Mosquetero; Poeta; Osito; Jabonero... Y así hasta diez nombres. Miguel Morán, de 51 años y encargado de la finca 'Los Baldíos' en el término municipal de Oliva de Plasencia, habla de ellos como si fueran su propia familia. Es así porque con estos animales comparte ... muchas horas al día durante casi todo el año. Son los sementales de toro bravo que pacen en un extraordinario encinar de 270 hectáreas en el norte extremeño. Un entorno adehesado privilegiado para un subsector ganadero, el del vacuno de lidia, que comparte dificultades con otros profesionales del campo pero que presenta sus propias peculiaridades.
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En los últimos tiempos, las ganaderías de toro de lidia atisban una recuperación. Mayor o menor en función de su prestigio o 'tirón mediático' pero recuperación. Tanto en el número de animales comercializados -el año pasado se cerró con más festejos que el anterior- como en el aumento del precio de sus ventas aunque aquí los ganaderos de bravo reiteran un mensaje. «Nos pagan más, sí, pero no compensa el aumento de los costes de producción» se repite.
A tres kilómetros de Oliva de Plasencia, en un terreno salpicado por un intenso verdor y entre 4.000 encinas, la ganadería en extensivo de Antonio López Gibaja es joven en el mundo de la ganadería brava, de 1996. No tiene un censo de cabezas grande: 10 sementales, 210 madres reproductoras y 639 animales vivos en total. 174 terneros nacieron a lo largo del año pasado.
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«Mira, ese es un añojo (un toro de un año de vida); esos son erales (dos años); aquellos, utreros (tres años). Y luego están los cuatreños (cuatro años) y cinqueños (cinco años)», recita de seguidas el encargado de Los Baldíos, un vasto territorio que conoce desde los cinco años de vida.
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Estamos a finales de febrero y las fincas extremeñas presentan un escenario fabuloso para el desarrollo de cualquier ganadería en extensivo, escenario mejorado en este invierno con tintes de primavera por la abundancia de pastos y de agua.
Antonio López Rivas
ganadero
«Esta finca es muy buena para los toros bravos y además hay unas instalaciones muy bien preparadas», agrega Miguel Morán mientras recorre montado en un Jeep Willys con el equipo de HOY las distintas parcelas de la finca donde se sitúan, por grupos, las vacas y los toros de la ganadería de López Gibaja.
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«La búsqueda de la excelencia es la motivación para seguir trabajando y desarrollando nuestro proyecto», recuerda Antonio López Rivas, hijo del fundador de la ganadería. Su padre compró la finca de Oliva de Plasencia en 1996. «Somos una ganadería relativamente pequeña, ni tenemos tanto nombre como otras. Y no es fácil hacerlo porque el toro bravo tiene sus dificultades», anticipa López Rivas.
La Unión de Criadores de Toros de Lidia indica que hay 103 ganaderías, de las que cincuenta forman parte de en esa asociación. Según la Junta, el censo de explotaciones de bovino de lidia es mayor en la región, 174 explotaciones, 95 en la provincia de Cáceres y 79 en la de Badajoz. En cuanto a las cabezas en total (machos y hembras), 24.381.
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«Nos faltan toros. Hay una demanda mayor», comenta Miguel Moreno, presidente de la Asociación de Ganaderos de Lidia Extremeños. La afirmación es rotunda pero enseguida introduce matices. «El 98% de los ganaderos de reses bravas perdemos dinero. Cada vez los costes de producción son más altos y las ventas y su precio, aunque es cierto que han subido, no lo han hecho en la misma proporción que los costes», especifica el gestor de la ganadería de López Gibaja.
López Rivas subraya que él, con su explotación, busca «la rentabilidad emocional, no económica. A mí, que tengo otra actividad profesional, la ganadería de toros bravos me da vida, me apasiona.».
Sobre la rentabilidad de las explotaciones de vacuno de lidia asevera que «tienes que vender muchos animales para ser rentablemente económicamente. La única vez que hemos ganado dinero fue una vez con exportación de animales a México, venta de vacas y sus terneros para vida».
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Los países americanos, sostiene algunas voces del sector, es una notable opción de mercado pero «no es nada fácil», agrega Moreno, «porque aquí los ganaderos que facturan bien, que están en la cima, son diez en España. El resto, vamos tirando como podemos, perdiendo dinero en muchas ocasiones», dice, aunque ahora el panorama muestre una recuperación.
Miguel Moreno tiene finca entre Olivenza y Alconchel, aunque se sitúa en este último término. Su censo, 100 madres y 5 sementales. «Ahora todos los ganaderos lo pasan mal. Por la reducción de las ayudas de la PAC, y eso que se supone que se hizo para compensar la pérdida de renta de los agricultores y los ganaderos; por el coste de los piensos y de los forrajes; y porque aunque el precio que te pagan ha mejorado y se prevé que siga así, no compensa», expresa el ganadero.
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«Pero en el caso de la ganadería brava cuesta más producir un animal desde que nace y si lo tienes hasta los cuatro años, si van para corridas», afina Moreno.
Cuenta que la pandemia y sus efectos posteriores hizo que la ganadería brava redujera su censo. «Durante la pandemia se tuvo que sacrificar muchísimas vacas. Las explotaciones de reses bravas se redujeron bastante. Algunas, a la mitad de animales. Se puede decir que siguen faltando toros y ahora hay más espectáculos. De 2022 a 2023 han subido aunque de forma mínima. Pero han subido», señala Moreno.
«La carne de toro se vende mal. Y eso que es la más ecológica del mundo. El precio de su carne es menor que la del vacuno manso», relata para afianzar el relato de que el consumo de carne de lidia no es uno de los apartados fuertes para su comercialización.
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«No solo la pandemia redujo las ganaderías de bravo o incluso acabó con algunas de ellas. Esto ya venía de lejos», puntualiza Diego García de la Peña, cabeza visible de un hierro taurino que se remonta a 1850. El ganadero dispone de 300 cabezas en Malpartida de Plasencia.
«Nos encontramos hace cuatro o cinco años con que había una superproducción de vacuno de lidia y en cambio la demanda había caído en picado. Ello hizo que muchas ganaderías desapareciesen. La pandemia solo hizo rematar una situación que ya era delicada entonces», indica.
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García de la Peña es otra de las voces que sostienen que este subsector ganadero es «muy complicado». Y no solo porque es ganadería en extensivo, «que ya tiene unos costes especiales. Si quieres hablar algo de rentabilidad no puedes dedicarte solo al toro bravo, salvo poquísimas ganaderías de lidia muy famosas. Tienes que tener aparte vacuno manso, oveja, cerdos....».
En el lado positivo de la recuperación, Diego García de la Peña cita el aumento de los festejos taurinos y el trabajo que desarrolla la Diputación Provincial de Badajoz en apoyo a los ganaderos de bravo y como cantera de matadores de toros. «Realiza una labor impagable desde hace año», sentencia sobre la institución provincial pacense.
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Para Antonio López Rivas, la venta de animales para los festejos populares se ha convertido en una afianzada salida comercial. Mucho más que la celebración de corridas, que es más selectiva y escasa.
«Se puede decir que con la pandemia tuvimos la oportunidad de conocer realmente el estado de nuestra ganadería para mejorar en la selección, en la calidad, con el objeto de mejorar. Me quedo con eso más que en el aspecto económico de lo que nos supuso que no hubiera festejos o cayeran en picado», añade.
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«Más del 90% de los ganaderos estamos por afición ya que no es una actividad que nos repercuta económicamente a lo que nosotros intentamos aportar, pero el disfrute de lo que nos gusta hace que seleccionemos e intentemos criar nuestros toros más por afición que por otros motivos», culmina el gestor del hierro de Antonio López Gibaja.
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