I. OCHOA DE OLANO
Sábado, 12 de octubre 2019, 09:25
El 'sobreturismo', ese fenómeno que sufren algunos destinos vacacionales, que pasan de ser populares a estar tan abarrotados que resulta imposible disfrutar de ellos y menos aún conservarlos, ha llegado a Hanoi. De la misma manera que Indonesia ha decidido limitar el acceso a la isla de Komodo, y gravarlo sustancialmente, para preservar así el sosiego de sus famosos dragones, o que Tailandia ha prorrogado el cierre de Bahía Maya, famosa por la película 'The Beach', para reparar el daño ambiental causado por hordas de visitantes, Vietnam quiere la vía libre en su capital. Y la quiere en el sentido literal.
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Hasta hace relativamente poco tiempo, una inmersión en la megalópolis asiática pasaba por hacer cola en la plaza Ba Dinh, donde se encuentra el mausoleo de Ho Chi Minh, con su momia en perfecto estado de revista; perderse en las ruinas de la Ciudad Imperial de Thang Long, sede de muchas dinastías vietnamitas desde el siglo XI; y tomarse un delicioso café con huevo en su bullicioso centro histórico, más conocido como 'Old Quarter'. Sin embargo, en los últimos años, los 'selfistas-instagramers', ese ejército de oportunistas, a menudo, desaprensivos, que ve el mundo a través de las pantallas de sus móviles, ha hecho suya la conocida 'calle del tren', al norte de esa zona.
El ferrocarril atraviesa el casco antiguo de Hanoi, a la altura de la calle Le Duan, por la que circula a lo largo de 1.200 metros. Cuando la vía está libre, no hay ninguna otra diferencia con otro rincón cualquiera del barrio antiguo, y los vecinos hacen sus labores cotidianas a salvo de intrusos. Pero cuando se acerca la hora de que pase el tren -algo que ocurre dos veces al día, a las tres y media de la tarde, y a las siete y media- el callejón está atestado de visitantes. Todos quieren inmortalizarse sobre las traviesas. Unos tumbados en perpendicular, como si estuvieran dispuestos a poner fin a sus documentadas vidas; otros sobre una silla, en plan artístico; los más supeditados a la 'dictadura like', haciendo el pino puente y con el sombrero de bambú cónico bien encajado.
Para que la espera les resultara más cómoda y agradable, y a los lugareños, les reportara algún beneficio, los vecinos han multiplicado como hongos los tenderetes hosteleros, con microsillas y micromesas en el exiguo espacio que queda entre las vías y las fachadas de las viviendas. El despliegue, naturalmente, es de quita y pon. Cuando el maquinista de turno toca a lo lejos la bocina, hay que despejar por completo su camino. Así, mientras los turistas preparan sus móviles, los locales despejan las vías y proceden a pegarse a las fachadas de las casas para dejar paso a los vagones y no poner en riesgo su integridad física. Basta con estirar el brazo para tocar el ferrocarril.
Aunque en ese punto del trayecto los conductores reducen sensiblemente la velocidad, atravesar Le Duan se ha convertido en algo peligroso. Demasiadas personas en un espacio tan estrecho. El sábado pasado, el conductor Nguyen Huu Nam contaba al periódico 'Vietnam VN Express' cómo tocó el claxon cuando vio a una mujer tomando fotos cerca de las vías y cómo se vio obligado a accionar el freno al comprobar que no se movía. El tren se detuvo a pocos metros de ella.
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Alertado por el incidente, las autoridades de la capital han ordenado el cierre indefinido de las decenas de cafés ilegales surgidos al calor del tren, en un intento de rebajar el interés turístico del lugar. No quieren correr más riesgos. Para mañana, sábado, la vía debe quedar libre las 24 horas del día. «Esos negocios están violando algunas regulaciones», ha advertido Ha Van Sieu, vicepresidente de la Administración Nacional de Turismo de Vietnam.
Está por ver si la desaparición de los refrigerios disuade a los visitantes de acercarse a 'Train street'. La 'atracción' ocupa en la actualidad la segunda posición en la lista de TripAdvisor de los mejores lugares de interés y monumentos de Hanoi. Tanto es así que el 67% de los viajeros la ha votado como «excelente» y un 25%, como «muy buena».
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«Calle curiosa para dar un paseo y tomarse algo mientras se espera a que pase el tren. Impresiona bastante. La experiencia vale la pena, ¡pasa realmente cerca!», dejaba escrito un barcelonés hace tres días. «Un sitio donde va la gente a hacerse fotos para Instagram y tomar un café o un coco. No es raro que el mesero te diga que en 10 minutos tienes que recoger la silla y arrimarte a la pared», contaba un madrileño en junio. «Está muy bien la vivencia. El tren no pasa a toda velocidad y puedes esperarlo sentado tomando una cerveza... ¡Y es gratis!», promociona un argentino.
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