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Cinco claves para entender la exitosa terapia CAR-T contra el cáncer

Estas células, diseñadas en un laboratorio como auténticos linfocitos megadestructores, se han convertido en pocos años en la gran esperanza frente a los tumores de la sangre

Domingo, 2 de marzo 2025

Media hora basta para convertir la muerte en vida. Ése es el tiempo que viene a durar el tratamiento con células CAR-T, unas siglas que resultan cada vez más familiares gracias a los buenos resultados cosechados por este nuevo tipo de terapia frente a los tumores hematológicos. Todavía no se curan todos. Puede decirse que, pese a su enorme desarrollo, éste es un tratamiento naciente, pero llamado a cambiar de arriba a abajo el pronóstico del cáncer. En poco más de veinte años, desde que comenzó a hablarse de él, se ha conseguido que logre sobrevivir un porcentaje «bastante elevado» de pacientes con enfermedades oncológicas de la sangre y un pronóstico de supervivencia fatal.

CAR-T son las siglas en inglés –prepárense que vienen palabros– de terapia de células T con receptores quiméricos de antígenos. Ahora toca explicarlo de manera sencilla... Tan revolucionario tratamiento ha vuelto a ser noticia en los últimos días al conocerse el caso de un policía municipal de Madrid que arrastraba un mieloma múltiple desde hace ocho años y medio.

Estaba desahuciado y ha sobrevivido gracias al impacto de la potente terapia que se le aplicó. Le transfundieron sus propios linfocitos después de que los hubieran reforzado en un laboratorio hasta convertirlos en auténticos megadestructores. Desde esta semana es ya el primer español que se libra del mieloma múltiple gracias a tan innovadora solución. ¿Qué es lo que tienen estas supercélulas para vencer a cánceres tan rebeldes? ¿Cómo lo hacen? Lo cuenta para EL CORREO uno de los principales clínicos e investigadores de España en este campo, el hematólogo e investigador Felipe Prósper, director de la Unidad de Terapias Avanzadas de la Clínica Universidad de Navarra (CUN).

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Extracción de sangre

Los linfocitos T son los más potentes glóbulos blancos, conforman la guardia pretoriana del sistema de defensas humano. Formados a partir de células madre de la médula ósea, viven en la sangre y tienen la misión de organizar una respuesta rápida y eficaz frente a las infecciones. Como luchadores biológicos carecen de competencia y su acción tiene la ventaja de que no se desvanece con el tiempo, sino que, al contrario, se mantiene. Son células con memoria, capaces de identificar un intruso y reconocerlo siempre que se encuentren con él.

La terapia CAR-T es el ejemplo «más paradigmático» de lo que se conoce ya como medicina personalizada de precisión. Consiste en algo aparentemente tan sencillo como obtener linfocitos T de la sangre del paciente y, en el laboratorio, introducir en ellos un receptor que se pegue a las células tumorales y active las alarmas del sistema inmune.

El primer paso del proceso consiste en obtener linfocitos T de la sangre del paciente. Para conseguirlo, el afectado es conectado a una máquina especial llamada de aféresis, diseñada para extraer células madre u otros componentes del torrente sanguíneo y separarlos. Lo que se hace en este caso es una leucoféresis, se buscan leucocitos T.

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Manipulación celular

Las células obtenidas se modifican en el laboratorio mediante ingeniería genética para reforzar su potencial defensivo. En un medio de cultivo se les pega a la membrana celular un vector llamado receptor quimérico de antígenos (por sus siglas en inglés, CAR), que les otorga superpoderes inmunitarios.

Es una proteína (receptor) diseñada para pegarse a una sustancia muy concreta del tumor. No vale cualquiera, tiene que ser una en concreto. Los científicos la llaman antígeno y tiene la peculiaridad de que se trata de una célula característica, definitoria; porque la carga se va a dirigir específicamente contra ella. Lógicamente, no se trata de destruir el sistema sanguíneo, sino sólamente las células cancerosas.

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El ejército celular se multiplica

Como lo que se busca es una acción determinante, que de un solo ataque del sistema inmune borre todo rastro del tumor, el siguiente paso en la terapia consiste en multiplicar las dimensiones de la tropa. Las células T convertidas ya en células CAR son depositadas en una incubadora, con un medio de cultivo específico, que las permite crecer y multiplicarse.

En seis o doce días estarán preparadas para su utilización terapéutica. Cuatro semanas después de la extracción de sangre al paciente, la terapia está ya lista para su administración.

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Infusión de las células T

Unos días antes de que las células T sean infundidas a la sangre del paciente, el afectado es sometido a uno o dos ciclos de una quimioterapia no muy potente. Depende de la situación en la que se encuentre el enfermo. El objetivo de este tratamiento es debilitar el tumor y reforzar aún más si cabe la capacidad de destrucción tumoral de la terapia CAR.

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Combate celular y remisión del cáncer

Las células de la CAR-T son como esos monstruos mecánicos que la película 'Avatar' denominó Plataforma de Movilidad Amplificada. El humano que la dirige desde dentro representaría el tamaño y potencial original del leucocito T y el enorme robot armado que copia sus movimientos sería la nueva célula CAR.

El cuerpo humano es capaz de destruir millones de células cancerígenas cada día. Sólo unas pocas escapan a su control, pero son las suficientes para dar origen al nacimiento de un cáncer. Los receptores de las CAR-T se pegan a los antígenos del tumor y lo destruyen del mismo modo en que una llave es capaz de abrir una cerradura concreta. Son como una auténtica mina: se pegan a la célula cancerígena, explotan y el cuerpo reabsorbe los restos.

De momento, la ciencia ha detectado siete dianas, siete antígenos tumorales capaces de revertir la situación de un paciente con una única sesión de terapia CART. Este sistema ha permitido vencer del 30% al 40% de los linfomas más rebeldes, a un número indeterminado de mielomas y otro menor de leucemias.

Frente a los tumores sólidos, como el cáncer de colon o el melanoma (piel), las células CAR no funcionan. Quedan dos obstáculos por salvar. El medioambiente que los rodea actúa aún como un escudo impenetrable y los científicos no han descubierto aún el punto flaco de ninguno de ellos, su antígeno, para dirigir los ataques. «Si utilizaramos cualquier célula del colon, reventaríamos los intestinos del paciente». De momento, inmunoterapia para unos y células CAR-T para otros resuelven la ecuación.

La terapia con linfocitos T reforzados tiene un solo problema, más allá de su limitada eficacia. El medicamento necesario para tratar a un sólo paciente cuesta entre 300.000 y 500.000 euros. «Son muy-muy-muy caros», valora de manera gráfica Felipe Prósper, director de Terapias Avanzadas de la CUN. De ahí que las condiciones de uso sean aún muy estrictas. Los sistemas de salud españoles no figuran entre los más exigentes, pero aún se sitúan por debajo de las necesidades de los pacientes, que tienden a crecer. El envejecimiento de la población tampoco se detiene.

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