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¿Qué ha pasado hoy, 21 de febrero, en Extremadura?
Uno de los ejemplares más característicos de la raza, del gallinero de Miguel Barroso. :: C. MORENO
La gallina azul extremeña busca criadores para sobrevivir

La gallina azul extremeña busca criadores para sobrevivir

Esta raza autóctona se encuentra en grave peligro de extinción, ya que su censo ni siquiera llega al millar de ejemplares

JAIME PANADERO

Miércoles, 25 de diciembre 2019, 09:09

Maíz, cebada, trigo, soja y carbonato cálcico. Son los ingredientes que utiliza Miguel Barroso para preparar el pienso con el que alimenta a sus gallinas. «No necesitan muchos más cuidados», reconoce. Y es que sus gallinas son especiales: son más resistentes a las enfermedades, soportan mejor las temperaturas adversas y están completamente adaptadas a vivir en el campo. También se diferencian de la ponedora común en el color, ya que su variedad más característica es el gris pizarra o azulado, que da origen al nombre de la raza: extremeña azul.

Barroso, de hecho, es el presidente de la Asociación de Criadores de Gallina Extremeña Azul, y en su parcela tiene cerca de un centenar de ejemplares de esta raza. Empezó a producirlas en el año 2000 y, una década después, decidió junto a otros criadores de la región constituir una asociación que agrupara a todos. «Ahora estamos en contacto para ayudarnos entre nosotros», relata.

Se trata de una raza en peligro crítico de extinción, ya que su población ronda únicamente los 600 ejemplares. Pero los criadores no están solos en esta lucha. Desde las instituciones también se vela por la protección y la conservación de esta gallina, a través del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (Cicytex) y del Centro de Selección y Reproducción Animal (Censyra), ambos dependientes de la Junta de Extremadura.

Miguel Barroso alimenta a sus gallinas con el pienso que él mismo elabora. Casimiro Moreno

En 1989, el profesor Fernando Orozco, investigador del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria), se recorrió España para intentar recopilar las distintas razas de gallinas que existían. En la zona de La Serena, descubrió una plumaje gris que le pareció distinta al resto, y decidió incluirla en su libro de razas otorgándole la denominación que aún conserva.

Dos años después, en el 91, la Junta comenzó su programa de recuperación de la extremeña azul. Nueve explotaciones de la región cedieron una serie de animales y huevos con los que se constituyó el primer núcleo de conservación en Valdesequera, que hoy forma parte de Cicytex.

«Son parte de nuestro patrimonio y hay que conservarlas como al resto»

Andrés Domingo | director de censyra

Además de fomentar la repoblación, también se llevó a cabo la selección morfológica de la raza, con la que se fue completando y definiendo el patrón que identifica a estas gallinas: son de tamaño medio, el color del plumaje tiene tres variedades (aunque la más común y características sea el gris pizarra, también pueden ser negras y blancas), las patas tienen matices verdosos y el huevo es de cáscara morena, aunque no demasiado oscura.

«La reproducción se ha realizado mediante inseminación artificial y controlando al padre y a la madre de cada ejemplar. Es un trabajo a tener en cuenta», asegura Nazaret García, responsable del núcleo de gallina extremeña azul de Valdesequera.

Ese núcleo se completó en el 2014 con otro en el Censyra, con el objetivo de tener una especie de 'copia de seguridad' de las gallinas. «Es mejor que esté en dos sitios diferentes, por lo que pueda ocurrir. Si hay una peste en uno de los dos núcleos, el otro al menos se puede salvar», explica García.

En 2017, por fin, se incluyó a la gallina extremeña azul en el Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España. Esto ha permitido a la asociación de criadores recibir ayudas económicas por parte de los organismos europeos, que está utilizando para elaborar el libro genealógico (un registro de todos los ejemplares que hay y de sus progenitores, con el que se sabrá el número exacto), desarrollar un plan de mejora de la raza, organizar jornadas de formación o asistir a ferias y eventos donde la pueden dar a conocer al público.

Andrés Domingo, en el núcleo de conservación de Censyra. Casimiro Moreno

«Ya hemos pasado la primera fase, que era fijar la población. Ahora estamos con la difusión de la raza, que lo hacemos a través de subastas públicas y colaborando con la asociación en lo que nos vayan demandando», indica Andrés Domingo, director del Censyra.

A la hora de lograr el reconocimiento oficial de la raza, se llevaron a cabo estudios genéticos para evaluar su origen y comprobar la similitud que tenía con otras razas autóctonas. Las conclusiones fueron curiosas, ya que su origen no está relacionado con la gallina andaluza azul: «Al parecer, está mucho más cercana genéticamente a razas muy antiguas, como el combatiente español, el indio de león o la gallina maltesa, y bastante distante de la andaluza azul. Por eso se le consideró como una raza independiente», argumenta Domingo. Las razones de su aparición en la región no se conocen con certeza, pero se sospecha que podría haber llegado en una de las antiguas cruzadas religiosas a través de la Vía de la Plata.

Esa genética le lleva a ser una gallina que destaca principalmente por su rusticidad. No necesita demasiado alimento y se mantiene mejor que otras razas bajo condiciones adversas. «Es un animal que depreda mucho, es ideal para fincas donde hay numerosos insectos, alimañas o parásitos, porque es muy vivaz. Y se sabe defender muy bien ante posibles depredadores», indica Barroso.

De hecho, se realizó un estudio en la comarca de La Serena para comprobar si era efectiva a la hora de combatir plagas de langostas y los resultados fueron muy positivos. Por tanto, la cría de esta raza es perfectamente compatible como complemento de otros tipos de producciones agrícolas y ganaderas.

Por si esto fuera poco, son gallinas de doble aptitud, es decir, válidas tanto para la producción de carne como de huevos, y aún conservan su instinto de incubación que otras han perdido. Al ser razas autóctonas que viven en libertad, la calidad de sus productos es mayor. «Hay estudios que demuestran que la composición nutricional de los huevos depende de lo que coman, pero también de cómo vivan y del genotipo de cada animal. Las razas híbridas productoras ya están teniendo problemas, como el síndrome de la pechuga de madera. Y hay expertos que advierten que es porque están llegando al límite de su potencial genético», afirma García.

«La Fao dice que el único modo de que sobrevivan estas razas es introducirlas en el tejido productivo»

Nazaret García | Responsable del núcleo de Cicytex

La extremeña azul, además, también destaca en los concursos de belleza. «Es una raza muy bonita. Yo he ganado ya varios certámenes a nivel nacional y hay gente que las cría solo para eso», comenta Barroso.

El único defecto de la gallina extremeña azul es que no pone tantos huevos como las híbridas que se utilizan a nivel industrial. Su producción anual puede alcanzar los 200 huevos, mientras que las ponedoras rondan los 300 en muchas ocasiones. «Esta raza se ha visto desplazada por otros sistemas productivos más intensivos y razas híbridas que ponen más huevos. Pero no deja de ser un patrimonio genético que tenemos aquí en Extremadura y que hay que conservar, igual que se hace con otros patrimonios, como el artístico o el histórico», afirma Domingo.

La responsabilidad de conservarlas va más allá del mero romanticismo por la biodiversidad. «No sabemos lo que nos pueden aportar en el futuro. A lo mejor son la clave para luchar contra un nuevo parásito o enfermedad que afecta al resto de gallinas o incluso al ser humano, o para asegurar el abastecimiento de huevos y carne en esas condiciones», añade el director del Censyra.

Lo cierto es que, al contrario que en otros países europeos, en España sigue predominando el sistema productivo de jaula. El 82% de las gallinas ponedoras viven así en este país, mientras que la media europea es del 50%. No obstante, es una cifra que está bajando año a año en favor de otros sistemas alternativos, como la cría en suelo, campera o ecológica. «Está claro que estamos caminando hacia una producción más sostenible y de mayor bienestar animal, porque el consumidor así lo demanda, y ahí estas gallinas sí pueden tener cabida», augura Domingo.

Aún no se comercializa ningún producto de gallina extremeña azul, pero puede que su futuro pase por ahí. «La FAO lo dice: el único modo de que una raza sobreviva a largo plazo es introducirla en el tejido productivo de alimentos. Lo ideal sería que algún productor se interese y quiera apostar por esta gallina», opina García. Con este objetivo, Cicytex está buscando socios para crear un grupo operativo con el que fomentar la producción de esta raza bajo el amparo de las instituciones.

El primer paso sería aumentar el censo de gallinas. Según la asociación, la demanda para la cría de esta raza ha aumentado en los últimos meses, pero el problema es que no hay ejemplares suficientes en el mercado para satisfacerla. «Repoblar es un proceso más largo de lo que parece, porque hay que hacerlo evitando la consanguinidad y seleccionando por el camino, para que no se pierda la pureza», advierten desde Cicytex.

En el Censyra también están trabajando para dar otro paso más: conseguir el sello '100% autóctono' que otorga el Ministerio. Con él, se podrían identificar los huevos y la carne de estas gallinas, que sería la segunda raza de España en conseguirlo, junto a la gallina de mos. «Puede ser una buena forma de diferenciarse del resto de productos ecológicos, donde cada vez hay más competencia», sostiene García.

Mirando al futuro, la situación ideal para todas las entidades implicadas sería que el número de gallinas de esta raza aumente y que esté mucho más extendida por los cortijos de la región extremeña, en lugar de la ponedora común. Y, a ser posible, que sus productos también estén disponibles en las tiendas. Para ello, Nazaret García dirige la mirada también hacia el consumidor y recuerda el gran poder que tiene con sus decisiones. «El mundo de la alimentación ha cambiado muchísimo y se ha vuelto insostenible. Y a lo mejor tenemos que empezar a plantearnos que hay que vivir de otra manera», sentencia.

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