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M. FERNÁNDEZ
Lunes, 3 de febrero 2014, 08:50
Hace tres años, acudió a presentar a su hija Candela ante la Virgen y ayer, Nuria Casares volvió a repetir la tradición en la iglesia de San Mateo con su hijo Adrián. El pequeño tan sólo tiene 15 días de vida pero sus padres no han querido perderse la cita en la que además, celebran el santo de su otra hija. «Es una tradición y no podemos faltar. Además, es muy bueno y ni llora ni nada», cuenta su orgullosa madre. Adrián no fue el único.
A Sara, de seis meses y medio y vestida de campuza, también la llevó su familia para presentarla ante la Virgen. «Lo hacemos por tradición. Nos hace mucha ilusión», señala su padrino, Víctor Barrantes. Los dos niños, aseguran sus familias, acudirán también a la presentación de los niños ante la Patrona en uno de los actos más entrañables del novenario de la Virgen de la Montaña y que el año pasado reunió a más de 300 recién nacidos.
En San Mateo, éste ha sido el cuarto año que se celebra el acto. Desde que se puso en marcha, una suma de quince niños han participado -ocho en 2011, cinco en 2013 y los dos de este año- y hay que tener en cuenta que el segundo año que se promovió la presentación ante la Virgen, en el año 2012, ningún familiar llevó a un recién nacido a la presentación. «Los hijos son una bendición y por eso seguimos el ejemplo de Jesús y los bendecimos», señaló durante la misa el párroco, Paulino Hernández.
El día estuvo marcados por las bajas temperaturas, pero el sol se impuso al frío y la jornada reunió a decenas de fieles. La fiesta de las Candelas llenó la iglesia de San Mateo para la misa (denominada de la fiesta) y las ofrendas. Antes, a las once y media en punto, la talla de la Virgen de la Candelas abandonaba su ermita -dependiente de la de San Mateo- para dar comienzo a la procesión de las velas.
Palomas y velas
A la salida de la capilla, una decena de palomas recibieron a la Virgen como cada año, aunque en esta ocasión, una de las aves no echó a volar y se quedó quieta a los pies de la imagen. No fue sólo un rato, sino durante el acto completo, acompañando a la talla incluso cuando los devotos conducían a la Virgen de regreso a la ermita.
La devoción y la tradición inundó el breve recorrido procesional desde la plaza de las Candelas hasta San Mateo, donde los asistentes a la cita portan sus velas, ya bendecidas por el párroco, e intentan mantenerlas encendidas para atraer a la buena suerte para este año. La Virgen luce en estas ocasiones un manto de raso blanco bordado en hilo de oro, regalo de un feligrés hace años. En la mano derecha de la talla colocan una vela, aunque ya no se enciende.
En la fiesta de las Candelas del año 1994, los rescoldos de una vela hicieron que se prendieran los ropajes de la Virgen, quedando la imagen completamente calcinada. Ardió encerrada en su ermita después de salir de procesión y cumplir con la tradición.
Una vez concluida la misa en San Mateo, los devotos trasladaron la imagen hasta la ermita de las Candelas. Una de las novedades de este año es que, al coincidir la celebración con la jornada de domingo, la procesión se ha adelantado y en vez de desarrollarse a partir de las cinco de la tarde, ha tenido lugar por durante la mañana. La respuesta de devotos y feligreses al cambio ha sido positiva.
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