PILAR ARMERO
Martes, 28 de septiembre 2010, 14:30
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Es una de las celebraciones religiosas con más arraigo en la ciudad del Jerte y durante toda esta semana convertirá, de nuevo, la céntrica calle Trujillo en un reguero de devotos con ganas de ver de cerca a Nuestra Señora de La Salud.
Se trata del Ramo dedicado a esta Virgen, que se celebró el domingo, dando luz verde de esta manera a ocho días de oficios religiosos en una hermosa capilla que a lo largo del año abre sus puertas muy puntualmente, a finales del mes de septiembre y los domingos para misa matinal, excepto durante el verano.
La cita es capaz, incluso, de movilizar a placentinos que viven en otras localidades y que no dudan en desplazarse alguno de estos días para constatar su devoción.
El ambiente en torno a la ermita, situada al final de la calle Trujillo, se deja notar desde el fin de semana. Antes, incluso, lo ha hecho el tamborilero que ha recorrido la ciudad anunciando con su flauta que la celebración estaba a punto de empezar.
Un pequeño tesoro local
En los accesos al templo se han colocado los dulceros, con sus cestas repletas de delicias artesanales. Toda una tradición que se mantiene fija y que a la vista está no ha perdido simpatizante, vecinos que no dudan en desplazarse hasta la ermita para comprar algunos de estos dulces. No falta la mesa de venta de papeletas para entrar a formar parte de la rifa de un cerdo, una de las actividades más típicas de esta cita del fervor popular; la recaudación será para el sostenimiento económico de la cofradía de Nuestra Señora de la Salud, que mantiene viva esta costumbre.
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Aparte de la devoción por la imagen -cantería del siglo XVI policromada en el XVIII-, la Salud es un lugar con encanto. De entrada, su ubicación, sobre la muralla, le confiere un especial atractivo. Una vez dentro, sorprende el barroquismo de su decoración dorada, su hermosa cúpula, los cuadros, algunos de los cuales se creen que pertenecieron a los jesuitas, el cantoral del XVIII encontrado en el año 2000 y restaurado en Yuste o la sacristía de los faroles que en sus orígenes dio albergue a peregrinos, entre otros atractivos.
Un pequeño tesoro resguardado entre muros que se levantaron hace tres siglos y que se ha venido cuidando con mimo por las autoridades municipales y religiosas, y que esta semana estará especialmente concurrido.
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