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A. P.
Lunes, 21 de octubre 2019, 10:37
De la aceituna, como del cerdo, se aprovecha todo. Aparte del aceite de oliva, el fruto presta un gran rendimiento en otras actividades. Los restos de hojas y ramas finas que posee la aceituna recién cosechada, que reciben el nombre de hojín, se ha utilizado tradicionalmente para dar de comer al ganado. Más recientemente se emplea para producir compost. Algunas almazaras se desprenden de él, pero otras lo venden a plantas de generación eléctrica que funcionan a partir de biomasa.
La pulpa que queda tras molturar la aceituna para fabricar aceite de oliva se usa para generar aceite de orujo. El alperujo se obtiene durante la molturación y centrifugado de la aceituna en el proceso de obtención del aceite de oliva. Se compone de una parte sólida, el orujo y otra líquida, el alpechín. Ambos elementos se pueden dedicar a la alimentación animal o para fabricar fertilizantes.
El orujillo se produce en las extractoras después de secar y extraer aceite de orujo graso. Está integrado por piel, hueso y pulpa, y dotado de un poder calorífico de 4.100 kcal/kg, lo que le confiere un elevado valor como combustible. Parte del orujillo generado en las extractoras se consume en la propia instalación para el secado del orujo.
El hueso es un combustible muy apropiado para alimentar las calderas comunitarias de las calefacciones. También puede usarse para elaborar cosméticos, como productos exfoliantes.
La madera del olivo es asimismo muy apreciada por los ebanistas. La irregularidad de sus vetas y los complejos dibujos que forman hacen que cada pieza sea única. Permite acabados muy lisos y ofrece un buen brillo natural.
El llamado oleoturismo se presenta como una opción con excelentes expectativas de desarrollo. Cuando las almazaras ya han terminado con la molienda de la aceituna, ¿por qué no ponerlas al servicio de curiosos y viajeros? Museos, restaurantes especializados, alojamientos rurales, cortijos, fiestas, degustaciones y catas de aceite conforman una oferta que se va abriendo paso poco a poco. Algunos empresarios están empeñados en dar a conocer rutas del olivo, al estilo de lo que se ha hecho con el vino. Y las hay no solo en Andalucía, sino también en Extremadura y Cataluña. Es un tipo de turismo inseparable del gastronómico.
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