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Manuel M. Núñez
Viernes, 18 de noviembre 2016, 14:28
Al fin una buena noticia para los vecinos del edificio en el que se produjo la explosión que causó la muerte del dentista Germán Juan Rodríguez el pasado lunes de madrugada. Ayer se levantaron las restricciones de acceso sobre la mayor parte de las zonas del edificio Santa Ana y los inquilinos del número 19 de la avenida Virgen de la Montaña comenzaron a llegar. No todos ya que continuarán cerrados algunos pasillos de las plantas superiores, de la tercera a la quinta, confirmó el arquitecto de la comunidad. José Luis Pedrera estudiará en los próximos días el proyecto de estructura del bloque para determinar los daños. La Policía científica continúa con la investigación sobre el terreno y es probable que se prolongue durante la próxima semana.
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Marcelino López, responsable de la oficina de Mapfre que se encuentra en la entreplanta, fue uno de los primeros en entrar. Lo hizo por la mañana, una vez que la seguridad en esa zona se daba por garantizada. También pudieron entrar y comenzar a trabajar, por fin, con normalidad los encargados de la empresa de administración de fincas Brías. La tensión de los últimos días quedaba reflejada en el rostro de los trabajadores.
Justo en el mismo portal está la clínica de Podología Sobrino. No se veía mucho movimiento en ella, pero las buenas noticias también le afectaban. En total, el bloque tiene más de medio centenar de viviendas y locales. Los ocho pisos y seis oficinas con entrada por la calle Sánchez Asensio fueron los primeros en abrir ya desde el lunes por la tarde, horas después de la explosión. Ayer por la mañana, sobre las nueve, Marcelino López cruzó de nuevo la puerta de las oficinas de la aseguradora en la que trabaja. «Han sido unos días de vértigo, algo terrible. Y encima el trabajo se nos ha acumulado», relata junto a sus compañeros Pablo y Miguel Ángel.
Decenas de expedientes se amontonan sobre la mesa de su despacho. Mientras trata de agilizarlos lanza un mirada al teléfono y aporta otro dato. Después de tantos días sin servicio, en la pantalla figuran nada menos que 268 llamadas. «Lamentablemente han sido muchas personas las que han querido contactar con nosotros y no hemos podido atenderles», resume Marcelino. Era cliente de Germán, el odontólogo fallecido. De él recuerda su «mente privilegiada, de un superdotado».
Los vecinos han sido informados por el administrador, Manuel Morea, sobre los pasos que deben ir dando. El primero de todos notificar a las compañías aseguradoras, sin demora, los desperfectos sufridos. Les recomiendan indicar todo aquello que consideren reclamable, mientras que la administración del edificio plantea a su vez «repercutir estos daños al seguro donde se produjo el siniestro», es decir, al del 4º H.
Precintos
El edificio Santa Ana recuperó ayer los servicios básicos, con agua, luz y ascensor ya operativos. Los daños en la canalización de gas alargarán unos días más esa reparación. Las seis viviendas precintadas mantienen su situación. Son las letras H e I de las plantas tercera, cuarta y quinta. También siguen cerrados el 4º y 5º C. «No sé cuándo podré volver. Me he tenido que quedar en casa de unos familiares», lamentaba ayer la inquilina del quinto. Ambas viviendas tendrán que habilitar un acceso especial. La zona del muro derruido ha sido protegida con un plástico y deberá reconstruirse.
Los cines también funcionan con normalidad. Para Manuel, propietario del 5º H, uno de los pisos precintados, «todo esto es un trastorno, pero hay que reconocer que las cosas se están haciendo con organización y bastante rapidez». Ha tenido que irse de alquiler de forma provisional.
A las siete se levantaron las últimas restricciones y la Policía Local, tras casi cinco días de guardia a la puerta del 19 de la avenida de la Montaña, abandonó la vigilancia. La decisión se tomó tras coordinarse el arquitecto José Luis Pedrera con los técnicos municipales. «Ya es la segunda explosión que sufro. Tuve otra hace años en Cabezarrubia», rememoraba Manuel Morea. Tiene 25 años de experiencia como administrador.
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