M. Gª GARRIDO
Lunes, 10 de mayo 2010, 16:05
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El Pines Badajoz no olvidará el encuentro de ayer ante el Novás que permitió a los pacenses ascender a la División de Honor B, por primera vez en su historia. Fue el broche de oro a una temporada regular inmaculada. Pero el último peldaño para la rúbrica del sueño tuvo tintes épicos en grandes dosis.
Los visitantes estuvieron a punto de remontar un tanteador que los locales llegaron a dominar por nueve. No faltaron los nervios, la tensión, la intensidad, fases de juego trabado, incidentes y polémica arbitral. La Granadilla fue una caldera, donde los tambores de guerra se convirtieron en algo más que un símil bélico. Los cánticos fueron acompañados en todo momento por la percusión y los aficionados vivieron en primera persona un enfervorizado encuentro entre dos equipos entregados.
El Pines salió desde el minuto uno a no especular con el resultado y a resolver el envite por la vía rápida. Así lo atestiguaba un 4-1 de parcial. El Novás estuvo inoperante en ataque en los primeros compases al borde del pasivo, ante la incapacidad de encontrar espacios. Los extremos estuvieron demasiado estáticos y poco participativos , lastrando la ofensiva de los gallegos, pero con ello obligaron a los laterales pacenses a escorarse a las alas abriendo huecos para los pases interiores a los pivotes, que recibieron con más libertad. Los centrales del Pines estuvieron poco expeditivos, carentes de agresividad y contundencia. El Novás era previsible, pero efectivo, devolviendo un parcial de 4-2.
Pero un Darío Calahorra inconmensurable, con unos porcentajes de tiro que rozando la excelencia, sostenía a los de Antúnez en el marcador. Dio un recital, mostrando todo su repertorio de disparos desde media distancia. Se encargó de culminar las transiciones del Pines que hacían estragos en la defensa zonal de los gallegos. Los locales apenas cometieron errores en la primera mitad y Borja Presumido fue un seguro de vida bajo los palos.
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La ventaja local se movía en guarismos de seis goles de ventaja, llegando al descanso con 18-12. La segunda parte comenzó con Darío Calahorra engrosando sus estadísticas y con un Álvaro Polo irregular en la línea de los siete metros que dio vida al Novás.
Mediada la segunda parte, el choque se detuvo por el lanzamiento de un vaso que cayó desde la grada en la que se ubicaban los aficionados gallegos. Los operarios y jugadores se encargaron durante algunos minutos de secar la pista. Tras la reanudación, el Pines perdió concentración. Erraron dos ataques consecutivos, Hugo Garza y Rodríguez Fernández se enzarzaron en un pique dialéctico que motivó al pacense que se erigió en el líder del equipo, encarnando la casta, el sacrificio y el esfuerzo destilado por el club durante toda la fase de ascenso. El público reconoció su arrojo coreando su nombre.
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La falta de frescura en el ataque de los locales y un parcial de 6-0 que endosó el Novás, dieron emoción a los últimos instantes. Los visitantes materializaban cada ocasión en gol, entre las protestas del banquillo gallego que reclamaban que el reloj seguía corriendo cuando el juego estaba parado.
En el último minuto los gallegos anotaron y se pusieron a un gol del empate. Pero a 30 segundos, Álex Garza se echó el equipo a la espalda y en un alarde de fuerza y convicción anotó el 29-27 definitivo. El delirio se apoderó del pabellón que contuvo la respiración hasta el final. Las lágrimas y los abrazos se simultaneaban en las filas del conjunto de Antúnez, que ha hecho historia y cuyas aspiraciones no tienen techo.
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