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Ballesteros celebra una bola en el Open Británico de 1979. :: AP
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«¡La metí, la metí, la metí!»

Cinco 'grandes', cinco Mundiales 'Match Play', nueve presencias en la Ryder y más de 80 triunfos jalonan un historial superlativo Tres 'Jarras', dos 'Chaquetas' y un grito de guerra en St. Andrews marcan su vida

ANTXON DE LA VEGA

Domingo, 8 de mayo 2011, 02:42

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«¡La metí, la metí, la metí!». Este fue el grito de guerra de 'Seve' Ballesteros cuando embocó aquel maravilloso 'putt' para conquistar la segunda 'Jarra de Plata' en St. Andrews, la mítica cuna del golf. Ya nadie pudo volver a decir, con tono despectivo, que su victoria en el primer Open era, simplemente, la de un 'suertudo' que sacó la bola «de casualidad» del aparcamiento de Royal Lytham.

Se ha dicho tanto sobre la figura profesional de 'Seve' que volver sobre ello es reescribir lo ya escrito. Sus cinco 'Grandes' (tres 'Jarras' y dos 'Chaquetas'), sus cinco Mundiales Match-Play, sus nueve presencias en la Ryder Cup como jugador (cuatro ganadas) y la del 97 como capitán que también conquistó; sus dos Copas del Mundo conseguidas (76 y 77) y más de 80 triunfos por todo el mundo dejan bien claro que ha sido uno de los más grandes de toda la historia.

La última victoria de su carrera tuvo lugar en el Open de España de 1995, disputado en el Club de Campo de Madrid, el 21 de mayo de 1995. Un final de torneo histórico con Ballesteros a la cabeza, seguido de Ignacio Garrido y Pepín Rivero. Fue una primavera gloriosa para él porque también había consechado semanas antes un triunfo en el Torneo Perrier de París por parejas junto a José María Olazábal, su gran amigo que hoy llora desconsolado, como el resto del mundo que conoció al maestro de Pedreña.

Seve, como Ángel Nieto y quizá Manolo Santana, es uno de esos campeones por generación espontánea que dio el deporte español en tiempos de sequía. Cuando el genio de Pedreña levantaba trofeos, el golf era un deporte desconocido para el gran público patrio. No había campos, ni afición y apenas cuatro ricos tiraban bolas. Era un jugador básicamente europeo al que no seducía nada el circuito americano. Pese a todo rompió todas las reglas de la estadísticas al proclamarse ganador del Masters de Augusta de 1980, el primer europeo en la historia del torneo que conseguía tal hazaña, y repetir en 1983. Acalló así las voces de algunos medios de comunicación que, de forma despectiva, hablaban y escribían de «un joven aliado con el azar». «Sí, hablaban de la suerte al sacar la bola de un aparcamiento pero no comentaron que la dejé en el green y que metí 'putt' para birdie y ganar el torneo», se quejaba a veces Severiano.

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Maltratado por el 'swing'

Pero quizá el triunfo que siempre recordó con más cariño y el que más significó para él fue su segundo éxito sonado en St. Andrews con un brutal 'putt' que recorrió medio 'green' para ir a alojarse al fondo del agujero. Gritó y gritó con el puño cerrado mientras saltaba como un poseso a pie de obra. Ese gesto de rabia se convirtió en el símbolo de sus empresas y el que se tatuó en el brazo años después. «Para ver si me inspiraba a recuperar mi 'swing'», bromeaba siempre.

Fue número 1 del mundo durante 61 semanas consecutivas, del 27 de abril de 1986, justo cuatro semanas después de que se estableciera esta estadística mundial, al 13 de septiembre de 1989. Si el sistema de Ránking Mundial se hubiera establecido antes, sin duda Seve hubiera sido número 1 del mundo desde septiembre de 1982, donde hubiera empezado su reinado.

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