SOCIEDAD

Angelito 'el chapuzas'

Iba al peluquero en Porsche y fardaba de puros de 100 euros. El liquidador de Díaz Ferrán y Nueva Rumasa jugaba a ser el Richard Gere de 'Pretty Woman'. Ahora, Ángel de Cabo es el preso con la fianza más alta impuesta en España: 50 millones

ARTURO CHECA

Domingo, 16 de diciembre 2012, 01:19

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La crisis es una bendición. Trae consigo grandes progresos». Es la frase de cabecera de Ángel de Cabo Sanz (La Suiza, Costa Rica, 1967), el mantra que repetía sin cesar a sus socios como clave de sus negocios. Un 'éxito' que le llevó a un ascenso fulgurante: de humilde fontanero de un barrio obrero de Valencia con bares de menús por cinco euros, a 'resuelveproblemas' de los desaguisados económicos del expresidente de los empresarios, Gerardo Díaz Ferrán, y liquidador de emporios como Viajes Marsans o Nueva Rumasa. Y de ahí, al 'infierno': el que vive en su celda de la cárcel madrileña de Soto del Real.

Esa misma crisis ha golpeado el barrio de Patraix, hoy plagado de tiendas cerradas y anuncios de 'se vende'. En estas calles situadas a un cuarto de hora andando del centro de Valencia empezó hace dos décadas la historia de Angelito 'el chapuzas'. Con ese mote recuerdan aquí a Ángel de Cabo, un joven que allá por 1994 y con solo 27 años se presentaba como «empresario». Así le gustaba que le llamaran, aunque por aquel entonces no fuera más que el capataz de una firma de fontanería. Su primer negocio es ahora una planta baja abandonada, donde cuelga semiarrancado un cartel de 'se alquila' en una persiana que apesta a orines.

A Ángel de Cabo, la sociedad familiar no tardó en quedársele pequeña para su desmedida ambición. «Él es un visionario. Cuando comprobó el maremágnum de empresas proveedoras en la construcción (su techo fue participar en la Torre de Francia, el edificio de viviendas más alto de Valencia), supo que en cualquier momento habría un tsunami de quiebras. Y tuvo claro que el negocio estaba en recoger los pedazos de las empresas que saltaran por los aires». Lo cuenta el dueño de una sociedad valenciana de alicatados que ha compartido mesa y mantel más de una vez con él. No busquen en este reportaje muchos nombres. Pocos son los que quieren ahora verse vinculados a De Cabo, poseedor de un récord que jamás soñó: tener sobre su cabeza la mayor fianza judicial de la historia de España, 50 millones de euros, por insolvencia punible (vender bienes para no pagar a acreedores) en el marco de la 'operación Crucero'.

Su anhelo era seguir los pasos de Edward Lewis, el liquidador de empresas que encarna Richard Gere en 'Pretty Woman'. «Compro empresas con problemas y las vendo por partes», presume Lewis en el filme. «No le impactó Julia Roberts como a todos; se encandiló con el 'liquidador'», explica Juan Luis Galiacho, periodista especializado en el caso. Y Angelito aplicó el plan a pies juntillas para vaciar empresas en el precipicio de la quiebra. A los Ruiz Mateos les ofreció un euro por su imperio de Nueva Rumasa. Y los últimos datos judiciales apuntan a que del Grupo Marsans sacó un botín de 90 millones. Luego lo disolvió como un azucarillo en agua.

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Antes de codearse con Díaz Ferrán o los Ruiz Mateos, un joven De Cabo dejó su impronta en Valencia. Hasta la barriada de Patraix llegó en los años 90 con sus padres y sus dos hermanos. Regresaban de hacer las Américas en Costa Rica y Juan, el cabeza de familia, puso en marcha una fontanería en la capital del Turia. Angelito no tardó en colocarse al frente del negocio. «Siempre tuvo una mala relación con su familia. Solo se llevaba bien con su hermano Antonio. Más chulo y prepotente si cabe que él». Lo atestigua Miguel Fonseca, camarero de un bar del barrio que frecuentaban los De Cabo. Allí empezó fumando puritos y acabó devorando habanos Cohiba y Montecristo en sus años dorados. «Se encargaba de gritar bien fuerte que cada cigarro le costaba 100 euros», recuerda Fonseca. Todo era lujo y ostentación y en su mesa nunca faltaba vino de reserva y whisky Chivas Regal 12 años. Para sus invitados, porque él no bebe más que agua y Coca-Cola. Al menos en prisión no echará de menos el alcohol... Aunque sí su pasión declarada: los coches. En sus inicios ya daba el cante con un Audi descapotable rugiendo por las carreteras valencianas. Era el fruto de su participación en una promoción de viviendas en la turística Alfàs del Pi (Alicante). Su primer pelotazo. Pero esa 'montura' pronto se le quedó pequeña...

«Sin escrúpulos»

En el garaje de su lujoso chalé en la exclusiva urbanización El Bosque (solo la cocina mide 100 metros), en la localidad valenciana de Chiva, al que se mudó hace unos 10 años, atesora un Mercedes, un Lamborghini y el Rolls Royce Phantom (valorado en 500.000 euros) que le 'regaló' Díaz Ferrán, supuestamente la fórmula que empleó el expresidente de la patronal para salvaguardarlo del embargo judicial.

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Hasta a cortarse el pelo iba bien 'montado'. «No hace mucho aparcó en la misma puerta, sobre un paso de cebra, ¡un pedaaaazo de Porsche blanco!», recuerda Mario, un vecino de la peluquería Naharros, a la que seguía acudiendo en Patraix. «No dejaba de hablar por el móvil y siempre diciendo tacos. Yo le vi por lo menos tres modelos distintos de smartphones en pocos meses».

De Cabo no dejó de ir por 'su barrio' ni después de mudarse a la palaciega vivienda de Chiva, con el jardín repleto de cabezas de Buda y un elefante disecado. También había mandado construir zulos camuflados para esconder el dinero, que los perros especializados tardaron horas en localizar. Otra prueba de su gusto por los excesos: siempre lucía un reloj de oro, hasta jugando al pádel, y acudía a las reuniones acompañado de un grupo de empleados a los que hacía pasar por «sus abogados». Las secretarias, todas jóvenes de muy buen ver.

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Quizás le venga de familia. «A los hermanos De Cabo nunca les ha ido mal. Siempre han tenido dinero», cuenta Marisa Ribera, vecina durante muchos años de la familia en la calle Lladró y Mallí de Valencia. Basta echar un vistazo al Facebook de Antonio, el hermano menor, para comprobar su querencia por la buena vida: fotos en yates, en hotelazos... y 200 de sus 250 amigos son mujeres espectaculares.

Mujeriego no es un calificativo para Ángel de Cabo. Solo se le conoce una. Consuelo Garrido Ortiz, de su misma edad, su esposa desde hace casi 30 años, madre de su hijo Borja (de 6)... y presunta 'mujer de paja' en alguna de sus empresas. Según el Registro Mercantil, De Cabo ha sido administrador único o representante en medio centenar de firmas, aunque él se jacta de tener «200 operaciones mercantiles a mis espaldas». En otros negocios ponía como cabeza visible a gente de su entorno. Incluso su jardinero en Chiva era 'administrador'. Las sociedades, de lo más variadas: desde una explotación de ganado porcino a hoteles, pasando por el comercio de animales exóticos y pompas fúnebres. En Valencia, Alicante, San Sebastián, Madrid, Palma, Lugo... No había límites geográficos para el liquidador.

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A su mujer, hija de un policía local, la conoció cuando trabajaba de dependienta en El Corte Inglés. «Se casaron por las difíciles relaciones (de Ángel de Cabo) con su familia. Tuvo que enfrentarse (Consuelo Garrido) a una suegra feroz», desgrana en su blog su cuñado Theo Garrido, diseñador hasta que la 'operación Crucero' se cruzó en su camino y fue apresado como testaferro de la trama. Ahora está en la cárcel con una fianza de 500.000 euros.

De Cabo ataba corto a los suyos. Y fuerte. «Tú haz lo que yo te diga, o a la puta calle», bramó más de una vez por teléfono mientras le cortaban el pelo en la peluquería de Patraix. A las personas con las que negociaba llegaba a llamarlas por la noche a casa, «para que fueran conscientes de que sabía dónde vivían», asegura un abogado que se ha querellado contra él. «Actuaba sin escrúpulos ni reparos», apunta el letrado Ángel Sutil, demandante en Nueva Rumasa. Su actitud 'mafiosa' le ha costado estar imputado hasta por amenazas a jueces. El liquidador no se doblaba ante nadie.

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Muchos creen que Ángel de Cabo erró al elegir a su ídolo cinematográfico, que su clase no iba pareja a la de Richard Gere en 'Pretty Woman'. Él se parecía más al Javier Bardem de 'Huevos de oro', a Benito González, el macarra que pasa de albañil en Melilla a conducir un Testarossa rojo y acaba construyendo en Benidorm el rascacielos más alto de España, «un edificio que sube como una polla».

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