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Ramón Muñiz
Gijón
Miércoles, 9 de abril 2025, 09:30
Quieren que «se sepa la verdad», que «no se cuenten mentiras». El lunes 31 de marzo una explosión en la planta tercera de la mina ... de Cerredo (Degaña) acabó con cinco de sus compañeros de turno. Desde entonces el recuerdo de aquellos minutos fatales vuelve, una y otra vez. Tienen la sensación de que podían haber sido ellos. De que algo falló y que lo que vieron puede ayudar a clarificarlo, a tomar medidas para que no vuelva a ocurrir. Por eso hablan. Los supervivientes de la tragedia están contando su versión de los hechos a sus allegados. El Comercio pudo hablar con esos familiares que les están ayudando a superar este trance y componer la cronología de lo sucedido. Hablan, quieren que se sepa, y la única condición que ponen es no reproducir aquí sus nombres.
«Entramos a la mina, como todos los días». Y como todos los días, nadie había ido por delante antes verificando que todo estaba bien. El grupo avanzaba por la planta tercera, distribuido en 'maniobras', esto es, conjunto de vagones y máquinas que las traccionan. Iban Radio, de 54 años, uno de los fallecidos, era el vigilante; el que decía cada mañana cómo se iban a distribuir los del turno de la mañana, con horario de ocho a tres de la tarde. «Él siempre estaba muy pendiente de las turbinas, nos decía que tuviéramos cuidado, que vigiláramos si se estropeaban. Si no estaban bien, la orden era no entrar. Nunca nos dejaba trabajar solos, nos cuidaba mucho».
En una ocasión una de esas turbinas, pilar central de la ventilación en Cerredo, se estropeó. «No volvimos a trabajar hasta que se puso una nueva turbina».
Aquella mañana el grupo que iba por detrás llevaba un oxímetro, «del tamaño de un teléfono móvil». Quien lo portaba lo encendió en el interior de la mina, una maniobra habitual. Expertos en seguridad minera consultados por este periódico explican que activarlo en el exterior lo deja expuesto a que el cambio de atmósfera, entre el exterior y el interior, afecte a la medición.
En cuanto el minero encendió el aparato empezó la alarma. La concentración de oxígeno en exterior es del 21% y ese aparato empieza a dar una señal luminosa intermitente cuando baja de ese umbral; si desciende del 19% la alarma es acústica, continua, a muy altos decibelios para que pueda hacerse oír incluso si alguien está con un martillo neumático. «Una bajada de oxígeno significa que hay otro gas que está desplazándolo y eso es muy peligroso. Por debajo de 19% hay que parar las labores y tener cuidado porque la ventilación no está barriendo bien», aclaran los expertos consultados.
Según los allegados de los supervivientes, ese oxímetro empezó a hacer un ruido «ensordecedor». «Estaba al 17%, es muy poco». Por debajo del 13% ese aire envenena la sangre y es imprescindible usar equipos de respiración artificial, anotan los especialistas. No tuvieron esa sensación quienes iban en el grupo de detrás, que veían el aparato, se alertaron, pero no notaron dificultad respiratoria.
«La alarma por falta de oxígeno empezó a pitar y paramos porque sabemos qué es lo que hay que hacer. Los de delante siguieron. No sé si es que no la escucharon o qué pasó. Ellos en teoría también llevaban dos aparatos de medición, cargados y comprobados antes de entrar, como todos». Uno de los que se rezagaron para salir quiso avisar al grupo de delante, dio una voz, pero no hubo tiempo a más. La explosión se desató cuando aún estaban en ruta hacia su lugar de trabajo.
La onda expansiva arrolló los cuerpos, abrasó las epidermis. Todo se hizo de noche y se llenó de polvo. Encendieron la lámpara para ver, salieron al exterior en búsqueda de socorro; con las pocas fuerzas que tenían avisaron a algún familiar para que no se inquietara por lo que iban a empezar a conocer. El resto es un carrusel de sirenas, médicos y hospital para los heridos, dolor de otro tipo para los ilesos.
Así sucedió, o al menos así lo vivieron algunos de los que estaban allí y pueden contarlo. ¿Qué hacían? «El trabajo en la planta tercera era el de sacar carbón, como en todas las minas. Picas carbón, posteas, metes madera para sujetar la mina y lo sacas. Lo que hacía la empresa con él, si lo vendía o no, ya es algo que sabrá ella».
¿Trabajaban en un 'chamizu'? Lo que han trasladado a sus allegados es que «una mina es una mina, oscura y sujetada por cuadros. Cerredo es como otra cualquiera. La ventilación era buena y al menos en el turno de mañana no habíamos tenido mareos antes».
El Servicio de Minas del Principado cuenta con funcionarios inspectores. Para optar a esta plaza de actuario se requiere una formación de Ingeniero Técnico de Minas (o graduado, ahora). No hay rotación:cada mina tiene un actuario asignado, lo que facilita que se especialice en la explotación, conozca sus recovecos y pueda notar los cambios. El que controla Cerredo es uno de los más veteranos del equipo. Las fuentes consultadas en el sector coinciden que «desde siempre» la autoridad avisa de cada inspección, para asegurarse de que esté presente el director facultativo. «De todas formas las evidencias de que estás sacando carbón de manera ilegal no es algo que puedas ocultar de un día a otro», matizan.
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