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ASO
Miércoles, 8 de junio 2011, 11:47
Bueno. ¡Listo! Llevároslo ya.». Con esas palabras decide el ganadero y rejoneador retirado Diego García de la Peña que el eral ha dejado ya clara su condición. De bravo en este caso. Se lo dice a la collera de Israel Alonso y Alberto Clemente. Han venido de Coria para el tentadero de machos a campo abierto en la finca 'Casas de Marco', del término de Malpartida de Plasencia. Una modalidad que hoy en día solo conservan algunos ganaderos. Como una reliquia del pasado.
Tradición campera pura que Diego García de la Peña mantiene en su casa después de varias generaciones. Y el garrochista y el amparador se llevan toreramente al novillo castaño. Éste les sigue encelado en los caballos que adornan el instante con el brillo del serpenteo de las crines de sus colas.
Lo hacen después de que el ganadero haya anotado en su libreta, además de otros variados detalles, hasta cuatro entradas al caballo que monta Antonio Prieto hijo. «De lo bien hecho que estaba, seguro que no fallaba», comenta éste acabada la tanda.
Se ha pasado la mañana citando y esperando la embestida de los erales con la vara de picar en la mano. Otra saga de varilargueros que se perpetúa. Su hermano Carlos disfruta hoy también sobre el caballo pero como amparador del ganadero y de su primogénito. Los dos picadores este año hacen la temporada con Juan Mora.
Cuatro han sido las veces que el eral ha acudido desde donde ordena el ganadero responsable de la tienta que lo dejen en suerte. Todas en arrancada clara desde lejos. Con buen tranco. Sin dudarlo. Buscando el peto, para meter los riñones y la cara. Sin cabeceos. Un espontáneo 'biennnn', surge de la corta concurrencia. «¡Qué bonito!», exclama Antonio Prieto padre. Y algún aplauso rompe en la soleada mañana la calma de la dehesa.
Son gente de la casa, íntimos, familiares y tres novilleros de la Escuela Taurina de Almendralejo que han llegado con su director, el maestro Luis Reina para tentar las hembras. Son Tomás Campo y Tomás Angulo, de Llerena; y Miguel Ángel Silva, de Zafra. Pero aún no es su turno. «La primera vaca que toreé, recuerda Reina, fue en 'Cruces', finca de la madre de Diego».
Por la mañana tocan los machos. La tarde es para las hembras. Y uno tras otro va cumpliéndose el ritual del tentadero a campo abierto. Los erales han subido primero el corredero arriba, de un kilómetro, arropados por los cabestros hasta la zona de salida. A contraquerencia y arreados por los jinetes. Después, la suelta de uno en uno, para llevarlos corridos a querencia. A puro galope. Y si es necesario, se les da palo.
Así bajan las suaves lomas despejadas hasta iniciarse el acoso por la collera. A la altura señalada. El garrochista por la derecha del astado. El amparador, a la izquierda. Atemperan el ritmo e inician el derribo con el golpe de garrocha en la penca del rabo.
Para conseguir la echada perfecta. La que le da una vuelta de campana sobre el lomo. Después, los jinetes traen al eral hasta el caballo. Y lo colocan en suerte. A contraquerencia. Para ser citado por el picador. Y demostrar su condición.
«No hay mejor plaza de tientas que ésta, porque después de hacerles correr 700 metros a toda castaña, una caída e ir cuatro veces al caballo, ves clara la fuerza, el galope y la fijeza que son tres cosas que necesita el toro, porque sin fuerza no hay espectáculo; tiene que tener fijeza para que embista; y el galope es fundamental para que las embestidas sean entregadas, que no vaya frenado», dice el ganadero, echando una mirada desde lo alto de su montura al amplio claro del corredero enmarcado por el encinar de la dehesa.
Diego García de la Peña es un ferviente defensor de esta modalidad de tienta. «Es la primera prueba que se hace y con la que han seleccionado todas las ganaderías en el campo», argumenta.
La clave está en extrapolar el comportamiento en la dehesa a la plaza, agrega. La diferencia con el tentadero en plaza cerrada, indica, es que «si el novillo es bueno, bueno, le pones todas las dificultades para diga que no es bueno, porque tiene todo el campo del mundo para huir o distraerse».
En la plaza de tientas, prosigue, hay ganaderos que dicen que no se mueva nadie y silencio, «pero yo soy partidario de que se hable, porque es darle al toro toda la ventaja ya que cuando esté en el ruedo, no puedes parar al de las coca-colas, ni callar al público».
«El tentadero en campo abierto es un banco de pruebas que te permite extrapolar del campo a la plaza la fuerza que tendrá el animal, como irá a la muleta según ves que se arranca al caballo, si lo puede hacer con tranco, cadencia y son, o si va al trote; si lleva la cara baja o no», matiza Diego García de la Peña.
El tentadero organizado tiene como fin seleccionar una novillada de la Escuela Taurina de Almendralejo para este verano. Y el primero del día ha sido una grata sorpresa. La tónica general no le ha defraudado. Han dado juego. Está satisfecho. El de hoy es corto. Son siete machos. A los que ha sumado, ya puestos, cuatro hembras.
«Esto es ya encaste propio, aunque la procedencia es Graciliano, mezclado con Jandilla, por línea de Carmen Borrego», explica el titular del hierro homónimo. Y habla de la dificultad del ganadero porque lo que seleccionas «son intenciones y eso... es dificilísimo».
De ahí la importancia de no perder detalle. De saber captar todo. Tampoco olvida el ganadero la liturgia del tentadero a campo abierto. Ya en el corredero, antes de empezar reúne a las colleras y al picador sobre sus monturas. Ante los asistentes, explica que irán a por las reses, por dónde vendrán, a qué altura se les derribará y la ubicación del picador, hasta donde deben ser puestas en suerte por los jinetes. Lo mismo se hará con las hembras, con la diferencia de que esto último la harán los novilleros con el capote.
Tras hacer votos por que todo transcurra sin percances, reza una oración en memoria de todos los ganaderos, toreros y aficionados. Para concluir hay vivas a la Virgen de Guadalupe, de la Piedad y del Puerto. Las patronas de Extremadura, de Almendralejo y Plasencia.
Almendralejo, por las raíces familiares de García de la Peña y por la presencia de Reina en la finca. Ha venido con tres de sus alumnos aventajados. Son novilleros sin picadores. A la espera de debutar la próxima temporada con caballos. «Estos son de la primera división, pero a este nivel tengo seis u ocho», dice ufano. De entre los más de 60 que hay en la Escuela Taurina de Almendralejo. Tomás Campo el domingo participa en el certamen de escuelas taurinas de Canal Sur.
Tanto para él como Miguel Ángel Silva y Tomás Angulo el tentadero de García de la Peña es algo muy especial. Es el primero que hacen a campo abierto. «Esto es un lujo, algo que hacen las figuras y un día para disfrutar», declara Campo. Miguel Ángel Silva confiesa que se ha saltado un examen. Estudia bachillerato. Sabe que en Extremadura esta modalidad de tentadero la hace también El Conde de la Corte. Y poco más. «Es algo que cae en desuso por el tema de la comodidad», añade.
Esperan con sus capotes la llegada de la primera novilla. «Aquí, el animal tiene más opciones de buscar su bravura y está en su hábitat», dice mirando el despejado horizonte del corredero como si viera ya la collera arreando la primera de la tarde. «Merece la pena venir desde Almendralejo hasta Plasencia y merecería también aunque estuviéramos que ir a la otra punta de España», tercia Tomás Angulo.
Entre tanto, los caballos galopan ya tras la vaquilla. Volteada en el derribo por Diego García de la Peña hijo con Alberto Clemente de amparador, la acercan para que los novilleros la pongan a la distancia requerida por el ganadero y que acuda al caballo. Tomás Campo corre en su busca. La cita. Ella responde y la da el sitio. De lejos, frente al caballo de Antonio Prieto. Así varias veces. Con todas. Flaqueen o no. Hasta que el ganadero dice la palabra mágica . '¡Lista...!.'
Y empieza el disfrute para los tres novilleros. El capote da paso a la muleta. Están bien. Se les ve maduros. Gozan del toreo en la naturaleza. Y las hembras acompañan. Dan todas buen juego. Están ya castigadas. Y lo acusan. Pero mientras haya un pase, hay alguien decidido a que no se pierda. Además de los novilleros, claro. Diego García de la Peña hijo, Javier Erice, el periodista de Canal Extremadura, muestran sus habilidades con la muleta.
Evaluado el ganado, una vez cumplido los protocolos del acoso y derribo y la suerte de ir al caballo cuantas veces estima el ganadero, la tarde se convierte en un buffet libre de toreo.
«La dejamos hasta que se agote porque es la manera de ver la fuerza; aquí es donde se ven esos toros que luego se rajan, porque si las hembras han resistido 200 muletazos, sus hijos también lo harán, así que aguanten todo lo que quieran», dice el ganadero. Tanto de los novilleros, como de los aficionados y de las propias reses de su hierro. En la soledad del campo. Acompañados por el encinar que se antoja un inmenso tendido que ve pasar, inmutable, otro tentadero más de machos a campo abierto. Como si el tiempo se hubiera parado. Al final de la primavera. Cuando el verde empieza a pardear y la hierba se agosta.
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