
GUILLERMO BRUNET
Domingo, 6 de noviembre 2011, 11:21
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Juan Marrero Roig (Quart de Poblet, 1968), ahora técnico del Arroyo, volverá a encontrarse este mediodía con el Mérida, equipo en el que militó tres temporadas y del que llegó a ser incluso su capitán. A él llegó con tan solo 20 años. Un niño, vamos.
- ¿Cómo recuerda su infancia?
- Pues por suerte la recuerdo feliz. Y rodeado de ambiente militar. De hecho, nací en un hospital militar.
- ¿Y dónde empieza a jugar?
- Empiezo a jugar en Valencia, en la ciudad fallera, en el Benicalap, con nueve años. Tenía que ir solo en el trenet, que es una especie de tranvía allí. Jugábamos en el cauce del río Turia. Nos duchábamos allí incluso en pleno invierno, y sin ningún constipado. Mi padre intentaba acompañarme alguna vez a ver algún partido. Pero lo normal era ir solo. Antes los padres no acompañaban tanto. Era otra vida, otras condiciones. Decirle ahora a un niño que haga él solo diez kilómetros para ir a entrenar es imposible.
-¿Y cuándo llega el Mérida?
-Después de estar dos años en Xátiva en Segunda B, un directivo del Olímpic le comenta a (Pepe) Fouto que hay un central de 19 años que anda muy bien. Y Fouto, que en aquella época era el que hacía los equipos, decidió ficharme. Me vine en zig-zag, porque la carretera de Valencia a Mérida era muy complicada en aquella época. Llegué y estaba Martín Doblado, a quien luego sustituyó José Enrique Díaz, que nos cogió en enero y hicimos 28 puntos de los 30 últimos. Con Toribio, Blázquez, Parra, Javi López, Pariente, Botella. era un equipazo. Luego, en el playoff, ganamos todos los partidos menos el del Mini Estadi. Podríamos haber no ascendido a Segunda A con diez puntos de doce en juego.
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-¿Cómo recuerda el partido de Pamplona?
-La charla de José Enrique (Díaz) fue muy importante. Nadie tenía la confianza de que el Barça B pinchara en su casa. Había muy poco seguimiento de los medios de comunicación por entonces. Fue un partido muy complicado, con bastantes ocasiones para ellos. Pero entonces marcó Ricardo el penalti en el tiempo de descuento y. ya sabe.
-¿Qué sabe de Ricardo?
-La distancia y el tiempo hacen que te olvides y te distancies un poco. Pero cada vez que nos vemos. Había una buena conexión aquella época. Con Parra tengo contacto todas las semanas, con Pariente más o menos, Javi López sé que es entrenador.
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-¿Qué tal defensa era?
-Yo era un central contundente, técnicamente normal. En aquella época, por desgracia, había muchos entrenadores que utilizaban marcaje individual, y eso te condicionaba mucho tanto técnica como tácticamente. Pero a partir de Segunda A, con la defensa en zona, basculando, con coberturas, mejoras mucho porque tienes más trato con el balón. Pero al principio, me caracterizaba por mis condiciones físicas, que eran tremendas: era rápido, saltaba mucho. Pero el fútbol de antes no era fácil, sobre todo para un defensa central.
-¿Era como Guardiola, que ya siendo jugador sabía que quería entrenar?
-Yo creo que nadie sabe eso, porque en tu futuro, por mucho que lo planifiques, hay muchas variables que pueden condicionarte. Sí es verdad que yo amo el fútbol y quería estar ligado a él una vez me retirara, pero del querer al poder es muy complicado. Tiene que aparecer alguien que te dé una oportunidad, saber dejar el fútbol a tiempo y coger el tren adecuado, y aún así es muy difícil meterse en la rueda porque en el fútbol somos muchos y todos queremos estar.
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-¿Cuándo decide ser entrenador?
-Después de mi último año en Cáceres, decido no seguir, a pesar de que creo que estaba en un momento de forma magnífico, con 32 años. El descenso del equipo, el primero en mi carrera, me marcó bastante. Ver ahí a una afición triste me empujó a dejarlo. Y luego apareció la figura de José Antonio Calvo, que me ofreció el proyecto del Imperio, que estaba en horas bajas, en Preferente y con dos jugadores solo en la plantilla. Tuve que ir por los parques de Mérida recogiendo jugadores. Y fíjate, luego ascendimos a Tercera con 27 partidos sin perder seguidos.
-¿Lo mejor y lo peor de su etapa Mérida?
-Lo mejor, sin duda, la afición. Esa cola de coches desde Cáceres a Mérida cuando ascendimos a Segunda fue impresionante. Mérida tiene una afición con una calidad tremenda, que está aguantando golpes muy duro y está ahí. Y cuando aparezca un proyecto que le atraiga más o esté en zonas más altas de la clasificación, volverá. Y lo peor fue cuando me marché. Creo que hice una gran temporada el último año en Segunda A. Yo aquí estaba muy a gusto.
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-¿Le gustaría entrenar algún día al Mérida?
-En el fútbol nunca puedes decir que no, y más en una ciudad en la que vives. Yo, aunque haya estado ocho años en el Imperio, con mucho honor y mucho orgullo, no veo esa batalla entre Mérida e Imperio. Por haber estado en el Imperio no sé por qué no puedo entrenar al Mérida. Lo veo una tontería. Creo que esos dos proyectos tenían que estar, y además, en lo más alto, porque la afición del Mérida se merece que haya proyectos ilusionantes. Yo no descarto nada.
-¿Por qué se enquistó la relación con el Mérida cuando comenzó a dirigir al Imperio?
-Se enquistó porque aquí cada uno defiende lo suyo. Yo siento en el corazón al Imperio al igual que siento en el corazón al Mérida. Hubo un momento de tensión inexplicable, donde no se plasmó la caballerosidad del Mérida, que plasmó otras cosas. Era como querer matarse uno a otro. Y eso es negativo. Estos dos proyectos eran totalmente compatibles. Y creo que se hubiera fortalecido el fútbol en Mérida.
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-¿De quién fue la culpa?
-De todos. Aunque a lo mejor alguno no aceptó que el Imperio pudiera estar tan arriba. Fue una ocasión histórica para armar un gran proyecto del fútbol emeritense.
-¿Por qué el Marrero entrenador transmite seguridad?
-(Risas) No lo sé. Soy muy raro. Quizá sea demasiado vehemente, bastante fiel a mis principios. Yo estoy muy seguro de mi forma de entrenar, aunque a veces lo haga bien y otras mal. También he tenido momentos malos, como el año pasado en el Extremadura. Ahí queda la duda de qué hubiera pasado si hubiese seguido hasta el final. Quién sabe, a lo mejor esa decisión de echarme me vino hasta bien, porque me hicieron bueno. Pero hay que ir a muerte con tus ideas, hay que estar seguros. No se puede estar cambiando siempre.
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-¿Es rencoroso? Lo digo por lo de Almendralejo.
-No, no, qué va. Al contrario. Me involucro demasiado en los proyectos. Meto corazón y eso no lo debo hacer, pero me puede. El compromiso es siempre cien por cien. Y me duele mucho que un proyecto no vaya bien. Pero nada de rencor. Creo que soy buena gente y ahí están los futbolistas para decirlo. Siempre existe un tanto por ciento que no quieren amistad contigo, pero a mi me une una buena amistad con el 90% de los jugadores que he tenido.
-¿Se esperaba, de verdad, este arranque?
-Quizá ganar diez de diez, no, porque es complicado. No lo ha hecho nadie, hemos hecho historia. Pero viéndoles cómo estaban trabajando desde el día 14 de julio, yo sabía que íbamos a empezar muy bien, a pesar de los partidos complicados que nos venían.
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-¿Es la mejor plantilla que le han dado nunca?
-Yo siempre me quedo con la que tengo. Ya lo dije en mi segundo año en el Imperio, cuando eran todos jovencitos de Mérida. Dije entonces que era la mejor. No puedes minusvalorar a una u otra. Pero esto no es como empieza sino como acaba. Igual quedas el sexto y es una gran temporada por los condicionantes o igual entras en playoff y es una mala temporada porque debieras haber quedado más arriba. Mi idea es que cada año, para mí, tengo la mejor plantilla. Y los tengo que defender a muerte.
-Pero algún defecto tendrá su equipo.
-Muchos. El Arroyo está por hacer. Tiene muchos puntos débiles.
-Pues menos mal...
-Sí, sí. Estamos arrastrando, por ejemplo, unas lesiones terroríficas. Pablo Valencia, Carlos, Ruby, Nauzet, Juanma Morán, Tiago. Lo que pasa es que hemos tenido la suerte de que los que tenían un papel secundario como Boro, Ramos o Palomino están haciéndolo genial. Pero tenemos que parar ya esto porque tanto hueso y hombro no es normal en el fútbol. El equipo lo está notando en demasía.
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-¿Eso es el césped artificial o mala suerte?
-A veces es porque existe mucho contacto en los partidos (son cosas del fútbol) y a veces por cuestión de suerte. Algún día vendrán bien dadas. Es lo que espero. No por el rendimiento deportivo, sino por la salud de mis jugadores. Ver a esos jugadores en el dique seco y algunos con lágrimas en los ojos no me gusta porque meto mucho corazón en mis jugadores y cuando ellos se lesionan, yo también.
-¿Qué jugador de los que ha entrenado le ha dejado huella?
-Ha habido varios, pero yo he tenido a un jugador que era mi prolongación, que era magnífico, extraordinario. Se trata de Macías, que no ha jugado en Segunda A por circunstancias que tiene la vida. Tenerlo ha sido un lujo. Pero también ha habido jugadores excelentes como Pedro José, Sabino.
-¿Qué fútbol propone usted?
-A mi me gusta el 4-4-2. Me gusta el volver a los extremos bien abiertos que jueguen el uno contra uno, que el doble pivote sea ofensivo, que se juegue con dos puntas de verdad, que se arriesgue, que se presione arriba, que no metamos el culo atrás, combinar rápido, meter un buen ritmo de juego. Esa es la idea, luego ya está el si sale o no. Por ejemplo, en Hernán Cortés, la semana pasada, no pude aplicar eso, porque era un campo pequeño, había muchos jugadores amontonados. Pero la idea es esa.
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