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Tu cocina, tan pulcra, está llena de bichos
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Tu cocina, tan pulcra, está llena de bichos

Millones de microbios campan a sus anchas entre los trapos, la fregadera y otros rincones menos sospechosos. No suelen dar guerra, pero a nada que se pierda la higiene, cuidado

Sábado, 15 de marzo 2025, 00:24

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24 min.

La cocina es un campo de concentración de microbios. La más pulcra, infinitamente limpia a sus ojos, contiene millones de bacterias, que se reparten por todos los rincones. No es como para asustarse, pero sí para tenerlo en cuenta. Aunque cueste creerlo, el espacio donde se forjan las relaciones familiares es también el lugar de la casa donde más bichos anidan; más incluso que en el retrete, que suele estar mejor higienizado. Sólo un dato: un simple trapo, no hace falta que esté muy sucio, acumula en un día entre cien mil y un millón de microorganismos.

El cuerpo humano, según detalla el microbiólogo Mikel Urrutikoetxea, de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), está perfectamente adaptado a vivir con la mayoría de todas esas bacterias. La inmunidad, forjada durante siglos de evolución de la especie, no sólo nos defiende contra tan variada fauna, sino que ha sido capaz incluso de alistarla para el escuadrón que forma el sistema de defensas.

Aún así, hay animalejos diminutos, visibles solo al cristal del microscopio, con capacidad de revolverle a uno las tripas y mandarle al hospital. Bacterias, hongos, moho, restos biológicos, alimentos crudos... La higiene en la cocina es básica y ha de ser permanente. El experto de la SEIMC, médico adjunto del servicio de Microbiología del hospital de Basurto (Bilbao), repasa para EL CORREO las zonas y prácticas que en la cocina requieren mayor precaución.

LAS MANOS

Si hay algo que puede generar problemas por contaminación de gérmenes son las manos, especialmente las del cocinero. Es absolutamente necesario que quienes manipulan alimentos estén constantemente lavándoselas, sobre todo cuando se trabaja al mismo tiempo con productos que van a comerse cocinados (como las carnes) y crudos (como una ensalada). Una contaminación cruzada de bacterias –hablaremos de ello más adelante– puede resultar fatal para la salud.

Entre los que más guerra dan figuran los ‘Estafilococos’. Viven en la nariz y la piel de las personas sin dar la menor guerra. Cuando pasan al plato pueden provocar vómitos y diarreas; e infecciones más graves en niños, mayores de 70 años y mujeres embarazadas.

 

Especialmente problemática resulta la ‘Escherichia colli’, que forma parte de la microbiota del tracto intestinal. «No somos estériles», alerta el especialista. «Después de ir al baño, el gel hidroalcohólico resulta insuficiente si previamente uno no se ha lavado las manos».

EL FREGADERO

Éste es el lugar posiblemente más peligroso de la cocina, especialmente las canalizaciones de desagüe. Acostumbramos a tirarlo todo por ahí, olvidándonos de que puede atascarse y que todos esos restos biológicos constituyen el caldo de cultivo ideal para bacterias y otros bichos más grandes. Como los pececillos de plata, que nada tienen que ver con la historia de hoy.

Un fregadero estándar puede acumular cientos de miles de bichos. Constituye de hecho el mayor vivero de gérmenes de su domicilio. En él, las grandes colonias de patógenos encuentran alimento, cierto grado de humedad y una temperatura adecuada. Ellos, como nosotros, son fruto de la evolución de su especie, y se ven cómodos y felices con temperaturas que van desde los cuatro y seis grados hasta los 37. Sí, justo la del cuerpo humano y no por casualidad, sino porque viven entre nosotros.

En el entorno de la pileta también residen las bayetas, esponjas de cocina y estropajos, tres auténticos almacenes de morralla. Pueden desinfectarse bien dentro del lavavajillas. No mucha gente lo hace así, quizás por desconocimiento.

LOS TRAPOS DE COCINA

La recomendación de cambiarlos con regularidad no es caprichosa. Como en el fregadero, las bacterias encuentran en ellos lo necesario para sobrevivir: humedad y restos alimentarios en proceso de putrefacción.

 

Las personas con un sistema inmunitario normal no tienen por qué temerlos a todos estos bichitos, que conforman el vulgo de la microfauna culinaria. Pero niños, mayores y pacientes con la inmunidad rebajada por tratamientos o medicaciones –que cada vez son más en una población envejecida como la nuestra– podrían llegar a sufrir complicaciones serias que requieran hospitalización.

LA TABLA DE CORTAR

La cosa se complica, porque la tabla de cortar puede ser el lugar ideal para lo que se conoce con el nombre de contaminación cruzada. Ocurre cuando una carne con un germen que muere al ser cocinada se trocea con el mismo cuchillo y en la misma madera en la que luego se prepara la ensalada, que contiene productos que se comen crudos. Ahí se lleva uno una intoxicación por ‘Campylobacter’, causa común de infección intestinal. Prepárese para una gastroenteritis de campeonato.

La ‘Salmonella’, causante de la famosa salmonelosis, también es de las que llegan sin avisar. Lo normal es que se contraiga por el consumo de alimentos contaminados de origen animal, desde carne y huevos hasta leche sin pasteurizar. Es una bacteria que vive en los intestinos de las personas -forma parte de nuestra sagrada microbiota-; y también de los animales, lo que facilita contraerla por el consumo de hortalizas contaminadas por estiércol.

 

«En la cocina hay que limpiar los utensilios después de cada uso y lavarse las manos constantemente», insiste el experto de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Los utensilios de madera, recuerda Urrutikoetxea, son mejores para cocinar, pero al ser porosos facilitan la acumulación de microorganismos.

LOS ALIMENTOS

La comida, cruda o cocinada, hay que refrigerarla, debe guardarse en la nevera, precisamente para evitar la aparición de bacterias y contaminaciones cruzadas. Consumir alimentos crudos, como leche recién ordeñada, agua de manantial y verduras solo pasadas por el agua del grifo -sin cocinado- está de moda desde hace unos años. Pero va en contra de la evolución humana y supone un riesgo para la salud.

Tome nota: tuberculosis infantil, brucelosis, fiebres de Malta, salmonelosis, infecciones por ‘Escherichia coli’, ‘Clostridium botolinum’, ‘Listeria’ (causante de la listeriosis, rara, pero extremadamente grave)...

Arroz, salsas, sobras y alimentos preparados que han permanecido en reposo y a temperatura ambiente durante tiempo son el caldo de cultivo ideal para el ‘Bacillus cereus’, un bicho con nombre de guardia pretoriano, causante de vómitos y diarreas. Capítulo aparte merece la caza, especialmente la mayor, que debe ser revisada previamente por un veterinario para evitar que su carne esté infectada por algún parásito.

LOS ANIMALES DOMÉSTICOS

En la cocina, el cocinero, sus ayudantes y, si se come en ella, los comensales cuando se les llame. Saque de ella a las mascotas, que solo representan un riesgo añadido para la salud de las personas y de los propios animales. Que tengan el comedero en la cocina o coman en ella con la familia les expone a intoxicaciones alimentarias (por ‘Campylobacter’, por ejemplo), a ellos y a todos los habitantes de la casa. Ni gatos, ni perros, ni siquiera peces, nada. Sus comederos y bebederos deben situarse fuera de la cocina y la limpieza de toda esa cacharrería, también.

Si se tienen gatos, por supuesto, el arenero, también lejos de la cocina. Las mujeres embarazadas corren el riesgo de infectarse de toxoplasmosis por ‘Toxoplasma gondii’, un parásito que puede provocar aborto espontáneo y defectos congénitos en el feto. Da síntomas que despistan, similares a los de la gripe, y se contrae por contacto con heces de gato.

Aún así, hay animalejos diminutos, visibles solo al cristal del microscopio, con capacidad de revolverle a uno las tripas y mandarle al hospital. Bacterias, hongos, moho, restos biológicos, alimentos crudos... La higiene en la cocina es básica y ha de ser permanente. El experto de la SEIMC, médico adjunto del servicio de Microbiología del hospital de Basurto (Bilbao), repasa para EL CORREO las zonas y prácticas que en la cocina requieren mayor precaución.

LAS MANOS

Si hay algo que puede generar problemas por contaminación de gérmenes son las manos, especialmente las del cocinero. Es absolutamente necesario que quienes manipulan alimentos estén constantemente lavándoselas, sobre todo cuando se trabaja al mismo tiempo con productos que van a comerse cocinados (como las carnes) y crudos (como una ensalada). Una contaminación cruzada de bacterias –hablaremos de ello más adelante– puede resultar fatal para la salud.

Entre los que más guerra dan figuran los ‘Estafilococos’. Viven en la nariz y la piel de las personas sin dar la menor guerra. Cuando pasan al plato pueden provocar vómitos y diarreas; e infecciones más graves en niños, mayores de 70 años y mujeres embarazadas.

 

Especialmente problemática resulta la ‘Escherichia colli’, que forma parte de la microbiota del tracto intestinal. «No somos estériles», alerta el especialista. «Después de ir al baño, el gel hidroalcohólico resulta insuficiente si previamente uno no se ha lavado las manos».

EL FREGADERO

Éste es el lugar posiblemente más peligroso de la cocina, especialmente las canalizaciones de desagüe. Acostumbramos a tirarlo todo por ahí, olvidándonos de que puede atascarse y que todos esos restos biológicos constituyen el caldo de cultivo ideal para bacterias y otros bichos más grandes. Como los pececillos de plata, que nada tienen que ver con la historia de hoy.

Un fregadero estándar puede acumular cientos de miles de bichos. Constituye de hecho el mayor vivero de gérmenes de su domicilio. En él, las grandes colonias de patógenos encuentran alimento, cierto grado de humedad y una temperatura adecuada. Ellos, como nosotros, son fruto de la evolución de su especie, y se ven cómodos y felices con temperaturas que van desde los cuatro y seis grados hasta los 37. Sí, justo la del cuerpo humano y no por casualidad, sino porque viven entre nosotros.

En el entorno de la pileta también residen las bayetas, esponjas de cocina y estropajos, tres auténticos almacenes de morralla. Pueden desinfectarse bien dentro del lavavajillas. No mucha gente lo hace así, quizás por desconocimiento.

LOS TRAPOS DE COCINA

La recomendación de cambiarlos con regularidad no es caprichosa. Como en el fregadero, las bacterias encuentran en ellos lo necesario para sobrevivir: humedad y restos alimentarios en proceso de putrefacción.

 

Las personas con un sistema inmunitario normal no tienen por qué temerlos a todos estos bichitos, que conforman el vulgo de la microfauna culinaria. Pero niños, mayores y pacientes con la inmunidad rebajada por tratamientos o medicaciones –que cada vez son más en una población envejecida como la nuestra– podrían llegar a sufrir complicaciones serias que requieran hospitalización.

LA TABLA DE CORTAR

La cosa se complica, porque la tabla de cortar puede ser el lugar ideal para lo que se conoce con el nombre de contaminación cruzada. Ocurre cuando una carne con un germen que muere al ser cocinada se trocea con el mismo cuchillo y en la misma madera en la que luego se prepara la ensalada, que contiene productos que se comen crudos. Ahí se lleva uno una intoxicación por ‘Campylobacter’, causa común de infección intestinal. Prepárese para una gastroenteritis de campeonato.

La ‘Salmonella’, causante de la famosa salmonelosis, también es de las que llegan sin avisar. Lo normal es que se contraiga por el consumo de alimentos contaminados de origen animal, desde carne y huevos hasta leche sin pasteurizar. Es una bacteria que vive en los intestinos de las personas -forma parte de nuestra sagrada microbiota-; y también de los animales, lo que facilita contraerla por el consumo de hortalizas contaminadas por estiércol.

 

«En la cocina hay que limpiar los utensilios después de cada uso y lavarse las manos constantemente», insiste el experto de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Los utensilios de madera, recuerda Urrutikoetxea, son mejores para cocinar, pero al ser porosos facilitan la acumulación de microorganismos.

LOS ALIMENTOS

La comida, cruda o cocinada, hay que refrigerarla, debe guardarse en la nevera, precisamente para evitar la aparición de bacterias y contaminaciones cruzadas. Consumir alimentos crudos, como leche recién ordeñada, agua de manantial y verduras solo pasadas por el agua del grifo -sin cocinado- está de moda desde hace unos años. Pero va en contra de la evolución humana y supone un riesgo para la salud.

Tome nota: tuberculosis infantil, brucelosis, fiebres de Malta, salmonelosis, infecciones por ‘Escherichia coli’, ‘Clostridium botolinum’, ‘Listeria’ (causante de la listeriosis, rara, pero extremadamente grave)...

Arroz, salsas, sobras y alimentos preparados que han permanecido en reposo y a temperatura ambiente durante tiempo son el caldo de cultivo ideal para el ‘Bacillus cereus’, un bicho con nombre de guardia pretoriano, causante de vómitos y diarreas. Capítulo aparte merece la caza, especialmente la mayor, que debe ser revisada previamente por un veterinario para evitar que su carne esté infectada por algún parásito.

LOS ANIMALES DOMÉSTICOS

En la cocina, el cocinero, sus ayudantes y, si se come en ella, los comensales cuando se les llame. Saque de ella a las mascotas, que solo representan un riesgo añadido para la salud de las personas y de los propios animales. Que tengan el comedero en la cocina o coman en ella con la familia les expone a intoxicaciones alimentarias (por ‘Campylobacter’, por ejemplo), a ellos y a todos los habitantes de la casa. Ni gatos, ni perros, ni siquiera peces, nada. Sus comederos y bebederos deben situarse fuera de la cocina y la limpieza de toda esa cacharrería, también.

Si se tienen gatos, por supuesto, el arenero, también lejos de la cocina. Las mujeres embarazadas corren el riesgo de infectarse de toxoplasmosis por ‘Toxoplasma gondii’, un parásito que puede provocar aborto espontáneo y defectos congénitos en el feto. Da síntomas que despistan, similares a los de la gripe, y se contrae por contacto con heces de gato.

Aún así, hay animalejos diminutos, visibles solo al cristal del microscopio, con capacidad de revolverle a uno las tripas y mandarle al hospital. Bacterias, hongos, moho, restos biológicos, alimentos crudos... La higiene en la cocina es básica y ha de ser permanente. El experto de la SEIMC, médico adjunto del servicio de Microbiología del hospital de Basurto (Bilbao), repasa para EL CORREO las zonas y prácticas que en la cocina requieren mayor precaución.

LAS MANOS

Si hay algo que puede generar problemas por contaminación de gérmenes son las manos, especialmente las del cocinero. Es absolutamente necesario que quienes manipulan alimentos estén constantemente lavándoselas, sobre todo cuando se trabaja al mismo tiempo con productos que van a comerse cocinados (como las carnes) y crudos (como una ensalada). Una contaminación cruzada de bacterias –hablaremos de ello más adelante– puede resultar fatal para la salud.

Entre los que más guerra dan figuran los ‘Estafilococos’. Viven en la nariz y la piel de las personas sin dar la menor guerra. Cuando pasan al plato pueden provocar vómitos y diarreas; e infecciones más graves en niños, mayores de 70 años y mujeres embarazadas.

Especialmente problemática resulta la ‘Escherichia colli’, que forma parte de la microbiota del tracto intestinal. «No somos estériles», alerta el especialista. «Después de ir al baño, el gel hidroalcohólico resulta insuficiente si previamente uno no se ha lavado las manos».

EL FREGADERO

Éste es el lugar posiblemente más peligroso de la cocina, especialmente las canalizaciones de desagüe. Acostumbramos a tirarlo todo por ahí, olvidándonos de que puede atascarse y que todos esos restos biológicos constituyen el caldo de cultivo ideal para bacterias y otros bichos más grandes. Como los pececillos de plata, que nada tienen que ver con la historia de hoy.

Un fregadero estándar puede acumular cientos de miles de bichos. Constituye de hecho el mayor vivero de gérmenes de su domicilio. En él, las grandes colonias de patógenos encuentran alimento, cierto grado de humedad y una temperatura adecuada. Ellos, como nosotros, son fruto de la evolución de su especie, y se ven cómodos y felices con temperaturas que van desde los cuatro y seis grados hasta los 37. Sí, justo la del cuerpo humano y no por casualidad, sino porque viven entre nosotros.

En el entorno de la pileta también residen las bayetas, esponjas de cocina y estropajos, tres auténticos almacenes de morralla. Pueden desinfectarse bien dentro del lavavajillas. No mucha gente lo hace así, quizás por desconocimiento.

LOS TRAPOS DE COCINA

La recomendación de cambiarlos con regularidad no es caprichosa. Como en el fregadero, las bacterias encuentran en ellos lo necesario para sobrevivir: humedad y restos alimentarios en proceso de putrefacción.

 

Las personas con un sistema inmunitario normal no tienen por qué temerlos a todos estos bichitos, que conforman el vulgo de la microfauna culinaria. Pero niños, mayores y pacientes con la inmunidad rebajada por tratamientos o medicaciones –que cada vez son más en una población envejecida como la nuestra– podrían llegar a sufrir complicaciones serias que requieran hospitalización.

LA TABLA DE CORTAR

La cosa se complica, porque la tabla de cortar puede ser el lugar ideal para lo que se conoce con el nombre de contaminación cruzada. Ocurre cuando una carne con un germen que muere al ser cocinada se trocea con el mismo cuchillo y en la misma madera en la que luego se prepara la ensalada, que contiene productos que se comen crudos. Ahí se lleva uno una intoxicación por ‘Campylobacter’, causa común de infección intestinal. Prepárese para una gastroenteritis de campeonato.

La ‘Salmonella’, causante de la famosa salmonelosis, también es de las que llegan sin avisar. Lo normal es que se contraiga por el consumo de alimentos contaminados de origen animal, desde carne y huevos hasta leche sin pasteurizar. Es una bacteria que vive en los intestinos de las personas -forma parte de nuestra sagrada microbiota-; y también de los animales, lo que facilita contraerla por el consumo de hortalizas contaminadas por estiércol.

 

«En la cocina hay que limpiar los utensilios después de cada uso y lavarse las manos constantemente», insiste el experto de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Los utensilios de madera, recuerda Urrutikoetxea, son mejores para cocinar, pero al ser porosos facilitan la acumulación de microorganismos.

LOS ALIMENTOS

La comida, cruda o cocinada, hay que refrigerarla, debe guardarse en la nevera, precisamente para evitar la aparición de bacterias y contaminaciones cruzadas. Consumir alimentos crudos, como leche recién ordeñada, agua de manantial y verduras solo pasadas por el agua del grifo -sin cocinado- está de moda desde hace unos años. Pero va en contra de la evolución humana y supone un riesgo para la salud.

Tome nota: tuberculosis infantil, brucelosis, fiebres de Malta, salmonelosis, infecciones por ‘Escherichia coli’, ‘Clostridium botolinum’, ‘Listeria’ (causante de la listeriosis, rara, pero extremadamente grave)...

Arroz, salsas, sobras y alimentos preparados que han permanecido en reposo y a temperatura ambiente durante tiempo son el caldo de cultivo ideal para el ‘Bacillus cereus’, un bicho con nombre de guardia pretoriano, causante de vómitos y diarreas. Capítulo aparte merece la caza, especialmente la mayor, que debe ser revisada previamente por un veterinario para evitar que su carne esté infectada por algún parásito.

LOS ANIMALES DOMÉSTICOS

En la cocina, el cocinero, sus ayudantes y, si se come en ella, los comensales cuando se les llame. Saque de ella a las mascotas, que solo representan un riesgo añadido para la salud de las personas y de los propios animales. Que tengan el comedero en la cocina o coman en ella con la familia les expone a intoxicaciones alimentarias (por ‘Campylobacter’, por ejemplo), a ellos y a todos los habitantes de la casa. Ni gatos, ni perros, ni siquiera peces, nada. Sus comederos y bebederos deben situarse fuera de la cocina y la limpieza de toda esa cacharrería, también.

Si se tienen gatos, por supuesto, el arenero, también lejos de la cocina. Las mujeres embarazadas corren el riesgo de infectarse de toxoplasmosis por ‘Toxoplasma gondii’, un parásito que puede provocar aborto espontáneo y defectos congénitos en el feto. Da síntomas que despistan, similares a los de la gripe, y se contrae por contacto con heces de gato.

Aún así, hay animalejos diminutos, visibles solo al cristal del microscopio, con capacidad de revolverle a uno las tripas y mandarle al hospital. Bacterias, hongos, moho, restos biológicos, alimentos crudos... La higiene en la cocina es básica y ha de ser permanente. El experto de la SEIMC, médico adjunto del servicio de Microbiología del hospital de Basurto (Bilbao), repasa para EL CORREO las zonas y prácticas que en la cocina requieren mayor precaución.

LAS MANOS

Si hay algo que puede generar problemas por contaminación de gérmenes son las manos, especialmente las del cocinero. Es absolutamente necesario que quienes manipulan alimentos estén constantemente lavándoselas, sobre todo cuando se trabaja al mismo tiempo con productos que van a comerse cocinados (como las carnes) y crudos (como una ensalada). Una contaminación cruzada de bacterias –hablaremos de ello más adelante– puede resultar fatal para la salud.

Entre los que más guerra dan figuran los ‘Estafilococos’. Viven en la nariz y la piel de las personas sin dar la menor guerra. Cuando pasan al plato pueden provocar vómitos y diarreas; e infecciones más graves en niños, mayores de 70 años y mujeres embarazadas.

Especialmente problemática resulta la ‘Escherichia colli’, que forma parte de la microbiota del tracto intestinal. «No somos estériles», alerta el especialista. «Después de ir al baño, el gel hidroalcohólico resulta insuficiente si previamente uno no se ha lavado las manos».

EL FREGADERO

Éste es el lugar posiblemente más peligroso de la cocina, especialmente las canalizaciones de desagüe. Acostumbramos a tirarlo todo por ahí, olvidándonos de que puede atascarse y que todos esos restos biológicos constituyen el caldo de cultivo ideal para bacterias y otros bichos más grandes. Como los pececillos de plata, que nada tienen que ver con la historia de hoy.

Un fregadero estándar puede acumular cientos de miles de bichos. Constituye de hecho el mayor vivero de gérmenes de su domicilio. En él, las grandes colonias de patógenos encuentran alimento, cierto grado de humedad y una temperatura adecuada. Ellos, como nosotros, son fruto de la evolución de su especie, y se ven cómodos y felices con temperaturas que van desde los cuatro y seis grados hasta los 37. Sí, justo la del cuerpo humano y no por casualidad, sino porque viven entre nosotros.

En el entorno de la pileta también residen las bayetas, esponjas de cocina y estropajos, tres auténticos almacenes de morralla. Pueden desinfectarse bien dentro del lavavajillas. No mucha gente lo hace así, quizás por desconocimiento.

LOS TRAPOS DE COCINA

La recomendación de cambiarlos con regularidad no es caprichosa. Como en el fregadero, las bacterias encuentran en ellos lo necesario para sobrevivir: humedad y restos alimentarios en proceso de putrefacción.

 

Las personas con un sistema inmunitario normal no tienen por qué temerlos a todos estos bichitos, que conforman el vulgo de la microfauna culinaria. Pero niños, mayores y pacientes con la inmunidad rebajada por tratamientos o medicaciones –que cada vez son más en una población envejecida como la nuestra– podrían llegar a sufrir complicaciones serias que requieran hospitalización.

LA TABLA DE CORTAR

La cosa se complica, porque la tabla de cortar puede ser el lugar ideal para lo que se conoce con el nombre de contaminación cruzada. Ocurre cuando una carne con un germen que muere al ser cocinada se trocea con el mismo cuchillo y en la misma madera en la que luego se prepara la ensalada, que contiene productos que se comen crudos. Ahí se lleva uno una intoxicación por ‘Campylobacter’, causa común de infección intestinal. Prepárese para una gastroenteritis de campeonato.

La ‘Salmonella’, causante de la famosa salmonelosis, también es de las que llegan sin avisar. Lo normal es que se contraiga por el consumo de alimentos contaminados de origen animal, desde carne y huevos hasta leche sin pasteurizar. Es una bacteria que vive en los intestinos de las personas -forma parte de nuestra sagrada microbiota-; y también de los animales, lo que facilita contraerla por el consumo de hortalizas contaminadas por estiércol.

 

«En la cocina hay que limpiar los utensilios después de cada uso y lavarse las manos constantemente», insiste el experto de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Los utensilios de madera, recuerda Urrutikoetxea, son mejores para cocinar, pero al ser porosos facilitan la acumulación de microorganismos.

LOS ALIMENTOS

La comida, cruda o cocinada, hay que refrigerarla, debe guardarse en la nevera, precisamente para evitar la aparición de bacterias y contaminaciones cruzadas. Consumir alimentos crudos, como leche recién ordeñada, agua de manantial y verduras solo pasadas por el agua del grifo -sin cocinado- está de moda desde hace unos años. Pero va en contra de la evolución humana y supone un riesgo para la salud.

Tome nota: tuberculosis infantil, brucelosis, fiebres de Malta, salmonelosis, infecciones por ‘Escherichia coli’, ‘Clostridium botolinum’, ‘Listeria’ (causante de la listeriosis, rara, pero extremadamente grave)...

Arroz, salsas, sobras y alimentos preparados que han permanecido en reposo y a temperatura ambiente durante tiempo son el caldo de cultivo ideal para el ‘Bacillus cereus’, un bicho con nombre de guardia pretoriano, causante de vómitos y diarreas. Capítulo aparte merece la caza, especialmente la mayor, que debe ser revisada previamente por un veterinario para evitar que su carne esté infectada por algún parásito.

LOS ANIMALES DOMÉSTICOS

En la cocina, el cocinero, sus ayudantes y, si se come en ella, los comensales cuando se les llame. Saque de ella a las mascotas, que solo representan un riesgo añadido para la salud de las personas y de los propios animales. Que tengan el comedero en la cocina o coman en ella con la familia les expone a intoxicaciones alimentarias (por ‘Campylobacter’, por ejemplo), a ellos y a todos los habitantes de la casa. Ni gatos, ni perros, ni siquiera peces, nada. Sus comederos y bebederos deben situarse fuera de la cocina y la limpieza de toda esa cacharrería, también.

Si se tienen gatos, por supuesto, el arenero, también lejos de la cocina. Las mujeres embarazadas corren el riesgo de infectarse de toxoplasmosis por ‘Toxoplasma gondii’, un parásito que puede provocar aborto espontáneo y defectos congénitos en el feto. Da síntomas que despistan, similares a los de la gripe, y se contrae por contacto con heces de gato.

«Vivimos rodeados de microorganismos», resume el microbiólogo vasco Mikel Urrutikoetxea. «Los hay por todas partes y en algunos sitios, como las cocinas, en mayor proporción. Por suerte -tranquiliza-, las condiciones higiénicas normales, como lavarse las manos antes de cocinar y mantener los utensilios y superficies limpios, suelen valer para protegernos». La prevención es la mejor receta.

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