CELESTINO J. VINAGRE
Domingo, 9 de octubre 2011, 12:25
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Si pisas una serpiente, o la tocas, puede matarte su veneno, pero el veneno del calumniador es de otra clase, penetra por el oído de una persona, sin embargo, destruye a otra». La cita, un versículo sánscrito de la India colgada en su perfil de Facebook, es una de las favoritas de un discreto contable, de carácter ambivalente, muy amarrado a su pueblo que, hasta hace poco y lejos del ámbito de Mérida y el Festival, era un desconocido. Ya no lo es y ha dejado de coger el teléfono agobiado porque su nombre ha sido usado por el Gobierno regional del PP como ejemplo de una gestión pública sin transparencia y tan alegre en lo presupuestario que ha conducido a un déficit constante.
Concejal socialista en esta legislatura y en la anterior (forma parte de la comisión de Cultura del Ayuntamiento de Calamonte y de la comisión ejecutiva de la Universidad Popular), ha visto pasar desde la gerencia del Festival emeritense a tres consejeros de Cultura desde que el calamonteño Eugenio Álvarez, concejal ahora tras haber sido alcalde y exconsejero de la Junta, hablase bien de él a Francisco Muñoz en 2006 y este le contratase. Salguero, sin apenas trascendencia pública y con nula experiencia en la gestión contable de un 'monstruo' cultural, económico y social como es el Festival, llegó con un encargo: supervisar la salud financiera del Festival, uno de los principales referentes de Extremadura, tras el sexenio de Jorge Márquez (2000-2006) como director. Por entonces, ya empezaba a sonar la música de ahora respecto a la gerencia: opacidad y deuda, que algunas fuentes vinculadas al Patronato situaron en medio millón de euros.
Salguero aterrizó reservadamente, sin presentación pública, muy alejado del mundanal ruido que rodea al teatro, donde los directores y los actores se llevan los focos. Llegó para ser gerente, pero no para ejercer un mando férreo, «ni siquiera en las cuentas», indica un trabajador de la casa, porque «los políticos se dieron cuenta de la repercusión que tenía el Festival de Mérida y se pusieron a mandar en todo. Antes, el Festival iba más a su bola».
El gerente calamonteño mantuvo el puesto mientras la inestabilidad empezaba a asolar al Festival, que ha tenido cinco directores en los últimos cinco años (Jorge Márquez, Francisco Carrillo, Francisco Suárez, Blanca Portillo y el que se nombrará antes de acabar noviembre), con Antonio Pacheco como poderoso e influyente jefe de gabinete de Cultura desde 2007, en la etapa de Leonor Flores como consejera (Pacheco fue antes mano derecha de Manuel Amigo).
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Cinco también son los empleados fijos con los que cuenta ahora la institución que pone en marcha la gran cita teatral grecolatina, acostumbrada, en clave interna, a la guerra civil por conquistar sus cuotas de poder, algo que tuvo un nuevo capítulo en la etapa de Francisco Suárez como director. Salguero, un tipo serio y poco dado a alharacas sociales, que odia un micrófono tanto como la fotografía (es muy difícil encontrarlo de forma visible en las reuniones de los patronatos) empezó a ser conocido porque el Festival fue usado también como arma para el combate político.
El senador Paolo de Atalaya de Tena Guillén (PP), que actualmente simultanea el puesto con el de alcalde de Castuera, habló en la pasada legislatura de presuntas irregularidades económicas, enchufismo y falsificación de documento público, atacando a Suárez. Pero, al atacarlo a él, también señalaba indirectamente a Salguero.
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Ya no están en el gobierno de la cosa pública ni Suárez, ni Leonor Flores, ni su sustituta, Manuela Holgado, ni Antonio Pacheco, pero el responsable de la contabilidad del Festival es el mismo. Al menos, hasta la reunión del Consejo Rector del Patronato del Festival de Mérida. La exconsejera Holgado tiene claro que Salguero es una especie de pieza política a cobrar asociada a la idea de que «alguien ha metido la mano en el Festival» para su enriquecimiento directo o indirecto.
Fue Holgado quien, en noviembre pasado, le encargó asumir la gerencia de la Orquesta de Extremadura (OEx) en una muestra, dijo, de austeridad. Casualidades o no, el Festival y la OEx han estado en el disparadero público. Al parecer, el contrato de Salguero al frente del Festival expiró en junio y sigue hasta noviembre su vinculación laboral con la OEx aunque haya presentado su dimisión. Parece claro, sin embargo, que el nombre de este contable al que se le piden las cuentas no dejará de sonar un tiempo porque ha perdido definitivamente el anonimato.
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