¿Qué ha pasado hoy, 24 de febrero, en Extremadura?
Vacada de raza avileña en plena trashumancia en el pasado mes de junio. HOY

Cerca de 3.000 vacas avileñas continúan la tradición de la trashumancia

En busca de pastos. En las últimas semanas las vacadas han subido hacia la sierra de Gredos tras pasar en las dehesas extremeñas el invierno y la primavera

Viernes, 7 de agosto 2020, 12:54

El verano en el norte, el invierno en el sur. Buscando el buen tiempo. El fresco de la sierra de Gredos durante los meses de más calor y las temperaturas templadas de las dehesas extremeñas en la época de más frío. Así vive una parte de la cabaña bovina, poca y cada vez menos, de raza avileña de nuestro país.

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La trashumancia no es un capricho. Los ganaderos que mueven a sus animales lo hacen por dos motivos. El primero es económico. Alimentar a las vacas a base de pienso cuando no queda una brizna de hierba en el campo extremeño es muy caro, como tampoco es viable que los animales sobrevivan a los rigores de un invierno de nieves en el sistema central.

La segunda causa tiene más que ver con la calidad de sus productos. La raza avileña se dedica a la producción de carne. «Aprovechamos los pastos de cada zona en su momento óptimo», dice Alonso Álvarez de Toledo, propietario de una ganadería y presidente de la Asociación Española de Criadores de Ganado Vacuno Selecto Raza Avileña-Negra Ibérica. «Es como si tuviésemos dos primaveras», añade Pedro Herráiz, secretario de la misma entidad.

El movimiento de los animales también beneficia a la infiltración de grasa en la carne y mejora el producto final. «La trashumancia afecta de manera muy positiva a la calidad de la carne», indica Álvarez de Toledo, que es un firme defensor de la trashumancia a pie.

En la actualidad son unas 3.000 cabezas de ganado avileño las que se mueven por las cañadas y cordeles hacia el norte en junio y hacia el sur entre noviembre y diciembre. Se trata de un porcentaje reducido de la cabaña. Solo la asociación que preside Álvarez de Toledo tiene 50.000 reses y 36.000 vacas reproductoras. «La avileña es la ganadería de vacuno que más trashuma, pero no la única; incluso el ganado de lidia ha hecho mucha trashumancia», rememora este ganadero, que explica que esta práctica viene de siglos atrás. «Las cañadas se oficializan en el siglo XII, pero existe trashumancia desde del inicio de la ganadería», comenta.

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Uno de los ganaderos que mantienen la tradición es Diego Torres. «Somos unos enamorados de la trashumancia y creemos que favorece el bienestar animal», dice. Sus vacas hacen más de un mes de camino todos los años. Hay unos 15 días de viaje entre Aljucén, cerca de Mérida, donde tiene unos terrenos arrendados, y Navarredonda, en la provincia de Ávila, zona en la que sus vacas pasan el verano. El viaje de vuelta hacia el norte se inicia todos los años por San Antonio, el 13 de junio. Hace años era la norma. Los contratos de arrendamiento de pastos en campaña acababan ese día. Ahora ya se trata de una fecha simbólica. «Cada vez se hacen menos arrendamientos s por temporada, ya son por varios años», comenta el ganadero.

Las aproximadamente 600 vacas que ha movido Torres este año por Extremadura han pasado por cuatro provincias. «Desde Aljucén vamos por la Vía de la Plata hasta Valdesalor, luego pasamos por Trujillo, Jaraicejo, Miravete, Almaraz y Navalmoral de la Mata, donde caminamos ante la puerta del hospital Campo Arañuelo; saltamos a la provincia de Toledo en dirección a Oropesa y llegamos a Las Ventas de San Julián; a la provincia de Ávila entramos en dirección a Ramacastañas y subimos el Puerto del Pico hasta Navarredonda de Gredos», repasa Torres por teléfono mientras, subido a su tractor, siega el pasto con el que alimentará a las vacas cuando la comida en el campo escaseé.

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No todas las reses de la vacada realizan el camino, en el que avanzan entre 20 y 25 kilómetros al día. Normalmente se reserva para las vacas, las novillas y las crías de entre cuatro y seis meses. «Antes de subir a la sierra se destetan los becerros», especifica el secretario de la asociación, que apostilla que para los toros, de gran tamaño, es complicado el viaje, por lo que lo suelen hacer en camiones. Además, los becerros de engorde van a los cebaderos comunitarios. «La asociación tiene uno en Salvatierra de Santiago (Cáceres)», facilita Herráiz.

En altitud

El movimiento de los animales es necesario por el alimento, pero también por el frío, sobre todo para aquellas vacadas que tienen sus pastos de sierra por encima de los 1.200 metros de altitud. Las reses avileñas no se guardan en ningún momento del año. Siempre están en el campo. Los ganaderos que tienen terrenos por debajo de esas cotas no suelen trashumar. «En nuestra asociación solo un 40% es trashumante, porque cada vez tenemos más ganaderos en Segovia y Salamanca; las salmantinas son dehesas frías, duras en invierno pero aprovechables en verano», detalla Herráiz.

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Ahora, la mayoría de los ganaderos que mueven a sus animales de unos pastos a otros lo hacen en camiones. «No es más caro hacer la trashumancia andando, pero sí es más incómodo y las vacas en camión sufren más», reconoce Álvarez de Toledo, que lamenta que sea una práctica que se va perdiendo. «Cada vez hay menos gente preparada para hacer la trashumancia a pie; el relevo generacional es un problema del campo», puntualiza.

Aunque no es el único motivo por el que los ganaderos no mueven sus animales. Por ejemplo, Alonso lleva un par de años sin poder llevar parte de su cabaña a la sierra abulense debido a temas sanitarios. «En cuanto sale un individuo positivo por tuberculosis se inmoviliza toda la vacada; esto perjudica a la trashumancia».

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Una de las ventajas de subir andando es el aprovechamiento que se hace del territorio. Los animales de Torres, como los de otros ganaderos que suben hasta Gredos andando, van comiendo el cordel durante su trayecto. No solo es un beneficio para el agricultor, también supone un trabajo de limpieza del espacio natural. «Cuando las vías pecuarias se utilizaban bien eran auténticos cortafuegos», asegura Herráiz, a quien preocupa que en un año como este, si no pasan las vacas, las cañadas puedan ser fuentes de incendios. Pese a ello, en su opinión, Extremadura es una de las regiones que mejor cuida sus vías pecuarias.

Historia

«Recuerdo hacer la trashumancia de toda la vida, por lo menos desde hace 50 años», comenta Álvarez de Toledo. Ha visto su evolución y constante declive. «Se ha modernizado, aunque se haga a pie; antes se dormía al raso, la alimentación la llevaba un burro... y ahora hay vehículos acompañando», aporta.

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En los años 90, según la asociación de raza avileña, unas 30.000 cabezas de ganado hacían la trashumancia andando entre Extremadura, y alguna dehesa de Castilla-La Mancha, y las sierras del Sistema Central. La puerta de entrada principal a los pastos de Gredos era el puerto El Pico –por la ruta que utilizan las vacas de Torres–, que veía pasar unos 16.000 animales. Las otras dos vías utilizadas eran el cordel del Valle del Jerte, por el puerto de Tornavacas pasaban hasta 9.000 vacas al año, y el puerto de Béjar, que ya apenas se usa y por donde se movían hasta 3.500 animales.

En 2010, la misma entidad cifraba en 35.000 las reses que cambiaban de pastos de invierno a verano, pero sumando las que lo hacían andando y en camiones. Este año han sido unas 20.000 las vacas que se han desplazado desde Extremadura y Castilla-La Mancha a Ávila y solo 3.000 lo han hecho a pie.

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Un número cada vez más reducido, pero una práctica que sigue teniendo peso en Extremadura. En la convocatoria de ayudas a la trashumancia de 2019, la Consejería de Agricultura extremeña concedió 21 subvenciones por una cantidad total de 49.384 euros, aunque no todas estas vacadas suben hasta la sierra y algunas pastan en invierno en la falta extremeña del Sistema Central.

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