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ÁLVARO RUBIO
Domingo, 26 de agosto 2012, 11:27
Las fiestas de Serradilla no se entienden sin toros. Es lo más representativo de esta localidad cacereña durante la segunda quincena de agosto, cuando se celebra San Agustín. Durante estas fechas, el municipio, situado en las estribaciones de la Sierra de San Pablo, vive de una manera especial cada una de las actividades que giran en torno a este animal.
Ayer se dio el pistoletazo de salida. El tradicional pregón y chupinazo desde la Plaza de la Constitución fue el principio de cinco días en los que encierros y festejos taurinos se convierten en protagonistas.
Hoy se celebrará el Día de la Mujer y ellas participarán en un pasacalles a las 11.30 horas. Seguidamente, las actividades taurinas se vuelven a convertir en el centro de atención. Un encierro a las 12.30 horas, un festejo a las 19 horas y una actuación musical de la agrupación Diamante amenizarán la jornada. El lunes, 27 de agosto, arrancará a las 6 horas con la vaquilla del aguardiente. Por la tarde se celebrará el tercer festejo taurino y por la noche, a las 00 horas, será el turno de la orquesta Shangay, en la calle Pai Juan.
El martes es el día más esperado. Se celebra San Agustín y en su honor se realiza una misa y una procesión a las 12 horas. Por la noche, la música de la orquesta Denis band animará la cita.
El 29 de agosto, estará dedicado a los más pequeños. Un encierro infantil abrirá un día en el que tampoco faltará la suelta de dos vaquillas, el reparto de sandías para todos, en la Plaza de la Constitución a las 13.30 horas, y la degustación de una cena en la Plaza de San Antonio, a las 22.30.
En cuanto al precio de las entradas de los festejos taurinos, los más pequeños pagarán cuatro euros y los adultos ocho. También pueden optar por algo más económico con el abono de tres días que cuesta 21 euros.
Todas estas actividades ponen de manifiesto un aspecto que resalta Gelasio Sánchez, alcalde de la localidad: «Los toros son una tradición de muchos años en nuestro pueblo». Él mismo detalla que en el último Pleno, amparándose en la crisis económica, se solicitó la eliminación de los festejos taurinos, una iniciativa que «no se secundó porque se reduciría considerablemente el número de personas de otros lugares que llegan al municipio durante estas fechas» afirma.
En esta época del año, las calles de este pueblo de 1.800 habitantes se llenan de turistas y emigrantes que salieron fuera de las fronteras extremeñas en busca de trabajo y que ahora vuelven durante estos días. Los primeros suelen aprovechar para visitar el Portillo de Peñafalcón, una imponente roca cuarcítica de paredes verticales, que se ha convertido en el lugar más emblemático del Parque Nacional de Monfragüe. «Durante estos días se triplica la población», asegura el alcalde serradillano.
Sin embargo, desde el hotel El Laurel, el único ubicado en este municipio, confiesan: «Antes se solían llenar y ahora tenemos ocupadas solo cuatro habitaciones. Hay mucha gente, pero en beneficios nosotros no lo notamos. Desde hace tres años estamos sufriendo las crisis económica y las expectativas para este último son las peores».
La situación también es complicada para las instituciones públicas, donde optan por la austeridad. Este año, el presupuesto con el que cuentan las fiestas es de 63.146 euros. «Antes duraban entre ocho y nueve días, ahora se ha reducido. Hemos intentado no gastar en pequeños detalle, aspectos que juntos hacen mucho. Por ejemplo, en otras ocasiones, había una verbena antes del pregón y esta vez se ha eliminado», añade Gelasio.
Historia
Si hay algo que no ha cambiado con el paso del tiempo es el arraigo taurino que existe entre la población de Serradilla. Tanto es así, que hay documentos y escritos que demuestran que muchas fiestas durante el siglo XVII se celebraban con astados.
Con la llegada a Serradilla de la imagen del Cristo de la Victoria, en 1641, tras los festejos y actos religiosos, este acontecimiento se celebró con capeas de toros, según revelan los textos publicados en los cuadernillos que el Ayuntamiento editaba con motivo de la festividad de San Agustín, en la década de los ochenta.
En los archivos de la localidad también se puede comprobar qué supone el mundo del toro en este municipio. Según consta en el registro parroquial, la cofradía de las Ánimas organizaba, cada año, el conocido como 'toro de las ánimas'. Con el producto de la venta de su carne, piel y otras ayudas, mandaban celebrar funerales todos los lunes del año por el alma de los difuntos. Esta iniciativa se llevó a cabo hasta que un visitador diocesano, escandalizado, lo prohibió. Sin embargo, los mozos, con ayuda del corregidor, lograron mantener esta costumbre benéfico-taurina durante muchos años.
También, la cofradía serradillana de Nuestra Señora del Rosario organizaba festejos, ya en el siglo XVII, como homenaje a la Virgen, el 15 de agosto. Llevaban a cabo la lidia de un toro, además de representaciones de comedias.
Por su parte, en el archivo municipal consta que el 31 de agosto de 1857, los mozos solicitaron la autorización al alcalde para tener festejos taurinos y así «celebrar el término de la recolección de la cosecha, como venía siendo costumbre inmemorial». Además, en su escrito expresaban que esa era una manera de celebrar «el estado interesante» en que se encontraba la reina Isabel II. De este modo, «todo el pueblo celebraría tan fausta noticia», añaden.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las formas de sufragar estos festejos eran variadas. Había un toro comprado por todos los que se apuntaban en una lista o aquellos que se sufragaban con lo sacado de una rifa, el conocido como toro de rifa. Sin embargo, en ocasiones, era el Ayuntamiento o incluso asociaciones, los que corrían con los gastos.
Los toros y vaquillas se lidiaban en la plaza del pueblo, que cogía forma con las aportaciones que hacía cada vecino. Entre los materiales, destacaban palos, sogas, carros, trillos, rejas para cavar, incluso albardas de los burros para tapar agujeros. Entre todos cerraban el coso, el lugar al que llegaban los animales tras un recorrido de 500 metros.
Ahora los materiales son más resistentes y hay mayor seguridad, con el paso del tiempo han llegado los avances y han cambiado algunas tradiciones. Sin embargo, la esencia de la fiesta no se ha perdido. El toro continúa siendo el protagonista.
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