![Así 'cambiamos' después de dos cañas... ¿Y con seis?](https://s1.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/05/19/imagen%20web%20canas.jpg)
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Solange Vázquez
Sábado, 20 de mayo 2023, 18:43
Dos cervezas: 34 gramos de alcohol por dos tercios 'normalitos' (5% de graduación).
Lo de la caña única viene siendo un mito. Generalmente, cuando alguien dice que va a tomar una es un decir (luego viene lo de 'iba a echar una y me liaron'). ... Suelen caer, como mínimo dos, un consumo que, si es puntual, está muy admitido socialmente porque no van a ningún sitio, ni nos afectan... ¿O sí? Recurramos a los expertos, que la versión popular no vale. «Una caña tiene, al menos, 33 cc. de cerveza.Si cogemos una normalita, con un 5% de alcohol, eso equivale a 17 gramos de alcohol por caña... 34 si son dos. ¡Las cifras suben deprisa!», advierte David Avellanal, médico internista del Hospital Vithas Vitoria.
¿Y qué le pasa al organismo? Depende del peso y la talla (a los menos corpulentos les afecta más), la edad (adolescentes y mayores de 65, cuidado), del sexo (las mujeres se embriagan más), la costumbre, la genética y el metabolismo individual... Cada cual reacciona distinto. Pero, atendiendo a promedios, hay algo evidente: entre los bebedores no diarios, una sola caña en el caso de las mujeres y casi dos en los hombres ya causan «cierta desinhibición que inicialmente facilita las relaciones sociales y disminuyen el estrés, aunque este efecto desaparece rápido y necesitamos seguir bebiendo para mantenerlo», explica Avellanal. Es por eso que nos cuesta parar: esa ingesta pequeñita es suficiente para doblegar nuestra barrera de autocontrol y que digamos 'venga, va. Otra, la última'. Total, estamos tan normales, ¿no? Eso creemos, pero un testigo sobrio vería otras cosas en nosotros: «Con esa cantidad, aunque no lo notemos, ya estamos más despistados, nuestra velocidad de procesamiento cambia y, si tenemos que cambiar de una tarea a otra rápidamente, se notaría... tardaríamos un segundo o dos más. Parece poca cosa, pero, por ejemplo, en la carretera puede ser la diferencia entre tener o no un accidente», apunta la psiquiatra y divulgadora Rosa Molina, quien añade que por eso el límite legal para conducir está marcado ya en estos niveles (0,5 g/l de alcohol en sangre, lo que equivale a 0,25 mg/l en aire espirado). Un hombre de 70 a 90 kilos con dos cañas encima arroja una tasa de alcoholemia de 0'43 a 0,55 y una mujer de igual peso, de 0,68 a 0,95... Es decir, casi con seguridad estaríamos fuera de la ley (y con problemas de enfoque).
Tal y como recalca Molina, los cambios no terminan aquí. «Dos cervezas pueden ser 'sedativas', pero nos impiden llegar a las fases reparadoras del sueño». «Hay quienes metabolizan rápido y tienen más tolerancia. Otros (un tercio de los asiáticos) se embriagan con una o dos cañas», recuerda Néstor Szerman, psiquiatra del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón y presidente de la Fundación Patología Dual. Parece ser que los europeos aguantamos más que los asiáticos y americanos.
Seis cañas: 102 gramos de alcohol por tomar media docena de cervezas de 33cc.
Vamos por la sexta caña. Esto ya no está tan admitido socialmente. Estamos pasándonos de la raya y eso lo ven todos. Y nosotros mismos (al menos antes de la segunda o tercera, luego ya nos da un poco igual). Los 102 gramos de alcohol que llevamos entre pecho y espalda ya tienen efectos muy difíciles de disimular. «Algunos se duermen, otros se desinhíben o presentan hostilidad...», desgrana el psiquiatra Néstor Szerman quien indica que, pasada cierta barrera –y seis cañas suele ser pasarla–, hay personas que «presentan un consumo compulsivo, empiezan a beber más rápido y les cuesta parar la ingesta, lo que se acompaña de alteraciones como irritabilidad, hostilidad, suspicacia y pérdida de control de impulsos». Esto, subraya, es especialmente problemático en la adolescencia, cuando se alían «las conductas impulsivas de la edad y el cerebro está en desarrollo».
Sea como sea, seis tercios «ya suponen, en general, un grado de intoxicación elevado», alerta Molina. Un hombre de 70 a 90 kilos arrojaría una tasa de alcoholemia superior a 1 y una mujer, entre 2 o casi 3 si es muy menuda.
«La atención ya la tenemos totalmente mermada y también la psicomotricidad, porque nos tambaleamos, algo ya muy evidente en la mayoría de los casos», señala la psiquiatra. De hecho, si nos viésemos a nosotros mismos (estando sobrios) percibiríamos un gran cambio, porque estamos «más impulsivos y con mucho menos autocontrol, ya que el córtex prefrontal (la parte del cerebro donde reside esta capacidad) está 'desinhibido', de ahí que nos podamos poner más agresivos y hacer cosas no deseadas, como mantener relaciones sexuales de riesgo, por ejemplo».
Tal y como advierte Avellanal, en este punto de los 100 gramos de alcohol haciendo de las suyas por nuestro cuerpo, «la euforia y excitación iniciales han dado paso a la intoxicación, ya que estamos hablando de un consumo puntual y el organismo no está acostumbrado». La palabra intoxicados suena fuerte, pero es que realmente lo estamos. El alcohol es un tóxico y nuestro organismo tiene problemas para procesarlo y eliminarlo.Sobre todo porque se suele beber muy rápido, algo que empeora las cosas: «Cuanto más se bebe en un corto espacio de tiempo (el famoso 'binge-drinking' o atracón de alcohol), mayor es el riesgo de intoxicación etílica», añade Avellanal. Los españoles bebemos, de media, 9,5 litros de alcohol al año, sobre todo cerveza y vino... y algunos se empeñan en trasegárselos en unas pocas ocasiones, no 'repartidos'. Y esto significa poner a nuestro hígado en apuros, ya que sólo puede metabolizar el alcohol a razón de 10 o 20 ml la hora.
¿Y si dormimos se nos pasa antes la borrachera? No, al revés. Se ralentiza la la eliminación y podemos amanecer con una alcoholemia aún positiva, advierten los expertos.
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