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GUILLERMO BRUNET
Sábado, 11 de junio 2011, 02:22
A Pedro Buenaventura Ugía (Sevilla, 1965) se le puede pedir la hora y puede que no te la dé. El actual director deportivo del Cacereño es uno de los más herméticos y celosos con su trabajo que ha conocido en las últimas décadas el fútbol extremeño. Pero su apuesta en noviembre pasado por José Luis Montes para el banquillo del Príncipe Felipe le ha reportado un crédito absoluto. «Él tiene la responsabilidad de elegir», recuerda constantemente Antonio Martínez Doblas, que se decantó por él hace ahora casi un año para sustituir a Ángel Marcos.
Porque si en algo es especialista Pedro Buenaventura es en fútbol. De hecho, se sacó el título nacional de entrenador en 1987, con tan solo 22 años, convirtiéndose así en el más joven en conseguirlo. Comenzó en 1984 entrenando en las categorías inferiores del Colspe sevillano para, tres años después, pasar a ser seleccionador del fútbol base en la Federación Andaluza. Su primera experiencia profesional la vivió en Tercera con el Mairena, y a partir de ahí, doce clubes entre el grupo IV de la Segunda B y la propia Tercera andaluza: Atlético Sanluqueño, Racing Portuense, Almería, Melilla, Xerez, Linense, Dos Hermanas, San Fernando, Jerez Industrial, Betis B, Alcalá y Écija. Precisamente en Écija, hace tres temporadas, le solicitaron que aceptase el cargo de secretario técnico, y desde entonces ahí sigue.
-¿Qué es más complicado: entrenar o fichar?
-Son dos ocupaciones muy distintas. La complicación del entrenador son los resultados; la del director deportivo es la gestión, la organización y la programación a medio plazo.
-¿Y cuál de las dos prefiere?
-Pues la que me toque realizar en ese momento. No tengo preferencia. En definitiva, yo vivo del fútbol.
-¿Por qué decide dar el salto del césped a los despachos?
-No lo decido yo. Es una propuesta que me hizo en su día el Écija. Yo era entonces el entrenador, pero me ofrecieron la posibilidad de ser el director deportivo y ahí es donde por primera vez desempeño este trabajo. Hice los cursos de la Federación Española de Fútbol para formarme más y desde entonces no he vuelto a los banquillos. Estuve en Écija dos años y medio y luego, de seguido, aquí en Cáceres.
-¿Se plantearía una oferta para volver entonces a los banquillos?
-A mí me gusta hablar de realidades, no de suposiciones. Y como no hay tal oferta.
-Pero trabajar de secretario técnico en un club de Segunda B en la actual tesitura económica es una profesión de alto riesgo.
-La verdad es que nuestra economía no está ahora tan desarrollada como en otras épocas, pero en esta profesión mía como en todas. Y no queda otra que adaptarse y apretarse el cinturón. Pasa en todo el país, así es que los que trabajamos en estas categorías no vamos a ser menos.
-¿Se puede hablar de proyecto en clubes de Segunda B?
-A largo plazo no. Imposible. A medio, yo creo que sí. Precisamente el trabajar con proyectos a medio plazo es una de las causas del éxito de equipos que están funcionando bien en estas categorías y que les ha servido o puede servirles para dar el salto a Segunda A.
-¿Cuál sería su modelo ideal para un club de estas categorías?
-Se tiene que basar, sobre todo, en tener los pies en el suelo. Es obligatorio diseñar un proyecto basado en un presupuesto real. Es decir, gastar en función de los ingresos. Luego, a nivel deportivo, hay que tener paciencia. Los equipos se hacen o a base de talonario o a base de paciencia. Y yo me decanto por esta segunda opción, porque por un presupuesto muy alto que tengas, es muy difícil conseguir el éxito en la primera temporada. Y luego también es muy importante tanto el apoyo institucional como el de las aficiones. Esta es una categoría marcada por la necesidad de que los organismos públicos te apoyen.
-¿Cuál es el equipo en el que mejor ha trabajado?
-Fíjate, he estado en quince clubes, así es que me resulta complicado quedarme con tan solo uno. Como entrenador, mis mejores logros estuvieron en el Melilla. Coincidió que juntamos un equipo competitivo e hicimos las cosas muy bien en los despachos. Y también estuve muy a gusto en el Écija. En nuestros dos primeros años nos quedamos a tan solo un gol del ascenso a Segunda A. No obstante, sería injusto olvidarme del resto, porque siempre he trabajado muy a gusto en todos, la verdad.
-¿Cómo es un día normal de junio en la vida de un director deportivo?
-Principalmente tengo que atender muchas llamadas y participar en muchas reuniones. Lo más importante es establecer una prioridad. Tienes que organizarte el día en ese sentido. A mí me gusta ser práctico: darle prioridad a las cosas más importantes y luego atender a las muchas personas que rodean al mundo del fútbol, que también forma parte de mi trabajo. Aunque vivo en Cáceres desde que llegué, mi día depende según la ciudad desde la que arranque. Mayo, junio y julio es cuando más kilómetros hago. Hay reuniones que tienen que ser en persona.
-¿Y sus vacaciones?
-Yo hace tiempo que no tengo vacaciones. Desgraciadamente las he tenido que tener cuando estaba en el paro, porque mientras estés trabajando en un club de fútbol, es difícil tener vacaciones.
-¿Recuerda como entra en su vida el Cacereño?
-Pues un día me llama Antonio Martínez Doblas y me propone la idea. Le pido que me dé un día para pensármelo y al día siguiente le contesto que sí. Se trabaja muy fácil con él porque es un hombre de empresa y está acostumbrado a comprender el día a día de las facetas que nosotros desarrollamos.
-¿Cuántas virtudes y cuántos defectos tiene este Cacereño?
-Los defectos no los voy a hacer públicos. Sería una desconsideración por mi parte. Tengo que pelear desde dentro para que desaparezcan. Y la mayor virtud es que somos un equipo que tenemos un amplio margen de crecimiento. Se ha partido desde abajo y tenemos un largo camino para poder mejorar.
-¿Por qué es tan hermético?
-En el ámbito personal no soy hermético. Todo lo contrario, me considero abierto y extrovertido. Pero sí es cierto que soy muy celoso de mi trabajo. Creo que hay que ser prudentes y dar la información cuando las cosas estén totalmente cerradas. En este sentido me gusta ser reservado, sí es verdad.
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