Ángel Luis Quintero, ayer en Villanueva de la Serena. :: FRAN HORRILLO
REGIONAL

«Las secuelas son más psicológicas que físicas»

Quintero asegura que el conductor del convoy no pudo hacer nada para evitar la colisión con el camión que se encontraba sobre la vía Ángel Luis Quintero Interventor del tren siniestrado

JUAN SORIANO

Miércoles, 8 de septiembre 2010, 20:46

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Ángel Luis Quintero nunca olvidará la fatídica jornada del 6 de septiembre. Realizaba su trabajo como interventor de Renfe en el servicio ferroviario que cubría el trayecto entre Cáceres y Mérida cuando, por razones que aún se desconocen, el tren chocó contra un camión que formaba parte de las obras del AVE. Debido al golpe, perdieron la vida el conductor del vehículo, Eduardo Durán, de 25 años de edad, y Olga Núñez, de 19 años, ambos residentes en Mérida. En su caso, sufrió varias contusiones, pero reconoce que las secuelas que tiene son «más psicológicas que físicas».

Un día después de lo ocurrido, Quintero narra con tranquilidad cómo vivió el accidente. Apenas ha sufrido heridas, pero se siente muy afectado por lo ocurrido. Especialmente por la forma en la que, según los primeros indicios, murió la joven, asfixiada bajo un montón de tierra. «Cuando vi a la muchacha, pensé que de llegar dos minutos antes podría haberse salvado; es algo que me va a marcar de por vida».

Según apunta, después de concluir su labor de intervención decidió sentarse junto a la cabina del conductor, el lugar que siempre escoge para pasar el viaje. Puede elegir entre cualquier asiento disponible, pero siente predilección por este emplazamiento. Al poco, recuerda que empezó a oír las exclamaciones del maquinista, quien trató de avisar al vehículo que se encontraba sobre la vía con varios bocinazos. Pero no pudo hacer nada para evitar la colisión con el camión que ocupaba el tendido.

Explica que un convoy ferroviario necesita más de un kilómetro de frenada para detener su marcha, por lo que resulta difícil evitar una colisión como la que se produjo el lunes a la altura de Carmonita. Aunque consiguiera reducir la velocidad, en ningún caso podría llegar a parar del todo.

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Quintero sufrió un fuerte golpe, varios zarandeos de un lado a otro del vagón y finalmente un frenazo en seco que le tiró contra la cabina. Al levantarse, sólo pudo ver la suciedad, el polvo y los daños materiales que había causado el accidente. También pudo escuchar los lamentos de los pasajeros, como los dos niños pequeños, de 3 y 7 años de edad, con los que unos minutos antes había conversado sobre la ilusión que les hacía realizar su primer viaje en tren.

A continuación actuó con total profesionalidad. Llamó al 112 y a los servicios de emergencia. Afirma que los minutos que pasaron hasta que llegaron las asistencias «se hicieron eternos», pero reconoce que primero fue necesario establecer con la mayor exactitud posible el lugar del accidente (que pudo estimar con bastante precisión) y después esperar la llegada de los profesionales sanitarios.

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Hasta entonces, pudo romper las ventanas y atender a algunos heridos. Pese a que se encontraba en su mismo vagón, no podía llegar al lugar en el que se encontraba la joven fallecida. Por eso no apreció la desgracia hasta que salió del tren. «Si hubiese llegado antes la muchacha podría seguir viva».

Él fue atendido en el Hospital de Mérida con varias contusiones, pero su estado no era grave y recibió el alta. Aún le duelen los brazos y tiene un fuerte golpe en la espinilla, pero no reviste mayor importancia. Lo peor está en su cabeza.

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Un suceso inolvidable

Ángel Luis Quintero empezó a trabajar en Renfe en el año 1983. Su primer destino fue en Cataluña, pero desde hace años vive en Villanueva de la Serena. En sus más de veinte años de experiencia como interventor ha vivido situaciones trágicas con resultado de muerte, pero se trataba de personas que se habían lanzado a las vías del tren para acabar con sus vidas. Nunca había afrontado una tragedia de tanta magnitud ni que le afectara de una forma tan directa como la ocurrida el lunes en el trayecto entre Cáceres y Mérida.

Aunque ayer tenía que trabajar, finalmente Quintero pudo tener el día libre y descansar en su domicilio de Villanueva de la Serena. También tenía servicio previsto para hoy, pero sus jefes le han dado unas horas más de tranquilidad. Como apunta, el trayecto en vehículo particular entre la localidad en la que reside y su lugar de trabajo, en Mérida, deja tiempo para dar demasiadas vueltas a lo ocurrido. «Hay que asimilarlo poco a poco».

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