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Barron Trump, el as en la manga de Melania... ¿y el heredero del clan?

El hijo del presidente y su poder en la sombra

Barron Trump, el as en la manga de Melania... ¿y el heredero del clan?

El benjamín de los Trump ha pasado de ser considerado por la prensa norteamericana como un niño extraño con problemas de sociabilidad a destaparse como el joven Maquiavelo que ha logrado cautivar el voto de la generación Z. Su influencia en la cabeza de su padre es cada vez mayor. Es el gran triunfo de mamá Melania; un triunfo con sabor a revancha.

Viernes, 07 de Febrero 2025, 12:41h

Tiempo de lectura: 10 min

Barron Trump acaparó todas las miradas durante la ceremonia de inauguración de la presidencia de Estados Unidos. ¿Quién es ese chico con aire melancólico que le sacaba un palmo a todos los invitados? A sus 18 años y más de dos metros de altura, el benjamín de los Trump estuvo por primera vez en el centro del escrutinio público, estratégicamente situado junto a su madre, Melania, y guardando las espaldas del presidente, del que es un calco con 60 años menos.

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Inseparables. Durante el primer mandato de Trump, Barron y su madre (en la foto, cuando era un niño) ni siquiera residieron en la Casa Blanca. Ahora, ambos se han apresurado a instalarse con el presidente en Washington.

Llevaba el cabello con gomina; camisa blanca, traje azul marino de Pearce Bespoke –una franquicia de sastrerías exclusivas– y corbata italiana. Sus gestos proyectaban seguridad y una dignidad casi monástica. Fue el único, además, que se portó con un mínimo de cortesía con los perdedores, estrechando la mano de Biden y departiendo con Kamala. En definitiva, fue la presentación en sociedad perfecta. El gran triunfo de mamá Melania; un triunfo con sabor a revancha.

Los medios escarban en su biografía lo poco que se puede rascar. Hasta la fecha era el último en la línea de sucesión entre una prole que siempre ha competido por el foco a dentellada limpia. ¿Qué se sabe de él? Que fue un niño mimado, que despedía a sus niñeras cuando tenía un berrinche y que Melania lo untaba con cremas de caviar. Un prisionero de lujo en el ático marfileño de la Trump Tower.

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'Minidonald'. Lo llamaban 'Minidonald' por el parecido con su padre, pero ahora que mide dos metros ya no cabe usar el diminutivo.

De la noche a la mañana, el péndulo ha oscilado. Al pobre niño rico se lo describe ahora como un samurái de las finanzas descentralizadas, el nuevo mantra de Wall Street, ese laberinto de criptomonedas y activos digitales que promete revolucionar los negocios y hasta el concepto mismo de dinero. Mini-Donald, como lo apodan desde niño por el parecido físico con su padre, que a los 78 años podría ser su abuelo, emerge en los titulares como el joven Maquiavelo que ha logrado cautivar el voto de la generación Z. Todo un giro narrativo para alguien que nunca ha concedido una entrevista, jamás ha publicado en redes sociales, ni siquiera existe constancia de que haya pronunciado una sola palabra en público con intención de que fuera registrada.

Barron es el impulsor del token o certificado digital que su padre planea usar para convertir Gaza en la nueva Riviera, previa deportación masiva. Con él podrá poner a la venta 'trocitos digitales' de terrenos y edificios

Las piezas periodísticas juntan migajas: que si jugaba al fútbol en el colegio (no al fútbol americano); que si pasaba horas enganchado a Roblox, una plataforma donde los usuarios juegan a videojuegos creados por ellos mismos; su afición al anime (las series de animación japonesas) y al K-pop (la música pop coreana)… Pero el gen del negociante lo tiene. Todavía ni se afeitaba y ya había fundado una empresa inmobiliaria con un par de compañeros de Oxbridge Academy, el elitista colegio de Palm Beach al que asistió tras dejar la Casa Blanca cuando Donald Trump perdió las elecciones de 2020.

Los 'bros' de Barron

Bo Loudon (primero por la derecha) es uno de los pocos amigos conocidos de Barron. Influencer de 17 años, está entre los artífices de la estrategia para captar el voto de la generación Z. Eso incluyó la intervención de Donald Trump en pódcast misóginos que reducen la masculinidad al éxito empresarial. Algunos de esos amigos fueron invitados destacados en Mar-a-Lago al final de campaña, como muestra la foto.

1. Colby Covington, el luchador: Colby Covington es un profesional de las artes marciales mixtas. Fanático de Trump, en 2018 ya le entregó el trofeo de Campeón de Peso Wélter que acababa de lograr.

2. Justin Waller, el constructor: Justin Waller, empresario de la construc- ción en Luisiana, lleva un pódcast en el que aconseja cómo triunfar con «disciplina
y trabajo duro».

3. Patrick Bet-David, el... Leer más

En los pasillos de la Universidad de Nueva York (NYU), donde Barron está cursando el primer año de Empresariales, los estudiantes lo graban a escondidas y comparten los vídeos en redes. Nadie interactúa con él, pero todos quieren documentar el avistamiento. La decisión de Barron de estudiar en una de las universidades más liberales del país tiene más de pragmática que de rebelde: la escuela de negocios, la prestigiosa Stern School of Business, está a diez minutos en coche (con chófer) de la Trump Tower, donde Barron sigue teniendo su habitación.

Los rumores infundados sobre si Barron podría estar dentro del espectro autista circulan desde 2016. Melania describe «el impacto devastador que esos comentarios tuvieron en mi hijo». Y construyó una muralla alrededor de él

Pero la vida social de Barron ocurre muy lejos de la universidad. Su círculo íntimo refleja el advenimiento de un nuevo establishment. Su mejor amigo es Bo Loudon, hijo de Trevor y Kaya Loudon: él, un exsenador reconvertido en promotor inmobiliario; ella, una concursante de realities que saltó a la fama divulgando teorías conspiranoicas en Fox News. Barron y Bo se conocieron durante los veranos en Mar-a-Lago, donde el clan Trump ha construido su ostentosa versión de Camelot. Su dinámica recuerda a la que tenía Shrek, el ogro taciturno, con el asno locuaz e impertinente: uno incapaz de abrir la boca, el otro de cerrarla, pero siempre juntos. Mientras Barron calla, Loudon inunda las redes sociales con memes que amplifican el evangelio trumpista: desde las diatribas contra los inmigrantes hasta la negación del cambio climático.

Un ejemplo: la devastación de los incendios de Los Ángeles sería culpa de los ecologistas que para salvar a un pez en extinción dejaron sin agua a los bomberos. Loudon no es solo su amigo de la infancia, sino el paladín que lo guía para entrar en un mundo adulto lleno de testosterona: la adrenalina de las inversiones en criptomonedas, el culto a los luchadores de artes marciales mixtas y la devoción por los pódcast de la derecha alternativa. Estas son algunas de las aficiones de una nueva aristocracia digital definida por una masculinidad agresiva en la que, por su apariencia casi desvalida, Barron no pega ni con cola.

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Cada vez más blindado. No es frecuente ver a padre e hijo tener gestos cariñosos entre ellos, pero en la campaña de 2016 sí se registraron algunos. Desde el año pasado, Barron estudia en la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, adonde llega siempre rodeado de extraordinarias medidas de seguridad.

Pero este contraste esconde una historia más profunda. Los rumores infundados sobre si Barron Trump podría estar en el espectro autista circulan desde 2016, algo que Melania aborda en sus memorias, describiendo el «impacto devastador que tuvieron en mi hijo, que en ese momento solo tenía 10 años». Melania describe «el terrible acoso al que se vio sometido en las redes». Y que podría explicar su reticencia a expresarse en público y su preferencia por los espacios controlados. No es solo un joven tímido, es alguien que aprendió que cada uno de sus gestos iba a ser diseccionado. «Le inculqué que nunca iba a tener una vida 'normal'. Y que tendría que asumirlo», confiesa Melania, que optó por construir una muralla alrededor de su hijo.

La guardia pretoriana la formaron sus abuelos eslovenos. Viktor Knavs, un vendedor de coches que no conseguiría la nacionalidad americana hasta 2018, y Amalija, quien falleció en 2024. La abuela, sobre todo, era una presencia constante, cocinando para Barron platos de su tierra. Donald Trump incluso ha bromeado diciendo que la estatura de su hijo se debe a la sopa trajana y al burek que Amalija le preparaba. Hay quien dice que Barron se expresaba con más soltura en esloveno que en inglés. Esta burbuja balcánica se trasladó a la Casa Blanca, donde Barron se convirtió en el primer niño varón en vivir allí desde John F. Kennedy Jr. Nadie había pensado en redecorar las habitaciones infantiles en sesenta años. Todas estaban diseñadas para niñas. Melania cuenta que se ocupó personalmente de crear un espacio adecuado para su hijo. Y narra también un episodio traumático.

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Sin contacto. En el primer mandato de Trump, una imagen habitual era ver a Barron caminar detrás de sus padres sin contacto alguno. Una distancia especialmente sorprendente después de los Obama, que abrazaban y acompañaban siempre a sus hijas cuando estaban ante los medios.

En mayo de 2020, durante las protestas por el asesinato de George Floyd, la familia Trump fue evacuada al búnker subterráneo, donde los teléfonos móviles dejan de funcionar. El adolescente, que creció entre pantallas, forzado a una desconexión total en las entrañas de la tierra mientras arriba la multitud gritaba consignas contra su padre, se agobió. Barron experimentó una de las emociones humanas más intensas: el miedo.

Pero no solo el mundo exterior puede ser hostil, también la familia. Mientras sus hermanastros mayores, Don Jr., Eric e Ivanka (Tiffany prefirió un perfil bajo), cultivaban sus personajes públicos, el niño que «siempre estaba en casa, delante del ordenador», según su propio padre, se preparaba para navegar un mundo donde el poder real es cada vez más virtual. De hecho, fue Barron quien convenció a Donald Trump de que la clave para conquistar el voto joven estaba en plataformas como Twitch y en aparecer en algunos pódcast como el de Joe Rogan.

Barron ha tomado la delantera en la sucesión del imperio familiar. Sus hermanos han caído en desgracia uno tras otro. Ya se hacen apuestas sobre si se postulará a la Casa Blanca

Otras figuras importantes en la vida y, sobre todo, en los negocios de Barron son Carter Fulcher, heredero de una prominente familia inmobiliaria de Idaho y primo del congresista republicano Russ Fulcher, y Cameron Roxburgh, compañero de pupitre en la Academia Oxbridge. Son, además, sus socios en Trump, Fulcher & Roxburgh Capital Inc. La compañía tiene planes ambiciosos para sembrar de resorts y campos de golf las praderas del Medio Oeste.

Es precisamente en los campos de golf, otro territorio acotado y seguro, donde padre e hijo conversan. Y donde Barron hace de consigliere, ilustrando al anciano político y hombre de negocios sobre las nuevas oportunidades del mundo cripto. Cuenta Wired que Trump lanzó su 'memecoin' (una criptomoneda de broma) para celebrar su victoria electoral, y se forró cuando su valor se disparó de un día para otro, «lo que significa que otros muchos que vinieron detrás perdieron dinero, porque así funcionan estas monedas especulativas sostenidas en el puro aire».

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Un nuevo club de fans. En el cierre de la campaña, Barron se reveló por primera vez como 'un activo' político. De repente, suscitaba interés entre los fans de Trump. Y, aunque seguía caminando por detrás, acabó ocupando un lugar destacado en los actos políticos.

Melania siguió el ejemplo con su propia 'memecoin', pero Barron ha tomado un camino diferente: su token, un instrumento innovador lanzado a través de la plataforma digital de la familia, World Liberty Financial, está diseñado para impulsar el negocio inmobiliario. Estos certificados digitales permiten ser propietario de una fracción de un rascacielos o un centro comercial. Trump ya ha dejado caer que está dispuesto a urbanizar Gaza, previo 'desahucio' masivo de sus actuales inquilinos, y este sistema permitiría que cualquiera pueda invertir en el proyecto comprando «trocitos digitales» de los futuros edificios. ¿Disparatado? Ya nada nos sorprende.

El último de los vástagos de Trump ha tomado la delantera sin hacer ruido. Sus hermanos mayores parecen haber caído uno tras otro: Don Jr. y Eric relegados a papeles menores (aunque la esposa de este último, Lara, logró posicionarse como jefa de campaña), mientras que Ivanka y su marido, Jared Kushner, están marcados desde que no respaldaron ante el juez la versión de Donald Trump sobre el asalto al Capitolio. ¿Ha conseguido Melania lo que parecía imposible: que Barron sea el heredero del imperio? Ya se hacen apuestas sobre si se postulará algún día a la Casa Blanca. Aunque, por edad (el mínimo legal son 35 años), no podría presentarse hasta las elecciones de 2044... No es muy hablador, pero puede que para entonces los presidentes ni siquiera nos dirijan la palabra.