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Navajas extremeñas con acero templado de modo artesanal
Fabricado en extremadura

Navajas extremeñas con acero templado de modo artesanal

CUCHILLERÍA TEODOMIRO ZALAMEA DE LA SERENACuchillería Teodomiro es una empresa familiar que elabora cuchillos y herramientas para el campo desde 1923

JOSÉ MANUEL MARTÍN

Miércoles, 12 de marzo 2014, 11:05

Cabriteras, cordobesas, taponeras o jamoneras. De podar, de vendimiar, de castrar o de injertar. Estos son solo algunos ejemplos de los múltiples tipos de navajas que existen y de los usos que se le pueden dar. Y todas ellas se fabrican en Cuchillería Teodomiro, una empresa familiar, afincada en Zalamea de la Serena y que nació en 1923.

La actual gerencia de la misma corresponde a la tercera generación. «Fue mi abuelo el que empezó con el negocio», explica Teodomiro Martínez, nieto del fundador de la firma.

En esta empresa todo el proceso de elaboración es artesanal, pero no solo se hacen navajas, también se fabrican otras muchas herramientas de metal relacionadas con el mundo agroganadero y todo tipo de cuchillos.

Hasta las instalaciones de Cuchillería Teodomiro llegan las materias primas necesarias para elaborar sus productos. Las principales son dos, el acero y la madera.

El acero, que puede ser carbono o inoxidable, se recibe en pliegos de dos metros de largo por uno de ancho y con un grosor que varía entre 1,75 y dos milímetros. «El acero carbono es el tradicional, con el uso se oscurece pero corta mejor que el inoxidable. Además, si se tienen los cuidados adecuados se conserva perfectamente», dice Francisco Martínez, que indica que el 80 por ciento de la producción es acero carbono, porque los amantes del buen corte lo prefieren de este tipo.

Por su parte, la madera, que se usa para los mangos y que puede ser de encina o de olivo, se recepciona en tablones. Aunque también hay mangos de polietileno o de asta de toro y de cornamentas de venado.

Para elaborar una navaja, lo primero que debe hacerse es cortar la hoja de la lámina de acero. Esto se realiza mediante unos moldes, de modo que todas las hojas del mismo tipo son exactamente iguales. Posteriormente pasan a la fragua artesanal, que está a una temperatura que ronda los mil grados. «No hay un tiempo determinado que deba estar el metal dentro de la fragua. Son el color y la experiencia los que te indican si es el momento de sacarlo. El instante justo es en el que el metal toma un color cereza», admiten los hermanos Martínez. Después el metal pasa por el yunque, donde se martillea, y luego se enfría en un líquido especial.

Al mismo tiempo, los tablones de madera van tomando la forma del mango. Se cortan al tamaño exacto y se moldean con la fresadora. «Hay que sacar virola, que es donde se monta el casquillo de metal y que se hace con una chapa cortada a medida», apuntan.

Los mangos de las navajas llevan un corte en el medio, para que al plegar la hoja encaje perfectamente y se pueda cerrar. Entonces llega el momento de montar la hoja y el mango, que se unen mediante un pasador con un remache. Por último se procede al afilado, que se realiza con la piedra de esmeril.

«Nuestro producto más vendido son las navajas, porque se utilizan para muchos trabajos agroganaderos, muy poca gente que sale al campo lo hace sin navaja», exponen desde Cuchillería Teodomiro, que reconocen que también tienen mucha aceptación los cuchillos jamoneros que fabrican.

El proceso de elaboración de éstos es muy parecido al de las navajas, pero tiene varias diferencias destacadas.

En primer lugar, la hoja se corta a medida con la cizalla, porque tienen una forma especial y dependen de la petición del cliente. El mango suele ser de polietileno o de madera, no llevan corte al medio, debido a que no se pliegan, y se unen a la hoja con dos clavos remachados. Además, durante el afilado se hacen unas marcas horizontales, el alveolado. «Es para que el jamón coja aire durante el corte y no se pegue la loncha al cuchillo», comentan.

Los productos de Cuchillería Teodomiro llegan a todos los puntos de la geografía nacional, aunque su principal mercado está en Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha. La empresa vende la mayor parte de su producción al por mayor, aunque también lo hace a particulares y tiene clientes muy fieles. «Si captamos un cliente es muy difícil que lo perdamos, suelen quedar muy satisfechos», dicen los hermanos Martínez, que apuntan varios secretos para hacer buenos cuchillos. «El acero tiene que ser primera calidad», aseguran. También es fundamental el paso por la fragua. «Que el afilado sea duradero depende del temple. Si está mal dado, el afilado no dura lo que tiene que durar. Pero si la hoja coge dureza en el templado y se afila bien, pueda durar casi toda la vida», añaden los dueños de la empresa, que nunca han buscado llevar sus productos al mercado exterior, algo que no descartan hacer si se dan las circunstancias oportunas para ello.

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