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Al final de la principal avenida de San Roque, integrado entre un concesionario de coches, un bazar chino y una gran superficie de alimentación, resiste ... un espacio cultural de fachada negra y letras rojas como si fuera la aldea de los galos. Es la Sala Off Cultura Artes Escénicas, un proyecto que arrancó en Badajoz a la vez que la pandemia y que las restricciones que trajo el virus no consiguieron doblegar.
Acaba de cumplir cinco años y ante la pregunta de si el público está respondiendo sus dueños ven el vaso medio lleno. «En algunos espectáculos se vende todo seguro, y en otros se queda la sala a medio aforo. Hemos pinchado en pocos conciertos, pero ya hemos sumado muchos llenos, el último hace menos de un mes con un tributo a Extremoduro, Deacero», explica Rafael Molano, uno de los tres socios de la Sala Off y que recuerda la primera vez que vendieron todas las entradas. «Fue el 12 de noviembre de 2022 con la gira de despedida de Second, se nos ponían los pelos de punta al ver la cola», comenta mostrando las fotos de aquella tarde antes de concluir que la curva de eventos y eventos es ascendente «y cada vez hay más grupos que eligen tocar aquí porque han comprobado la calidad de la sala», asegura el otro socio, David Capellán, técnico de sonido.
Ninguno oculta que el comienzo estuvo lleno de dudas. «Esto antes era un local donde se hacía crossfit y en 2020, a los quince días de firmar el alquiler por diez años, nos confinaron a todos en casa. Mirándolo con perspectiva nos benefició porque los plazos de muchas cosas se alargaron», recuerda Rafael Molano, que tiene su propia compañía de teatro, Panduro Producciones, pero sentía que debía apostar por un espacio así en un momento en que veía que Badajoz se estaba apagando culturalmente tras el cierre de la sala de conciertos Mercantil y el Centro de Ocio Contemporáneo (COC), lo cual dejó toda la programación de la ciudad más grande de Extremadura en manos de la iniciativa pública.
La Sala Off son tres personas. Para Molano y Capellán asociarse con Vicente Robles, empresario dedicado a la hostelería y amante de la música indie, surgió de manera natural, ya que se conocían de la antigua Sala Aftasí. La ley que en 2011 prohibió fumar en interiores y las molestias a los vecinos del Casco antiguo terminaron cerrando aquella sala cultural de la calle Alonso Céspedes, pero les dio experiencia para etapas posteriores.
La Sala Off Cultura de San Roque es un proyecto privado cuya inversión inicial rondó los 60.000 euros. El local tiene 587 metros cuadrados en total, un amplio camerino alabado por los artistas y un aforo de entre 200 y 300 personas. En Extremadura quedan ya pocos espacios similares. Citan la Sala Guirigay de los Santos de Maimona, Espacio Cinético Taktá en Navalmoral de la Mata o La Nave del Duende en Casar de Cáceres, aunque estos están más enfocados al teatro y la danza, mientras que en Off el 80 por ciento de los pases son conciertos.
Su primer espectáculo fue infantil, en noviembre de 2020 –Vayakara, el peor mago del mundo– y el primer concierto lo dio Duende Josele un año después. Por su escenario han pasado después desde Javier Gurruchaga, El Chojin o Alejo Stivel a Skorzo o el baterista de Héroes del Silencio, Pedro Andreu, integrado en la banda tributo Senda, que actuó dos días seguidos el pasado mes de noviembre. «Pero sin duda lo más alucinante ha sido ver aquí a Marky Ramone, el único miembro vivo de Los Ramones», añade David Capellán.
Los precios son asequibles (de 8 a 40 euros según el caché) y los músicos se hacen fotos con todos sus fans al final del show al ser una sala pequeña, pero la promoción es una asignatura pendiente. Entre el público es habitual escuchar que no sabían que esta sala existía al final de la avenida Ricardo Carapeto. «Buscando locales este era el que más se adaptaba a lo que queríamos porque es un espacio industrial sin vecinos alrededor y con aparcamiento. El centro está saturado y en otras ciudades se están ubicando salas así en polígonos industriales, aquí en San Roque reto a quien diga que está lejos que calcule el paseo porque yo vivo al lado de la Catedral y tardo 16 minutos en llegar andando, Valdepasillas está más lejos», plantea Rafael Molano.
Otro concepto en el que han trabajado en estos cinco años ha sido hacer entender que la gente está en una sala cultural, no en un bar. «Nos ha costado convencer a la gente que la barra es un servicio más, no nos dedicamos a la hostelería», dice David Capellán.
Los tres socios esperan que con el tiempo la Sala Off siga ganando presencia en Badajoz, «una ciudad que no es cultureta, donde hay más oferta que demanda y que está más pendiente del Carnaval y la Semana Santa», describe Molano orgulloso de haber llegado vivos a 2025 con numerosas ideas en mente y reservas ya para 2026. Según sus cuentas, a lo largo de 2024 celebraron más de 80 actuaciones abiertas al público, de las que más de 65 fueron conciertos y el resto teatro o danza. Además, su sala fue reservada para otro tipo de actividades 180 días ese año.
Con todo, el proyecto no es rentable aún, da para pagar gastos corrientes como luz, agua, limpieza, personal y cuotas del crédito bancario. Cada uno tiene otra forma de ganarse la vida, pero gestionar una sala cultural les motiva porque suelen amoldar la programación a sus gustos. Ideas no les faltan, como poner en pie un festival de títeres, consolidar un festival de música que iniciaron el año pasado, atraer más público al teatro o un ciclo de monólogos solo de mujeres.
«Nosotros vivimos esto, no de esto, pero llega un momento en que en este negocio en vez de cerrar es más fácil tirar hacia adelante», declara Molano confiado en que la cultura terminará abriéndose paso desde este rincón de Badajoz cada vez más conocido en toda Extremadura.
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