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JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ
Viernes, 23 de julio 2010, 11:19
Le gustaba el inconformismo, pero no la experimentación gratuita, «porque sí». El experimentalismo lo consideraba un 'prejuicio' propio de quien intenta llamar la atención desde el primer momento, o del que intenta meterse en la ola de lo que se lleva.
Ubaldo Cantos Gil (Castro Urdiales, Cantabria, 1930) cursó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, becado por la Diputación de Santander y los concluyó con el Premio Nacional Fin de Carrera. Un año después, en 1960, ganó por oposición la Cátedra de Dibujo en el Instituto de Bachillerato 'El Brocense' de Cáceres, centro del que también fue director en una etapa, y profesor hasta su jubilación.
Verdadero maestro y formador de numerosos pintores y aspirantes al ingreso en las Facultades de Bellas Artes, compaginó la tarea docente con una incansable labor creativa que iba desde la escultura (es autor, entre otros, de los bustos de 'El Brocense', que preside el instituto del mismo nombre y del de Fernando Valhondo Calaff que luce en la entrada de la antigua Facultad de Filosofía y Letras) hasta el grabado, los retratos, el bodegón o el paisaje, apartado en el que destacan sus series de acuarelas (un prodigio de dominio y perfección) sobre su Castro Urdiales natal y rincones de La Vera, Hervás, Garrovillas de Alconétar, Cabezuela del Valle, Malpartida de Cáceres...
Considerado un 'clásico vivo' durante décadas, Ubaldo Cantos se confesaba poco partidario de la 'vida social' que supusiera distraerle del trabajo ante el caballete y sí un fervoroso seguidor del trabajo y la constancia. Para él el arte clásico se resumía en unas pocas palabras: belleza, equilibrio y sensibilidad.
Autor de una obra que le quitaban de las manos, en 1992 confesaba a este diario que no le importaba mucho la temática de sus obras. «Hago lo que me encargan. Y lo que me pagan. Yo no hago retratos si no me los pagan. No regalo nada. Y menos si no me los pagan bien, entre otras cosas porque un retrato es una gran responsabilidad y a mí me gusta hacer bien las cosas». Convencido de que la obra que únicamente llega a una minoría siempre es elitista, sostuvo que la suya fue una pintura para el pueblo y «una obra social» porque llenaba desde el más bajo hasta el más exigente.
Firme en su vocación: «los clásicos son todos los pintores que tienen solidez, un camino propio y lo continúan», declaraba en 1989, creía también que el artista no debe «romper con lo antiguo, sino con los tópicos, con las cosas que no tienen autenticidad». Fallecido en Cáceres el pasado día 21 de julio, los restos mortales de Ubaldo Cantos recibieron ayer sepultura en el cementerio de esta ciudad.
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