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Por ley no se pueden visitar o inaugurar obras cuando se acercan unas elecciones, pero lo de cortar una carretera, en este caso la N-523 (antigua EX-100) que nos lleva a Cáceres, como ocurrió anoche, para avanzar en las obras del AVE justo cuando quedan cuatro días para ir a votar es cuando menos sospechoso.
De entre todos los proyectos que tenemos pendientes -piscinas, rondas de circunvalación, palacios de justicia...- hay quien ya subraya en los mítines que lo que más nos urge no son infraestructuras de este tipo sino detener la contaminación galopante con la que herimos cada día al planeta. Sería interesante analizar cómo afectan las medidas a favor del medio ambiente en el ánimo de los votantes, saber hasta qué punto es decisiva esa nueva agenda verde de muchos partidos que implica sacrificios y renuncias de los ciudadanos cuando hasta ahora siempre ha pesado el egoísmo y apostar por aquel que nos arregla la acera, sube el sueldo o baja impuestos.
En la transición ecológica en la que estamos inmersos en Badajoz entre luces ledes y autobuses eléctricos se cuela de vez en cuando una tala masiva de árboles que hay que justificar. Los eucaliptos de la margen derecha desaparecieron para dar lugar a un inmenso parque y aún queda otra mancha verde que aniquilar, ahora porque se nos caen encima sus ramas. Mientras tanto, el apetito del picudo rojo va a su ritmo y no atiende a ningún calendario electoral.
El maldito coleóptero moteado que se alimenta del interior de las palmeras ha dejado como cerillos gigantes a cientos de árboles de la ciudad. Por lo que explican desde el Ayuntamiento, el diminuto bichito los ha debilitado hasta el punto de que semejante tallo, sólido y robusto desde hace años, puede quebrarse y caer a plomo de repente.
La descripción anterior es buena metáfora de lo que sucede en muchos ámbitos de la vida. Un ser diminuto que invade un organismo mayor, lo cual sirve tanto para explicar un resfriado como la política de pactos de esta ciudad y a partir de este domingo la que habrá en este país.
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