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«Al llevar petos vadeadores, pudieron llenarse de agua y hundirlos»

Operarios que trabajan en las labores de recogida de camalote apuntan a la ropa, la corriente y el peligro del azud como causas

Miércoles, 27 de enero 2021, 07:50

«Estamos muy mal, en 'shock'. Nadie se esperaba algo así. En esa caída, en otras circunstancias (con menos corriente, con otra ropa o en otra zona), se habrían salvado. No tenían ninguna posibilidad», dice uno de los compañeros de los tres trabajadores que murieron recogiendo camalote. «En otras circunstancias se hubiese salvado, al menos alguien», insiste.

Este operario no puede dar su nombre debido a su contrato, según asegura, pero quiere explicar cómo pudo ser el accidente, según creen los trabajadores, y así reivindicar el riesgo que supone su día a día.

Uno de los elementos que piden que se controle es la ropa que llevaban los fallecidos. Sus compañeros señalan que portaban vadeadores, es decir, un peto, con botas incluidas, que llega hasta el pecho y se sujeta con tirantes. Permite caminar por zonas inundadas sin mojarse. Sin embargo, si alguien se sumerge del todo, pueden llenarse de agua y hundirle. Es lo que creen que pasó. «Ese es el gran peligro».

«Estamos muy mal, en 'shock'. Nadie esperaba algo así. En esa caída, con otras circunstancias, se hubiesen salvado»

«Los chalecos se llevan, aunque depende el tipo, funcionan mejor o no, pero la ropa es importante. Si llevas ropa térmica, al entrar en el agua, no coge peso, no se empapa. Los vadeadores, los hay de neopreno que se pegan al cuerpo y no entra agua, pero los que llevaban era de plástico y se inflan y se llenan de agua», asegura este veterano trabajador. Normalmente, de hecho, los vadeadores solo se usan para las inspecciones a pie, por las orillas.

Otro factor que pudo ser determinante es la zona donde sucedió. El azud de la Pesquera tiene un salto de agua de más de un metro y rocas debajo. Temen que se golpeasen al caer y no pudiesen pedir socorro ni salir del agua.

«El motor pudo pararse»

También les extraña que la lancha volcase de forma lateral, ya que se quedó atrapada bajo el azud, de forma paralela al muro. «Tuvo que ser que se paró el motor», dice este trabajador. Es la conclusión de los que conocen estas embarcaciones porque los motores son potentes y, encendidos, son capaces de luchar contra la corriente. La clave es saber por qué se apagó. Una posibilidad es que el nenúfar se enredase en las hélices, lo que ha ocurrido en otras ocasiones «y el motor se para».

La crecida de estos días también pudo ser un factor, así como la visibilidad. Habían comenzado a trabajar muy pronto, el día era oscuro y nublado.

En resumen, sus compañeros creen que varias circunstancias propiciaron la tragedia y se lamentan porque su trabajo es peligroso, pero no esperaban un accidente tan grave. «Hay caídas al agua, pero siempre hay compañeros cerca, lo sacan. También caídas en las orillas en pozas o golpes con ramas, pero no esperas algo así, aunque, en el río, nunca sabes lo que te vas a encontrar».

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