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Los niños catalanes podrán seguir jugando en el patio de sus colegios sin necesidad de bajar la voz. Podrán botar el balón con toda su fuerza y chutar la pelota contra la pared sin miedo a que el ruido pueda molestar a los vecinos de las casas de la zona. La polémica hace tiempo que ha dividido a la comunidad educativa y a la ciudadanía en Cataluña y especialmente en Barcelona: ¿Se ha de limitar el ruido de los patios cuyas paredes tocan con viviendas habitadas?
En Barcelona, las quejas de algunos vecinos que viven junto a pistas de fútbol y baloncesto de los centros escolares, sobre todo los que están levantados en interiores de manzana, incluso habían conseguido precintar canchas deportivas. Este extremo ya no podrá ocurrir. El Parlament ha aprobado este miércoles por unanimidad (algo muy poco usual en una Cámara donde hay mucha fragmentación), blindar por ley los patios de los colegios. En concreto, la Cámara catalana, con el voto afirmativo de todos los grupos, ha aprobado cambiar la ley catalana de protección contra la contaminación acústica. De tal manera, que los patios de los colegios no tendrán que cumplir la norma sobre los umbrales máximos de ruido permitidos actualmente.
La exclusión permitirá superar los límites establecidos en la ley catalana contra la contaminación acústica, pero también los límites que establezcan otras normativas municipales. Este eximente para los patios será de 7 a 21 horas y para las canchas deportivas de 9 a 22 horas, por lo que estarán incluidas las actividades extraescolares, de los niños que se quedan a jugar a fútbol, baloncesto o vóley tras las clases en la escuela o el instituto.
Fue significativo el caso de los Salesianos de Rocafort, en Barcelona. Sus cerca de 700 alumnos se quedaron sin clases de educación física y sin extraescolares tras la decisión del Ayuntamiento de precintar sus pistas polideportivas. La denuncia de unos vecinos surtió efecto, al amparo de la ordenanza municipal de medio ambiente. El problema de esta normativa es que equipara el ruido que pueda hacer una cuadrilla de jóvenes tomando cervezas en una terraza con el chillido de los críos cuando fallan un penalti o cuando les atrapan en el pilla-pilla. El debate ha estado en la calle desde hace meses. ¿Debe la administración hacer excepciones con los centros educativos o la normativa del ruido es igual para todos y en cualquier circunstancia?
En el barrio de Gràcia de Barcelona, unos vecinos hartos del ruido llevaron el asunto a los tribunales, pero la justicia aún no ha resuelto. En este barrio, el Ayuntamiento barcelonés instó al centro escolar a tomar medidas para tratar de reducir el volumen, bajo la amenaza de ordenar el cese de la actividad. El problema de algunos de los centros que se han visto en el centro de la polémica no era tanto el ruido de los recreos, sino que en este caso, y como pasa en todos los órdenes de la vida, siempre hay alguien que intenta sacar tajada de la situación y hay colegios que realquilan sus instalaciones a clubes deportivos y es ahí, en la sobreexplotación de los recursos, cuando se genera el exceso.
El Parlament ha acabado dando la razón a los centros educativos y ha cambiado la normativa desde la tesis de que el ruido de una escuela no es como el de la calle.
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