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NATIVIDAD PULIDO
Viernes, 19 de junio 2009, 02:27
Si la fama se contabiliza en cámaras de televisión y fotógrafos por metro cuadrado a tu alrededor, no hay duda alguna: Annie Leibovitz es tan célebre o más que las personas que retrata. Es Annie Superstar, aunque su fama de diva se diluye en la distancia corta, donde gana muchos enteros. Es una gran profesional y así lo demostró ayer en la multitudinaria rueda de prensa de presentación de la muestra 'Annie Leibovitz. Vida de una fotógrafa 1990-2005', que, tras su paso por Estados Unidos, París, Londres y Berlín, llega a la sala Alcalá 31 de la capital gracias a la Comunidad de Madrid.
Son 200 imágenes, en las que se combinan encargos (algunas fotografías ya son iconos, como la de una embarazadísima Demi Moore desnuda), con fotos del álbum familiar, incluyendo la lucha contra el cáncer y muerte de su compañera durante casi 20 años, la escritora Susan Sontag, o la muerte de su padre. Es, como dice Esperanza Aguirre, el autorretrato de una revolucionaria de la fotografía. Su mejor autorretrato.
A punto de cumplir los 60, se conserva estupendamente. De negro riguroso (camisa, pantalón y unas Nike XXL que delatan sus enormes pies), posaba sin rechistar, sin un mal gesto, y atendía las entrevistas concertadas. Entre ellas con Hoy. ¿Cansada? Lleva tres horas con nosotros. «No. Es un placer charlar con gente de España, porque todos hablan como poetas».
-Al comienzo de su carrera dijo que «daba cierto aire de dignidad tomar imágenes de famosos». Parece que una «celebrity» no lo es del todo hasta que es retratada por usted. ¿No le molesta quedar encasillada como fotógrafa de celebridades?
-Para mí es un poco frustrante. No me gusta la palabra celebrity. Comencé en 'Rolling Stone' retratando a gente que lo que hacía, lo hacía bien: escritores, actores, atletas... Lo primero es siempre la fotografía, antes que la gente famosa; ha sido mi primer amor. Cuando era joven pensaba que la gente tenía suerte por estar en mis fotos. Me gusta fotografiar a personas que admiro y que me importa lo que hacen. Con mis fotos espero dar una idea de cómo es nuestro tiempo.
-¿Debe un buen retrato revelar lo que uno no sabe de sí mismo?
-No necesariamente, a veces fotografío a gente antes de ser conocida. Sólo trato de tomar una buena foto de esa persona y quizá no muestre tanto, no revele tanto... Me gustaría cada vez que hago una foto lograr algo que no se espera. Es una crítica que se ha hecho a veces a mi trabajo: decían que no mostraba nada nuevo. Pero pienso que es suficiente. Lo que ves es lo que consigues... No hay más.
-En Sarajevo tuvo algunos problemas con otros fotógrafos, que se preguntaban qué hacía allí alguien como usted. ¿Siente que se le ha discriminado o tachado de frívola, de falta de compromiso por su trabajo?
-Mucho de eso fue una paranoia mía. Realmente, sólo un fotógrafo preguntó qué hacía yo allí. Cuando estás en esas situaciones, los periodistas y fotógrafos están encantados de ver a cualquier persona que pueda continuar contando esa historia. Alguna vez he creído que se me ha dejado de lado porque no se me tomaba en serio. Pero cuando estás en una situaciónd de guerra, está la vida y está la muerte. He aprendido mucho de los fotógrafos de guerra. Quería hacer algo: no era sólo ayudar, sino implicarme.
-Susan Sontag le dijo en cierta ocasión que usted era buena fotógrafa pero que podía ser mejor. ¿Le pidió explicaciones?
-(Se ríe) Dijo lo que dijo. Ella era muy, muy dura. Era muy difícil de complacer. Desde que la conocí, traté de complacerla pero no siempre funcionaba. Estaba subiendo el listón en todo momento. Sabía cómo me estaba implicando y cómo con ella me iba a hacer una persona mejor y una fotógrafa mejor. Estaba preparada para ello. Fue una crítica muy dura, pero también una gran admiradora, mi mayor fan. Tenía un inmenso apetito de cultura, le encantaba la vida, la adoraba. Era 17 años mayor que yo y era superactiva, mucho más que yo. Siempre iba delante y me dejaba atrás. Era una persona extraordinaria.
-¿Fue tan grande el enfado de la Reina Isabel II con su posado o es sólo una leyenda urbana?
-Todo es un mito. Fue una situación muy tonta. Estoy acostumbrada a que a la gente no le guste demasiado que le hagan una foto, es como ir al dentista. La BBC estaba intentando hacer su historia: parecía que se estaba yendo de la sala, pero estaba entrando. Estuvo allí más tiempo del previsto y asumió las órdenes que se le daban. Pensé que iba a ser duro. ¿Qué va a pasar?, me preguntaba yo. Ella hizo lo que tenía que hacer. La vi un poco frágil y vulnerable. Tiene más de 80 años. Y a esa edad tiene derecho a ser refunfuñona.
-En su campaña para Vuitton con Gorbachov, ¿quién eligió una revista con el titular 'Asesinato de Litvinenko: 7.000 dólares por la traición' saliendo del bolso: Gorbachov o usted?
-No creo que fuera intencionado, simplemente pasó. Fue una idea del director artístico ponerle junto a lo que queda del Muro de Berlín. Fue interesante. Lo sorprendente es que alguien como Gorbachov aceptase hacer una publicidad de Vuitton.
- Se ha publicado que ha vendido los derechos de algunas imágenes. ¿Es así? ¿Por qué?
- Nunca los he vendido. Estoy pasando por un problema financiero y estoy tratando de solucionarlo en este momento, pero yo tengo todos los derechos de mis fotos.
-Hizo un retrato de Obama antes de ser elegido presidente. ¿Qué puesta en escena elegiría si le hiciera ahora otro retrato?
-Yo quería fotografiarlo en el despacho oval, pero no tuve la oportunidad tras ser elegido. Espero hacer un trabajo con él muy pronto. Probablemente haré varios viajes, que me llevarán varios meses. Será un reportaje. Es un momento extraordinario y no quiero perdérmelo: espero pasar tiempo allí, ir a la Casa Blanca...
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