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¿Qué ha pasado hoy, 20 de abril, en Extremadura?
OPINIÓN

Una generación con diez figuras

SANTIAGO SÁNCHEZ TRAVER

Jueves, 1 de abril 2010, 02:13

EN los tiempos que corren, nada propicios para la lírica y complicados para la tauromaquia, en el que surgen enemigos de la Fiesta por doquier, resulta paradójico comprobar que ésta vive un momento excepcional. En especial, en cuanto a la calidad de los toreros que encabezan el escalafón en los últimos años. Puede decirse que ésta es una generación histórica, tan sólo comparable, en cuanto a la calidad dentro de la cantidad, o viceversa, a la de los años sesenta.

En la historia de la tauromaquia hubo siempre figuras que mandaron en una década, dúos en competencia sin igual -como el de Joselito y Belmonte- y en otras etapas resultó que la sombra de un torero eclipsaba la de todos los demás. Esto vino pasando en la década de los ochenta, con Espartaco, y en la de los noventa con Enrique Ponce y Joselito.

Todos echaban en falta un período glorioso en cuanto a número de figuras en competencia de cartel como el de los años sesenta. Años de fervor en la fiesta, de públicos mitificadores y toros pequeños, eso sí, pero con muchos toreros con la vitola de figura en los carteles. La composición de lo que los aficionados dan en llamar carteles rematados en las ferias, era sumamente sencilla: bastaba con juntar tres cualesquiera de aquellas figuras en infinitas combinaciones.

Y por aquello de las cifras redondas, voy a citar una lista de diez de aquellas figuras de los sesenta, lo que hoy día se llama un top ten del toreo, para que recordemos aquella generación. Antonio Ordóñez, Curro Romero, Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Paco Camino, Diego Puerta, Jaime Ostos, El Cordobés, El Viti, Manolo Vázquez. ¿Qué les parece? Y, tal vez, seguro, me dejo alguno que cualquier aficionado metería o cambiaría por estos citados.

Pues bien, en el momento actual también se produce el milagro de una competencia sin igual en los ruedos. Y como hay que mojarse, que para eso estamos, yo diría que el top ten actual de la torería, sin orden ni prelación entre ellos, lo compone una lista de figuras como ésta: José Tomás, El Juli, El Cid, Enrique Ponce, Morante de la Puebla, Miguel Ángel Perera, Daniel Luque, José María Manzanares, Alejandro Talavante y Sebastián Castella.

Tal vez algún aficionado no esté de acuerdo en todo con esta lista y cambiaría a alguno por otro de su preferencia, pero es una lista que en los últimos años he comentado con muchos críticos, y sin embargo amigos, y he comprobado que existe casi unanimidad. Aunque haya algunos que apuntan a entrar en ella, pero todavía no han hecho nada destacable en las plazas en que hay que destacar. O ni siquiera han hecho el paseíllo en ellas.

Y empieza la temporada con estas diez figuras en competencia. Tres son de Sevilla, dos de Madrid, dos levantinos, dos extremeños y un francés. Un curioso reparto que, posiblemente, nunca se haya dado en la historia del toreo. Nunca faltaron en la lista toreros sevillanos o madrileños. Siempre hubo levantinos. Pero la inclusión de dos toreros extremeños en lo alto del escalafón es lo que más sorprende.

Dos toreros distintos, cada uno en su estilo: el uno más recio, el otro con más pellizco. Con distinta clase de valor -habría que decir valentía para ser más exactos- aunque exponiendo en sus faenas como el que más Y con el sello de haber triunfado ya en todas las plazas importantes

Recuerdo con la misma nitidez la tarde en que vi debutar a Talavante en la Maestranza hace seis temporadas y aquella de junio, de un año atrás, en que salió triunfador con caballos en el coso pacense Miguel Ángel Perera, el de Puebla del Prior, poco después de debutar en Sevilla. Los dos parecían ya predestinados a ocupar una puesto importante en la historia actual y futura del toreo.

Bien es cierto que Extremadura está asociada, taurinamente, a un apellido y una saga como los Bienvenida. Pero sólo al padre de la dinastía, al Papa Negro, se le considera extremeño propiamente. Su hijo Manolo nació en Madrid, los otros en Sevilla o en Dos Hermanas y el gran Antonio en Caracas. Aunque, eso sí, hay que reconocer que llevaban el sello indiscutible del torero que mamaron en su cuna.

Después, décadas de vacío, apenas con el recuerdo a toreros como Juan Mora y Luis Reina, que mantuvieron la llama del toreo en una Extremadura que tiene toros, dehesas y tradición como la que más. Ahora hay un momento dulce, con chavales con sus capotillos aprendiendo en las escuelas, con dos modelos a seguir, dos ejemplos a imitar, que han llegado adonde sueñan todos: a ser figura.

La temporada está aquí y el toro en la plaza. Eso me recuerda el poema en castúo de Javier Feijoo, 'El toro bravo', una joya literaria taurina. Y ése, el toro que va a salir, no entiende de top ten ni cursilerías. El que se equivoque se cae de la lista. Pero de momento, en esta temporada y alguna más, tenemos competencia en el ruedo. Así que a apretarse los machos y al toro. Y que Dios reparta suerte.

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