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FERNANDO MASEDO TORRES
Viernes, 4 de enero 2013, 01:07
Juan Cuervo Paso nació el 23 de junio de 1827 en el Casco Antiguo de Badajoz. Fue el segundo matador de toros que tuvo la ciudad extremeña. Fue testigo protagonista de aquel intento del público de quemar la plaza de toros de la Ronda del Pilar, sin haberse aún terminado de construir, actuando él de novillero. El incidente ocurrió al no aceptar el presidente ponerle banderillas de fuego al novillo, como había solicitado el respetable como castigo a su mansedumbre. Dice la historia que solo había tomados dos varas.
Sucedió en una novillada celebrada el 29 de junio de 1855, organizada por el cabildo de la Catedral a beneficio del hospicio provincial, actual Hospital Provincial 'San Sebastián' en desuso. Curiosamente en una de sus camas moriría 28 años después el infortunado torero, víctima de una cornada en 'mal sitio', como si hubiera sitios esperándola.
En aquella época casi todo se hacía despacio. No le faltaba tiempo a nadie. Hoy somos muchos y cogemos a menos de todo. Tal vez por aquellas circunstancias, Juan Cuervo Paso se doctoró en tauromaquia a los 41 años de edad, tras más de 13 años actuando de novillero con caballos y después de duros intentos de aprendizaje, aproximándose lo más posible a ello en plazas de talanqueras. Llegó a tomar la alternativa en la mismísima plaza de toros de Olivenza el 29 de junio del año 1868, justo el día de la inauguración que se da como oficial. Se doctoró de manos de Francisco Arjona Herrera 'Cúchares', que le cedió un toro de Agustín Salido de nombre desconocido que no dio excesiva facilidades, ni tan siquiera para darlo a saber, porque posiblemente ni lo tendría.
No era para tanto, pero tampoco para menos la labor de Juan Cuervo aquella tarde que no hizo ni mucho ni poco, es decir nada que desear, excepto aquella fulminante estocada que le propinó al morlaco, merecedora de las dos orejas. Pero, ¡qué fatalidad!, tampoco existía por aquel entonces aquella especie de reconocimiento. Ni tan siquiera se había creado, algo que no sucedió hasta el 29 de octubre de 1876, ocho años después. Ocurrió en una ocasión en que el también torero de Jerez de la Frontera nacido en Algeciras, José Lara 'Chicorro' consiguiera el mayor éxito de su vida profesional en la vieja plaza de toros de Madrid, alternando con Rafael Molina 'Lagartijo', y Salvador Sánchez 'Frascuelo', ante el Rey Alfonso XII, la princesa de Asturias, y los Príncipes de Sajonia-Weimar.
El hecho comenzó a gestarse cuando el tercer toro de la tarde, un berrendo en negro de la ganadería de Benjumea llamado 'Mediasnegras', se 'dejó' que Chicorro practicara con él el salto de la garrocha y le arrancara la divisa mediante un recorte ceñidísimo. Tras conseguirlo le ofreció a los Príncipes de Sajonia -que con el Rey ocupaban el Palco Regio- la ejecución de un par de banderillas al cuarteo. Tras algunos muletazos al uso en la época y un pinchazo en hueso, el torero gaditano logró una estocada al volapié, que es como se mataba antes a los toros. Una estocada de efecto fulminante que provocó que el público enloqueciera por momentos, consiguiendo que la arena se llenara de prendas y obligando a la presidencia aceptar la petición unánime del público en concederle a 'Chicorro' al toro 'Mediasnegras' ya inerte sobre la arena.
El torero de Jerez compartió tan original regalo simbólicamente con el público, mediante la oreja del astado que él mismo cortó para ofrecérsela ceremoniosamente a los asistentes. Así se inventó este tipo de trofeos después que Juan Cuervo comenzara a escalar puestos y con ello a conseguir lo que aquel día mereció, antes de dar su vida por el toro, que ya comentaremos, como se hacía antes. Despacio, como se torea, como se acaricia todo lo bello de la vida.
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