PAULA DE LAS HERAS
Jueves, 12 de julio 2012, 02:12
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Sonó casi a capitulación. Una más. «Los españoles -dijo Mariano Rajoy desde la tribuna del Congreso- hemos llegado a un punto en que no podemos elegir entre quedarnos como estamos o hacer sacrificios; no tenemos esa libertad, las circunstancias no son tan generosas». Siete meses después de haber llegado al Gobierno con la promesa de recuperar la credibilidad y confianza en España, el jefe del Ejecutivo se presentó ante las Cortes con la prueba de su fracaso: un plan para recortar 65.000 millones de euros en los próximos dos años y medio, el mayor ajuste fiscal realizado en toda la democracia.
Apenas quedan ya palos por tocar. Todo lo que aseguró que no haría está a punto de hacerse realidad tan pronto como este mismo viernes. Subirá el IVA, se reducirán las prestaciones por desempleo, se bajará el sueldo a los funcionarios, menguarán las ayudas a la dependencia, se adelantará la revisión a la baja de las pensiones futuras...Y eso ocurre, según admitió, porque, lejos de mejorar, los principales indicadores económicos se han deteriorado aún más en lo que va de año. «Yo acepto lo que son datos objetivos -llegó a decirle a Alfredo Pérez Rubalcaba- ; dijimos que no íbamos a engañar. Si tuviéramos un 3% de déficit la gente confiaría en España, gobernara quien gobernara».
El panorama que pintó el jefe del Ejecutivo no pudo ser más desolador. Al menos en tres ocasiones insistió en que España está pagando por su deuda intereses de más de un 6% que hacen prácticamente imposible su financiación y ponen en riesgo la existencia misma de los servicios públicos en el corto plazo. «Estamos encerrados en un círculo vicioso insoportable del que necesitamos salir cuanto antes», dijo.
Por minutos, pareció como si se hubiera transmutado en José Luis Rodríguez Zapatero aquel 12 de mayo de 2010, cuando dio la vuelta como un calcetín a su política económica presionado por el temor a una inminente intervención de la UE. Incluso repitió, casi textualmente, una de las frases con las exjefe del Ejecutivo replicó en el tramo final de la legislatura a las críticas de la oposición. «Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo -convino-. No he cambiado de criterios; han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas».
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'Hombres de negro'
Ahora las cosas son algo distintas. La intervención ha llegado, aunque quizá no en la forma drástica que cabía esperar. El Gobierno insiste en que la petición de rescate a la banca no lleva aparejadas condiciones macroeconómicas, pero apenas hubo un grupo parlamentario que no pusiera tal afirmación en solfa. Y el hecho de que la 'troika' -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional- vayan a fiscalizar las cuentas de España cada tres meses no hace sino desmontar aún más esa idea. «Van a venir cientos de 'hombres de negro' y de gris, señor Montoro, a vigilarle», advirtió el líder del PSOE al ministro de Hacienda utilizando el témino que él mismo acuñó.
Han cambiado también la actitud de la oposición. Rubalcaba, miembro destacado del Gobierno de Zapatero, no empleó con Rajoy el tono duro y ácido que éste dedicó al exjefe del Ejecutivo cuando tomó medidas similares, pero de mucha menor cuantía. Es más, empezó su discurso obviando los recortes, y haciendo hincapié en el análisis compartido de lo que ambos esperan de la UE, lo que dejó desconcertada a buena parte de la bancada socialista. En la dirección del partido reconocen que el ajuste de 65.000 millones les pilló un poco a contrapié, que no esperaban tanta concreción de Rajoy, que hasta ahora ha evitado los debates parlamentarios y en no pocas ocasiones ha delegado en sus ministros las malas noticias.
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El líder de la oposición sí echó en cara a Rajoy que haya dilapidado la confianza en España al disparar contra las comunidades autónomas o instituciones como el Banco de España para explicar el desfase del déficit en 2011 o le reprochó que apueste por subir el IVA en lugar de crear un impuesto para las grandes fortunas. Pero todo su discurso estuvo destinado a insistir en la idea de que ahora las cosas están peor que cuando el PP llegó al Gobierno y en hacer un oferta: buscar un gran pacto nacional para el período 2014-2015 que permita atemperar las medidas de ajuste, afrontar la austeridad de forma «socialmente justa» y buscar un modelo de crecimiento alternativo. El guante quedó en el aire.
Aún menos resistencias encontró el jefe del Ejecutivo en CiU. Su portavoz, Josep Antoni Duran i Lleida, prácticamente se limitó a pedir que se dé una vuelta a la decisión de subir el IVA dos puntos para el sector turístico desde ya. Fueron los representantes de Izquierda Unida, Cayo Lara, y de UPyD, Rosa Díez, quienes sacaron la artillería pesada y cuestionaron que no haya más vía que la escogida por el Gobierno.
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Ambos emplearon críticas que después fueron apuntaladas por los grupos minoritarios, aunque Díez se centró más en destacar la falta de «valentía» para afrontar una reforma más profunda de las estructuras de la administración que la que afectará a los ayuntamientos y el número de concejales, y Lara apuntó a la falta de conciencia social. «Hoy ha echado usted gasolina a las calles del este país», advirtió. Josu Erkoreka, del PNV, dio otro enfoque al ajuste. «El principio del fin de Zapatero empezó un 12 de mayo. Usted ya tiene el suyo».
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