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Julia Pastrana nació en 1834 en el estado mexicano de Sinaloa, donde ahora ha sido enterrada, y murió en Moscú en 1860. La imagen es un retrato de su cadáver momificado, que se realizó poco después del embalsamamiento. :: R. C.
Un respeto para Julia Pastrana
SOCIEDAD

Un respeto para Julia Pastrana

La exhibieron en vida, como 'la mujer mono', y también momificada junto a su hijo. Sus restos han sido devueltos por fin a México

CARLOS BENITO

Viernes, 15 de febrero 2013, 11:04

Julia Pastrana nació condenada a llevar una vida diferente. Ahora sabemos que sufría hipertricosis, un desorden genético que cubre de pelo la cara y el cuerpo, y también hiperplasia gingival, que daba a su boca un aspecto protuberante y llamativo. Pero en el siglo XIX, el de Julia, las explicaciones sobre su chocante apariencia seguían otros derroteros: los folletos de circo solían presentarla como 'la mujer mono' o simplemente 'la indescriptible', y un científico estadounidense se mostró convencido de que se trataba de un asombroso híbrido entre ser humano y orangután. A día de hoy, su biografía todavía es capaz de suscitar debates morales, en los que se cuestiona hasta qué punto habría tenido una existencia más feliz y plena si, en lugar de acabar en las ferias itinerantes, hubiese seguido en su Sinaloa natal. En cambio, lo ocurrido tras su muerte no deja ya ningún lugar a discusión: la primera buena noticia en esa larga sucesión de barbaridades ha llegado esta semana, cuando sus restos han regresado a México y han recibido por fin sepultura, más de siglo y medio después de su fallecimiento.

La vida pública de Julia Pastrana arrancó en 1854, cuando ella tenía veinte años. Un cazatalentos de circo la localizó en Sinaloa, donde servía en casa del gobernador, y vio las posibilidades económicas de aquella muchacha de metro treinta y cinco, que tenía todo el cuerpo cubierto de pelo moreno y rizado excepto las palmas de las manos y las plantas de los pies. A lo largo de su carrera como fenómeno de feria, breve pero intensa, se escribió mucho sobre Julia Pastrana: en folletos publicitarios, en periódicos y también en revistas científicas como 'The Lancet', que en 1857 la calificó de «inteligente y vivaz». En general, todos los testimonios la presentan como una mujer de trato agradable y cierto refinamiento, que cantaba con una bonita voz de mezzosoprano, bailaba con gracia, tocaba la guitarra, hablaba en tres idiomas (su lengua indígena, español e inglés) y parecía contenta con su nueva rutina de viajes por América y Europa, exámenes médicos y exhibiciones diarias. En este mundillo, de todas formas, nunca se está seguro de dónde empieza la cháchara engañosa de los empresarios.

El suyo se llamaba Theodore Lent y era, como buen exhibidor de personas, un tipo codicioso y mezquino. En 1857, ante la posibilidad de que su principal atracción se marchase con algún rival, se casó con ella. En marzo de 1860, cuando estaban en Moscú, tuvieron su primer hijo, que nació cubierto de pelo. El bebé murió a los dos días; la madre, a los cinco. Ahí comenzó la carrera póstuma de ambos como fenómenos de feria: Lent vendió los cadáveres a un profesor de la Universidad de Moscú, que los embalsamó y los expuso en su museo anatómico. El empresario, al ver el excelente aspecto de las momias y su tirón entre el público, decidió recomprarlas y se las llevó de gira. Completó el 'show' casándose con otra mujer peluda, una alemana a la que rebautizó como Zenora Pastrana. Incluso organizó galas privadas, con Zenora y las momias, para algunas familias reales europeas.

La última gira, en 1973

El triste destino de nuestra protagonista habría de extenderse más de un siglo, hasta fechas sorprendentemente cercanas. Los cuerpos de Julia y su hijo fueron pasando de mano en mano, de aquí para allá, siempre exhibidos a cambio de unas monedas: la última vez fue en 1973, cuando los mostraron en una exitosa 'tournée' por Suecia. «Julia Pastrana se convirtió en una atracción pública igual que las estrellas del pop -escribe sobre aquella última gira el doctor sueco Jan Bondeson, un estudioso de las curiosidades médicas-. La gente se amontonaba para ver a la única 'mujer mono' momificada del mundo, con su hijito momificado junto a ella, posado en un alto pedestal como un loro». Las autoridades escandinavas tomaron al fin medidas contra la utilización de restos humanos como espectáculo, y las últimas décadas de Julia y su hijo han transcurrido en diversas unidades de almacenaje de Noruega, donde han sido objeto de sucesivos actos de vandalismo: lo que quedaba del pequeño, muy dañado ya, acabó comido por los ratones.

Esta semana, Julia ha vuelto a México, dentro de un ataúd blanco. El martes la enterraron en el Panteón Histórico de Sinaloa de Leyva, junto a cientos de alhelíes. Las bandas de música tocaron 'Las golondrinas' y el 'Ave María' y el gobernador, sucesor lejano de su señor de aquel otro tiempo, habló de «un acto de justicia que registrarán la historia y la humanidad». Esperemos que, de una vez por todas, la dejen descansar en paz.

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