El derrumbe de la fachada de un bloque de Mejostilla deja sin casa a cuatro familias

Un domingo cualquiera, de zapatillas y juegos en casa, estuvo a punto de convertirse en tragedia para la familia Nacarino Rubiales. Rodrigo andaba de arreglos con el coche en el garaje del edificio Lope de Vega cuando, poco antes de las nueve de la noche, cuando llovía y soplaba el viento en la calle, sintió que el mundo se le venía encima.

Mientras cuenta cómo se oyó un estruendo y empezaron a caer cascotes muestra la imagen de su Saab de color negro con una montaña de ladrillos a su alrededor. «Salí corriendo y me metí debajo de otro coche todo lo rápido que puse. No sabía ni lo que estaba pasando», recuerda.

A partir de ahí arrancó una historia que para 15 de las 48 familias repartidas en los seis bloques de la calle Juan Ramón Jiménez, en Mejostilla, al lado de la Ronda Norte, significó tener que pasar la noche fuera de casa. Unos en hoteles en los que reservó habitaciones el administrador del edificio. Otros en casa de familiares. Se había derrumbado la parte exterior de la fachada lateral y la presencia de policías, bomberos y hasta la alcaldesa, acompañada por los ediles de Fomento y Seguridad, hacía pensar que había ocurrido algo extraordinario. «Cuando ví a los vecinos corriendo y el ruido de las sirenas supe que era importante», cuenta Silvia Castaño, de la multitienda de Residencial Ronda.

Dos técnicos municipales supervisaron una a una las viviendas, mientras los vecinos se reunían a la espera de noticias en el patio. Los primeros inquilinos se fueron a vivir hace cinco años. La lluvia y el viento del pasado fin de semana (los bomberos de Cáceres realizaron hasta 23 salidas) fueron la puntilla para un bloque de viviendas que casi desde el principio había dejado ver deficiencias. Los vecinos ya habían abierto la vía judicial con una demanda contra la promotora Procasa S.L. y el arquitecto técnico. La semana pasada se celebró un acto de conciliación, sin avenencia, con el arquitecto, tras un requerimiento presentado «a raíz del aumento de tamaño de la grieta existente en la fachada», explica Braulio Caldera, abogado de la comunidad y el hombre, junto al administrador de Gecom, en el que se apoyaban ayer los afectados. «Estamos a la espera de juicio. Esta situación la habíamos advertido. Hay desperfectos por subsanar pero la empresa se ha declarado en rebeldía y ni siquiera responde», agrega Caldera.

Los vecinos confirman esa versión. «Nos sentimos engañados. Hay filtraciones, accesos en mal estado, grietas, pagamos unos 6.000 euros o más por unas placas solares que no han funcionado. Y nadie responde», lamenta la presidenta de la comunidad, Sheila Gil. Pasó la noche del domingo con su marido y su hijo en un hotel. Ayer, aunque su casa no era de las más afectadas, tampoco estaba por la labor de regresar a su vivienda.

«Me da miedo», corrobora Raquel Iglesias, que vive en un segundo y a la que el suceso la cogió fuera de casa. Igual que Jorge Guadalupe, que se resigna y asume que tardará en sentarse en el sillón de su casa. «Los técnicos han dicho que pueden ser unos dos meses. Y si todo va bien».

La Policía dio ayer de plazo hasta las dos y media de la tarde para que las familias cogiesen sus enseres. De las cuatro cuyas viviendas han sido precintadas, tres tenían previsto dormir en el hotel Extremadura. La cuarta, en casa de un familiar.

La Consejería de Fomento ya estaba al tanto de los problemas. Instruyó dos expedientes por desperfectos en abril de 2009. Hubo inspecciones y «se le requirió a la empresa que subsanase los problemas de fisuras, grietas y humedades» que había «por una ejecución deficiente de la obra». Una resolución de abril de 2011 instaba a Procasa SL a reparar los desperfectos. Nunca lo llegó a hacer.