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IÑIGO DOMÍNGUEZ
Domingo, 29 de julio 2012, 02:30
Les advierto que hoy la cosa se complica. Tras la Segunda Guerra Mundial, el nuevo enemigo occidental es el comunismo. Para comprender la historia reciente de Italia siempre hay que pensar que hacía frontera con el Pacto de Varsovia y tenía el partido comunista más grande de Europa. Podía ganar las elecciones cualquier día, y es lo que ocurrió en las regionales de Sicilia del 21 de abril de 1947. Comunistas y socialistas vencieron con el 29%, frente al 20% de la Democracia Cristiana (DC). Cundió la alarma ante las primeras generales del año siguiente, tras las constituyentes de 1946 que dieron un empate y un Gobierno mixto. Diez días después, el 1 de mayo de 1947, en una fiesta sindical en un prado de Portella della Ginestra, en las montañas sicilianas, desconocidos abrieron fuego desde las colinas sobre la multitud, con mujeres y niños. Dejaron 11 muertos, entre ellos cuatro menores, y 27 heridos.
Estamos ante el primero de los grandes misterios de Estado de Italia, que inaugura un método institucional aplicado en años posteriores: el método mafioso. Consiste en matar a un alto número de ciudadanos para aterrorizar a los demás con resultados políticos. También, como se supo en 2003 con la desclasificación de archivos en la Casa Blanca, intervino la OSS (Office of Strategic Services), germen de la CIA fundada cuatro meses más tarde, con las pruebas del mismo sistema, que se haría familiar en el resto del mundo. Incluye delegar el trabajo sucio en criminales.
La Mafia en este caso también tenía sus intereses. Sin tener ideología, se estaba haciendo anticomunista. El primer ministro de Agricultura de la posguerra, comunista, anunció en 1944 una reforma agraria histórica para Sicilia, atascada en la Edad Media: más porcentaje de beneficios para quien cultivaba tierras alquiladas y permiso para apropiarse de feudos sin explotar. La burguesía y los capos locales también se alarmaron. Si se suma el Vaticano, que patrocinó la DC, ya tenemos una curiosa compañía de amigos.
En realidad falta un personaje, el famoso bandido Salvatore Giuliano. Tras la masacre la gente quería asaltar las casas de mafiosos, pero el partido comunista los frenó porque temía una violenta represión ante un amago de revuelta. No se sabe si Giuliano era mafioso, pero andaba cerca, y lo que está claro es que él y su banda fueron quienes dispararon en Portella della Ginestra. Se supone que alguien contrató sus servicios. Giuliano, no obstante sus más de 400 muertos, era un personaje de aire romántico, célebre por sus asaltos e imposible de capturar. Tras la guerra se enroló en un ejército independentista siciliano, proyecto apoyado por la Mafia que fracasó. Los bandidos empezaron a pasar de moda y ser detenidos o asesinados, también por la Mafia en labores de orden. Giuliano habría aceptado el encargo de la matanza a cambio de una salida, pero le engañaron. Es lo que aseguró luego, acusando públicamente al ministro de Interior y amenazando con contar la verdad. Con todo lo que sabía, acabó mal. Fue asesinado en 1950, aunque los Carabinieri idearon un burdo montaje como si hubiera caído en un tiroteo. Le traicionó su primo, Gaspare Pisciotta, detenido y que también se sintió engañado. Acusó a los políticos de no cumplir su parte. Le envenenaron el café en la cárcel en 1954. Fueron liquidados todos los que sabían algo: el sospechoso de haberle matado, intermediarios de Giuliano y la Policía, testigos, agentes.
Se ha dudado incluso de que el cadáver de Giuliano fuera el suyo. Ante incongruencias en las fotos de la época, los fiscales ordenaron el año pasado someter los restos a la prueba de ADN, pericia que sigue abierta. Los asuntos turbios en Italia nunca terminan de cerrarse. Además descubrieron que había desaparecido el informe forense original. La teoría que se imagina ahora es fascinante: se simuló la muerte de Giuliano, se colocó un doble como cadáver y él salió del país protegido por la Mafia y la CIA con identidad falsa. Habría pasado la vida tomando mojitos en la playa.
Pero con el tiempo se ha visto que faltaban otros personajes. Resulta que entonces, de repente, ser fascista ya no estaba tan mal. El Estado te reciclaba. Miren el inspector general de Sicilia que llevó el caso Giuliano, Ettore Messana. Dirigente de la OVRA, la Policía secreta fascista, fue comisario torturador en Liubliana y tras la guerra aparecía en la lista de criminales más buscados. Pero fue repescado, como otros, porque su currículum le daba puntos contra el nuevo peligro comunista. En Italia no hubo Nuremberg. En 1946 le mandaron a Palermo, junto a su colega Ciro Verdiani, de idéntico historial, donde se relacionaron con mafiosos y Giuliano. En la banda de Giuliano también había miembros de la Decima MAS, división fascista del comandante Junio Valerio Borghese, salvado del paredón por los americanos. En 1970 intentaría un golpe de Estado. Según varios indicios, con apoyo de la Mafia.
En resumen, Giuliano aquel día no estaba solo. Doce días después de la masacre, PCI y PSI dejaron el Gobierno. Los comunistas tardarían medio siglo en volver a él. En ese periodo el poder fue de la DC y la Mafia apostó sabiamente por ella. En 1950 por fin se hizo la reforma agraria, pero de aquella manera: la asignación de tierras se encargó a un comité, donde Mafia y democristianos empezaron a entenderse divinamente en el reparto de pasteles. Será una relación esencial en nuestro relato. Entre 1944 y 1966 la Mafia asesinó a 45 sindicalistas y políticos de izquierda. Todos impunes. El terrorismo de Estado, con mano neofascista y criminal, regresaría en 1969 en los 'años de plomo'. La obscena complicidad entre Estado y Mafia asomará periódicamente hasta hoy mismo, sin aclararse nunca. Aparece su sombra cada vez que se roza la verdad. Solo este año, por primera vez, un jefe de Estado, Giorgio Napolitano, comunista, ha visitado Portella della Ginestra. «Quedamos una decena de supervivientes, pero no nos rendimos, queremos saber quién fue y no pienso morir hasta que lo sepa», le dijo Mario Nicosia, de 87 años.
El señor Nicosia se morirá sin saberlo, y nosotros también.
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