estos contienen datos de los últimos milenios.

El estado de los glaciares y las reservas de nieve en nuestro país está en consonancia con lo que sucede en el resto del mundo. Expertos procedentes de todos los países siguen de cerca la evolución de estos ecosistemas porque constituyen el síntoma más evidente del cambio climático. Este año, precisamente, ha sido oficialmente declarado como el año de los glaciares y la autoridad meteorológica internacional da cuenta del estado global en el que se encuentran estas formaciones en un informe que hará público el próximo día 20.

El incremento de las temperaturas, tanto de la superficie terrestre como del mar, está detrás del cambio en el paisaje helado del país. El trabajo, que fue actualizado por última vez en 2019, revela que todas las aguas oceánicas que rodean España se están calentando a una velocidad un 67% superior a la media global, con una tasa de 0,25°C por década, frente al 0,15°C por década del resto de los océanos del planeta.

Hay excepciones, como la costa oeste y el norte de la Península Ibérica, y parte de Canarias, donde incluso la tendencia es a enfriarse. Pero el Mediterráneo sigue siendo el punto caliente para los expertos en clima de la ONU. «Es una de las regiones más afectadas por el cambio climático, ya que su ritmo de calentamiento es entre dos y tres veces superior al global desde la década de 1980. Este fenómeno está provocando un aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas, así como una mayor salinización de sus aguas superficiales», advirtieron los técnicos.

Como no podría ser de otra forma, insistieron en que un mar más cálido intensifica las precipitaciones extremas, especialmente en otoño, lo que «podría agravar el riesgo de episodios meteorológicos adversos», tales como lo sucedido el pasado mes de octubre en Valencia.

Por último, el efecto 'isla de calor' que se produce en las ciudades con el incremento de las temperaturas ha merecido capítulo aparte en el trabajo, que alerta de olas de calor más intensas, con impactos directos en la salud y la calidad de vida de los ciudadanos.

De estos últimos, entre los más graves se encuentra la sequía. Las últimas lluvias han dado un respiro a los embalses, pero la amenaza de la sequía en España es una realidad a tener en cuenta en el medio plazo.

El informe del estado del clima presentado ayer por el Miteco constata que en los últimos cinco años la Península Ibérica muestra una disminución sostenida de la humedad relativa. Este fenómeno, sumado a la evaporación oceánica, está acentuando los episodios de sequía y desertificación, particularmente en el sur de Europa.

En este contexto, «los estudios apuntan a una mayor aridez en amplias zonas del país, con una reducción progresiva de los recursos hídricos y una creciente exposición a eventos climáticos extremos. En paralelo, las proyecciones indican que la aridez y la severidad de la sequía en el sur de la Península Ibérica continuarán agravándose. La combinación de temperaturas más elevadas, una menor disponibilidad de agua y una mayor demanda evaporativa reforzará este proceso, aumentando la vulnerabilidad de los ecosistemas y de la actividad agrícola», concluye el trabajo.

El informe CLIVAR 2024 completo

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