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MARCO A. RODRÍGUEZ
Domingo, 15 de julio 2012, 20:47
El reconvertido garaje de la casa de los Rueda en Corte de Peleas ahora es una especie de santuario de las gestas deportivas de la joya de la corona, Jesús. Nada más rebasar la puerta exterior, es imposible no alzar la vista hacia una gran bandera del Real Valladolid en la que reza el lema 'Somos de Primera', una frase de la que merece acopio esta humilde familia pues supone la cima o el premio a una vida de entrega. Colgadas en la pared no faltan las recientes fotos del ascenso pucelano, los recortes de periódicos como el Norte de Castilla e incluso su carnet de cadete A del Puerta Palmas pacense. Jesús Rueda es, por derecho propio, futbolista de Primera, pero no todo fueron días de vino y rosas.
¿Se puede llegar a la Liga de las Estrellas desde una pequeña localidad extremeña de poco más de 1.000 habitantes y desde un entorno económico deficitario? Pues parece que sí. Su padre, también Jesús, trabajaba como jornalero desde antes del alba en una finca cercana a Corte de Peleas. Nada que ver con un cómodo empleo en una oficina, sin frío en invierno ni calor en verano. Recogía aceitunas, en otras épocas uva, y en tiempos más duros tuvo que emigrar al País Vasco en busca de sustento para los suyos. Como eran diez hermanos, resulta que hay 'Ruedas' por todos lados, según confiesa el progenitor ahora que lo ve todo con más perspectiva.
«Ellos saben que les estoy muy agradecido. Sin ellos hubiera sido imposible. Mi padre tenía que hacerse muchos kilómetros para llevarme a entrenar pese a que no teníamos medios y él estaba muy cansado por su trabajo, mientras mi madre se quedaba sola en casa. Son muchas cosas, pero ha valido la pena. Ellos han disfrutado de esto tanto como yo porque saben lo que ha costado. Por ellos haré lo que sea porque quiero verles felices», explica el central titular blanquivioleta.
No se sabe quién se empeñó en que el niño se hiciera futbolista, si el hijo o el padre. El progenitor, que no pudo jugar más allá del pueblo, asegura que su vástago lleva el fútbol en la sangre y se remonta a un torneo en Badajoz, cuando apenas sumaba 12 años, en el que Rogelio Palomo le dijo que ese niño tenía madera de futbolista. Jesús padre no escatimó esfuerzos y se puso manos a la obra, aunque costara a veces demasiado. «Hemos pasado muchas penurias, pero veíamos que él seguía hacia delante. Con 12 años, ¿dónde va a ir?, tendrá que llevarlo su padre, aunque estuviera rendido de estar todo el día cogiendo aceitunas y no tuviéramos dinero para la gasolina. Recuerdo que me dormía en el coche mientras le esperaba. Tenía un oficio muy malo pero le llevaba donde hiciera falta: Almendralejo, Cáceres, Badajoz. Cuando era mayor a hacer pruebas a Valencia, Barcelona, Vigo, Zaragoza. Lo importante era su felicidad. Sé que era una lotería, porque lo normal es que se queden en el camino. Pero él cada vez que se caía o se daba un porrazo se levantaba y para arriba».
Jesús puede catalogarse como ejemplo o espejo en el que se miren otros proyectos de jugador. Con tesón se puede alcanzar el éxito provengas de donde provengas. «Cuando tienes gente detrás con dinero es más fácil lograr cosas. Pero si vienes de una familia humilde, humilde de verdad, batallando por esas carreteras, es más difícil. Por eso el día de la celebración reventé porque tenía todo eso dentro», argumenta el padre.
Su hermano Manuel narra que le tiene envidia. Eso sí, «muy sana. Estoy muy orgulloso de él. La familia está muy contenta porque está donde está. Se lo merece. Sufrimos mucho». Manuel tiene una complexión parecida e incluso hizo alguna prueba en el Don Bosco. «Si hubiera visto lo mismo que a su hermano hubiera ido a muerte con él también. Yo por mis hijos, lo que haga falta», continúa el cabeza de familia. La madre, Emilia, apenas tiene palabras para calificar lo que siente. Basta con mirarla a la cara. Comenta que estaba muy nerviosa en la fiesta que le organizaron a su regreso por las vacaciones. «Estaba como en una nube. Pasé unos días que estaba muy rara y nerviosa. Vinieron más de 50 personas que se volcaron con él». Entre ellas su novia, Mari Carmen, también del pueblo, como sus amigos que aún conserva. Emilia le controlaba bastante. «Siempre le llamaba al móvil y le decía 'Jesús, para casa'».
Lo que ha conseguido Jesús está al alcance de muy pocos extremeños. Uno de ellos Víctor, que acaba de retirarse precisamente en el Real Valladolid. «Siento como si hubiera cumplido un sueño. Es lo que quiere cualquier jugador, llegar a Primera, jugar en los mejores campos de España y enfrentarte a los mejores futbolistas. Es un premio y espero que dure mucho tiempo. Me ha costado mucho. De pequeño veía los partidos por la tele y pensaba que ojalá estuviera yo ahí. Y lo he hecho, pero hay mucho trabajo y sacrificio detrás», siente Jesús.
La celebración
El decisivo partido de vuelta ante el Alcorcón era una de esas citas que nadie quiere perderse. El cuadro pucelano sufrió con un 1-1 que dejaba la eliminatoria abierta en los instantes finales. Había mucho miedo. En la recta final, el central pacense se dio un golpetazo contra su compañero Marc y sangró en la cabeza, pero, como dice, «tendría que haberme ocurrido algo mucho más grave para que abandonara el campo». Olvidada la brecha con tanta felicidad, vivió el jolgorio final vallisoletano acompañado de sus seres queridos. Enfundado en una bandera extremeña colgada del cuello y que le cubría parte de la espalda, se llevó la ovación de su hinchada de adopción para después reencontrarse con su padre y hermano, quienes no pudieron reprimir las lágrimas. El reportaje que les grabó el programa Punto Pelota es, sencillamente, espectacular.
Atenazado por los nervios, Jesús padre confiesa que no pudo ver los últimos minutos. Que entraba y salía de la grada constantemente. No era para menos. Una vida entera de sacrificio familiar, de él en primer término, pendía de un hilo, de un mínimo lance del partido, de un accidente. Un gol del Alcorcón supondría despertar de un sueño conquistado a base de sudor.
Llama la atención el apego a la tierra de los Rueda. El detalle de la bandera, llevada desde la tierra por su padre, es solo un ejemplo. «Es un orgullo ser de mi pueblo, de Corte de Peleas, y es un orgullo ser extremeño. A mí la tierra me tira mucho y vaya por donde vaya intentaré siempre salir con la bandera», comenta Jesús hijo. «Es que esto se lleva aquí dentro. Mi tierra es mi tierra», añade el padre al tiempo que se golpea el pecho.
Apoyo de Djukic
Algo le habrá visto Djukic porque en la pasada campaña ha sido el jugador que más minutos permaneció en el terreno de juego y el que más veces entró en el once excepto el portero Jaime. Tal vez la semejanza con su técnico serbio, aquel mágico líbero, ya que el central pacense comenzó como medio centro hasta que en el Córdoba, cuando estuvo cedido, Lucas Alcaraz pensó que brillaría más en le eje de la zaga. «En el Valladolid, de todas formas, había más gente en ese puesto, así que en pretemporada Djukic me ubicó ahí también. Entendió que yo podía adaptarme bien al tipo de juego que él propone, sacando el balón jugado desde atrás. Yo estaba encantado porque con tal de jugar hago lo que sea. Creo que le he devuelto toda la confianza que me concedió, pese a que los canteranos lo tenemos más difícil». En Valladolid lo ven como uno de los suyos.
¿Cómo parar a Messi?
Desde el ocaso de agosto, Jesús tendrá que rendir al máximo ante un nuevo ecosistema. En Primera se juega a otra velocidad en comparación a una Segunda más física donde la pelea se impone a la calidad. Cracks como Messi o Cristiano serán adversarios de entidad muy superior a lo que ha conocido hasta la fecha. «Todos me dicen que les pegue una patada. Pero siempre digo que antes de pegar a Messi hay que cogerlo. O a CR7. Bueno a él menos porque espero que se quede más en la banda. Intentaré pararlos y enfrentarme a ellos como si fueran uno más, aunque sé que no son uno más». Seguro que no se arruga. Ni él ni los suyos se arrugaron nunca.
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