M. BARRADO TIMÓN
Jueves, 17 de febrero 2011, 10:38
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La revista 'El Casco' no tuvo una larga vida. Se publicaron de ella 25 números entre octubre de 2008 y diciembre de 2010. Tampoco tenía mucha tirada. Se imprimían unos 40 ejemplares que se vendían a 10 euros y, de ellos, la mitad se repartían entre los colaboradores de la publicación.
Una cierta vocación alternativa y la inclinación a la estética del cómic hizo minoritaria a esta publicación que exhibía -con la garra de una presentación colorista y el aderezo de materiales diversos como linóleos, cartulinas y bayetas- diversas propuestas creativas que se generan en nuestra comunidad.
De la trayectoria de esta publicación singular da cuenta una exposición que hoy día 17 se inaugura a las 19,30 horas en el Patio de Columnas de la Diputación Provincial de Badajoz.
El repaso a la pequeña historia de 'El Casco' servirá igualmente para presentar otras propuestas creativas y editoriales emprendidas por uno de sus artífices, Cisco Martínez, bajo la denominación de Aristas Martínez Ediciones.
Pequeños cuadritos enmarcados que se atienen al formato que tuvo 'El Casco' albergan los materiales publicados por esta revista en un repaso que otorga a las ilustraciones expuestas un matiz íntimo y nostálgico.
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'El Casco' germinó en el Casco Antiguo de Badajoz y tuvo al frente al artista gráfico, dibujante y pintor Cisco Martínez y a Sara Herculano, con los que colaboraron continuada o esporádicamente nombres como los del ilustrador Tebo, el escritor Francisco Javier Benítez, los dibujantes Fidel Martínez y Fermín Solís, el diseñador Luis Costillo y otros nombres relacionados con la actividad cinematográfica y teatral pacense como Juan Carlos Suárez o Javier Leoni.
Sus páginas estaban abiertas y los futuros colaboradores se ofrecían generalmente a partir de la presentación de cada uno de los números, que se llevaban a cabo en locales del barrio viejo de la capital pacense. La revista se vendió en los bares del centro, en alguna librería de Madrid y tuvo repercusión en varios locales de Barcelona.
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Cisco Martínez dice que, a raíz de una entrevista que les hicieron en Radio 3, librerías de Valencia y Lugo contactaron con ellos para pedir ejemplares y también hubo algunas ventas en Bilbao.
Sus responsables vivieron la contradicción de ser apreciados fuera de Badajoz y prácticamente ignorados en su propia ciudad. Eso y el hecho de que los dos principales artífices de la revista vayan a convertirse en padres próximamente les hizo pensar en ir cerrando este proyecto.
«No hemos visto que esto haya despertado interés» -lamenta Cisco Martínez, que recuerda que dieron a conocer su proyecto a políticos y a asociaciones que luchan por el casco viejo pacense e incluso celebraron una fiesta.
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Sienten que no tuvieron acogida entre los medios de comunicación ni las instituciones regionales, que son quienes canalizan la mayoría de las convocatorias culturales. Cisco narra cómo proyectos culturales como el suyo deben luchar habitualmente contra espectáculos que llegan subvencionados a la región y gozan de campañas publicitarias en los medios.
«Vas haciendo cosas, pero llega un momento en que te cansas de llamar a la prensa y a los políticos -explica-. También la gente es poco permeable. Aunque hubo una persona que se enteró de la revista por una cuña de internet y vino, y sin preguntar precio siquiera, se llevó todos los ejemplares que había en ese momento».
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A pesar de su atractivo visual, 'El Casco' resultó tener mucho texto y con él se trató de contar la historia cultural de Badajoz de los últimos 40 años «a través de personajes que no aparecen en ningún lado». En las portadas alternaban personajes ficticios con pacenses reales. «A Padilla, que es un dibujante argentino, le hicimos que llegase aquí al entierro de López Prudencio. Hablamos de Luis Alcoriza. Tratábamos de hacer un poco de arqueología cultural», dice Martínez.
¿Existen muchas dificultades en Badajoz para intentar una vía culturalmente alternativa? Cisco Martínez echa en falta una cierta «curiosidad» que piensa puede quizá ser atribuible al carácter. Y lamenta que la ciudad haya perdido pluralidad en cuestiones como locales donde sería posible exponer. «Hace poco vino el Coffee-Break y llegaron a darnos un curso unos tipos que llevaban tres años haciendo una cosa que nosotros llevamos haciendo diez o veinte. Ninguna de las instituciones que se acerca pregunta qué es lo que queremos».
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