'La Burrina' desfiló protegida contra la lluvia

Los cacereños se echaron ayer a la calle y decidieron hacer oídos sordos a las amenazas de lluvia. Seguramente pensaron que había una razón de peso para ello, la celebración de un Domingo de Ramos sobre el que se cernían los peores augurios meteorológicos. A las 11.45 horas estaba anunciado el inicio de la procesión de 'La Burrina', la imagen de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, desde San Juan. Media hora más tarde era la tradicional bendición. Costaba encontrar un espacio libre. A las once de la mañana arterias céntricas como Cánovas o Primo de Rivera eran un reguero constante de peatones en dirección hacia San Juan. La mayoría caminaba con un paraguas entre las manos, aunque el agua no empezaría a caer hasta un poco más tarde.

A las 12.30 horas la lluvia transformó la escena a la altura de la oficina central de Caja Extremadura. Eran decenas de paraguas abiertos y 'La Burrina' a lomos de una treintena de hermanos de carga pero prácticamente precintada. Costaba divisar la imagen de Jesús tras un plástico protector, que en cuanto volvió el sol, fue retirado.

La alcaldesa, Elena Nevado, acompañada por sus concejales Valentín Pacheco y Jorge Carrasco encabezaba una comitiva en la que también estaba el exregidor, José María Saponi. Durante casi tres horas -concluyó a las dos y media de la tarde-, el desfile transcurrió a ritmo sosegado. Tanto que tardó casi 30 minutos en subir la cuesta de Gran Vía, eso sí, con gran expectación entre los numerosos asistentes. La estampa se repitió horas después. El 'triplete' procesional del domingo se completó por la tarde. A las siete arrancó desde la iglesia de Santiago el desfile de la cofradía de Jesús de Nazareno. Esta vez no llegó hasta el hospital provincial y el acto de entrega del ramo de flores tuvo lugar en San Juan. El acompañamiento musical era de su banda de cornetas y tambores y la banda de Diputación.

Poco después de las siete y media, la cofradía del Cristo del Amor sacó en procesión la imagen del Señor de las Penas. Para entonces el agua no había vuelto a dejar señales y los cacereños disfrutaron, al fin, tranquilos su Pasión.