FRANCISCO APAOLAZA
Miércoles, 22 de febrero 2012, 01:02
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Para el grueso de los españoles, Laponia era un sitio muy lejano, muy frío y muy al norte que se relacionaba con las auroras boreales, Papá Noel y con aquella serie de dibujos animados que contaba las aventuras de Noeli, una niña vestida con un capirote rojo en la cabeza. Así era hasta el lunes, cuando el presidente de la comisión de Economía de la CEOE, José Luis Feito, agitó la idílica imagen de Laponia con una propuesta que ha dejado a muchos fríos no, helados. Que un parado rechace un trabajo debería significar la pérdida del subsidio ya que tendría que aceptar la oferta sí o sí, «como si es en Laponia», subrayó Feito. Sus declaraciones han sido calificadas de «socialmente repugnantes» por el secretario de Acción Sindical de UGT, Toni Ferrer.
En Rovaniemi (Finlandia) prevén para el jueves temperaturas de quince grados bajo cero, pero hace más frío en la cola del paro en la que esperan 5,3 millones de españoles. Esos son los que aguardan a que suene el teléfono y la flauta con un trabajo nuevo, seguramente con uno más propio de nuestras latitudes que la de criar renos, conducir trineos tirados por huskies, pescar el salvelino ártico o cazar osos polares, que es a lo que se dedica buena parte del pueblo lapón.
La CEOE trata de cerrar el frente abierto por Feito. Pero como una huella en la nieve, la pregunta se ha quedado incrustada en el imaginario social. ¿Debe un parado aceptar cualquier curro en cualquier ciudad para dejar de serlo? En Escandinavia, según el representante de la patronal, hay ofertas que no se pueden rechazar.
¿Qué ocurre en España? Actualmente, los parados ya están obligados a quedarse con lo que haya y si rechazan un empleo son sancionados con menos meses de subsidio y hasta con el cese del mismo si acumulan tres 'noes' consecutivos, aunque se trate de una plaza de camarero ofrecida a un ingeniero de caminos. Lo mismo ocurre con los cursos de formación y otras actividades de reciclaje que el Inem les proponga. Si no asisten, multa.
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Pero a Feito le parece poco y va más allá cuando asegura que el 80% de los empleos que se rechazan son en la misma ciudad en la que vive el solicitante, con lo que insinúa que el parado no quiere ni cambiar de barrio. Desde el Ministerio de Trabajo aseguran que este porcentaje ni es erróneo ni acertado. Sencillamente no existe y responde más bien a un intento de la patronal por forzar un debate acerca de la movilidad del trabajador. La ministra de Fomento, Ana Pastor, ha declarado que esta medida no se encuentra entre los planes del Gobierno.
¿Fueron las declaraciones de Feito una salida de tono? Ayer dejó claro que no. El directivo de la CEOE ratificó que Laponia es «un sitio muy bonito con trabajos intensos de temporada». Para Luis Fernández, 46 años, trabajador de la construcción, cualquier sitio sería hoy mejor que su casa, por mal tiempo que haga. Es el presidente de la Asociación de Parados de España (Adesorg.com), que engloba a 19.000 asociados por todo el país, y vive en su piso de Madrid con su pareja (limpiadora en paro), su hija (limpiadora, también en paro) y una nieta. «Desgraciadamente no he tenido oportunidad de rechazar nada», asegura Fernández, que en estos tres últimos años ha recibido una sola llamada para un curso de escaparatismo. «Éramos 300 candidatos para trece plazas. Hice el examen y nunca me llamaron. Llevo dos años pidiendo un curso de conductor de ambulancia, pero tampoco me han llamado». Fernández se muestra «absolutamente indignado» con las palabras de Feito toda vez que lleva esperando más de mil días a una oferta de trabajo.
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Que cada vez más españoles tienen que buscarse la vida fuera de su ciudad es un hecho al margen del exotismo geográfico de las declaraciones de los líderes patronales. Los datos son claros: por primera vez en diez años, de España se ha largado más gente de la que ha entrado (507.000 frente a 417.000). Según el Instituto Nacional de Estadística, la diferencia irá a más en la próxima década.
En tiempos de vacas gordas, los que cruzaban las fronteras en busca de sueldos eran muy pocos. Hoy en día, el sentido de los movimientos laborales ha cambiado: más de 300.000 españoles han hecho la mochila en busca de trabajo según datos de Adecco. Suelen ser jóvenes sin familia a su cargo y cualificados. Dos de cada tres españoles de 18 a 25 años estaría dispuesto a irse a Laponia para conseguir un trabajo, el 61% en la franja de 26 a 40 años.
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