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La primera fase de los trabajos para localizar a las víctimas del franquismo en el cementerio viejo de Badajoz ha revelado que no hay una única fosa común, sino varios depósitos repartidos por los cuatro departamentos más antiguos (del 1 al 4), previo a la ampliación del camposanto de San Juan.
Lo corrobora la arqueóloga Silvia Herrero, que ha estado al frente de unos trabajos desarrollados durante todo el mes de octubre: «No hay una fosa común como tal, sino múltiples enterramientos tanto individuales como colectivos repartidos por todo el cementerio». Dado que en Badajoz la represión comenzó en agosto de 1936 y acabó en 1949, Herrero argumenta que «no se puede mantener una misma fosa abierta durante tantos años».
Esta certeza ha tenido respaldo documental durante la parte de documentación asociada a las cuatro catas que se han hecho en el departamento 4, donde se creía hasta ahora que se habían sepultado a las víctimas del franquismo. En el libro de enterramientos del cementerio que la historiadora Ana María Silva ha localizado en el Archivo Municipal aparecen registradas víctimas de la represión franquista en los departamentos primero, segundo, tercero y cuarto, enterradas en fosas comunes, sepulturas y nichos.
Silva no quiere dar aún una cifra exacta de cuántas fosas aparecen en el citado libro de registro a la espera de analizar más pormenorizadamente los datos que ha recogido, pero apunta a que el grueso está en el departamento cuatro, donde hay referencias de hasta ocho fosas.
El registro de víctimas documentadas incluye fundamentalmente a los condenados a la pena capital por los consejos de guerra, que fueron fusilados a partir de 1937, explica Silva, en el campo de tiro de la cañada real de Sancha Brava. «El Ayuntamiento mandaba un camión para recoger los cadáveres y los enterraban en diferentes depósitos del cementerio de San Juan». Se registraban por fosas, ordenados por el piso, la fila y el número de enterramiento. «Según esto, imaginamos que se trata de zanjas muy profundas y con los cuerpos apilados, pero hasta que no se excaven no sabremos si esta organización servía a efectos únicamente del registro o no».
Por las fechas, de momento no han encontrado un patrón de enterramiento entre las diferentes fosas. «Estamos intentando determinar si hay una secuencia lógica, pero a simple vista parece que no, que desde el primer momento se están usando diferentes depósitos», explica la arqueóloga.
Además de las fosas, en el registro aparecen víctimas enterradas en sepulturas sin identificar y en nichos con nombre. En este último caso, se trata de familias a las que se les permitió enterrar a su familiar. «Es el caso –ilustra Silva– del exalcalde Eladio López Alegría, fusilado el 16 de septiembre de 1936, que tiene un nicho con su nombre en el cementerio». Los nichos no son objetos de investigación porque, recuerda Herrero, «en estos casos han recibido una sepultura digna, que es lo que buscamos con las víctimas que están en enterramientos irregulares».
En el libro de registro del cementerio viejo también se ha descubierto que, entre las víctimas que están en fosas comunes no solo hay personas de Badajoz y la provincia, también de Cáceres, Jaén o Ciudad Real. «Eran personas que tras pasar por los consejos de guerra, los enviaban a la prisión de Badajoz y eran ejecutados y enterrados aquí».
Pese a que, como califica Silva, el libro de enterramientos «es un tesoro para esta investigación», lo cierto es que cruzando estos datos con los del registro civil la cifra de víctimas es inferior. «Hay nombres que están en el registro civil y no aparecen en el libro de enterramientos, sobre todo entre los días 14 y 18 de agosto, los que coinciden con los fusilamientos masivos».
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