Los empresarios cacereños de Atrio, Toño Pérez y José Polo, quieren dejar atado su legado a futuro y para ello ponen en marcha un proyecto con el que pretenden seguir dotando de contenido a la Ciudad Monumental cuando ellos no estén. Se trata, tal y como han confirmado a HOY, de la próxima constitución de la Fundación Atrio, una entidad privada, en estudio ya por el equipo jurídico de los dos socios, con fines culturales y sociales a los que se destinarán parte de los beneficios de San Mateo Hotel, la sociedad que explota sus negocios.
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La Fundación Atrio establecerá su sede en el último palacio que Pérez y Polo sumaron a su patrimonio el año pasado en la plaza de los Golfines. Esto implica un giro en la idea inicial que avanzaron para el inmueble, en el que, a priori, imaginaban un escenario gastronómico más asequible y sencillo, una zona de bienestar con baños turcos para agasajar a sus clientes del Relais & Châteaux y Casa Paredes e, incluso, un centro de convenciones con un aforo de 300 personas.
La adecuación de este palacio no se hará de inmediato. Los empresarios desean concluir y afianzar antes las obras en curso: las suites de Casa Paredes y la propuesta gastronómica de Torre de Sande, «y hacer sólida la empresa», precisa Polo. Su previsión es abrir Torre de Sande a finales de noviembre para trabajar la incierta Navidad y el exclusivo alojamiento en primavera.
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«La idea es que los negocios sirvan para un fin, nos parece muy interesante poner en valor la ciudad histórica y hacer proyectos que se queden aquí. Nosotros no tenemos hijos y, o vendemos en un momento determinado y a ver qué haces con el dinero, o lo que realmente es interesante es hacer proyectos bonitos», explica el empresario, que admite que todavía estaría por organizarse el entramado económico de la fundación.
Será privado y con miras a que, a largo plazo, se sustente exclusivamente de los ingresos empresariales gracias, entre otras actividades, a la formación que impartan, como clases de restauración. Las administraciones públicas quedarían, al menos inicialmente, al margen de su gestión. Solo intervendrían cuando sus benefactores no estuvieran, y lo harían en el caso de tener que velar por el cumplimiento de los fines fundacionales. Toño y José tienen un estrecho círculo de colaboradores y personas de máxima confianza, entre ellas, una ahijada –«que mandaremos a Lausanne a formarse en Alta Dirección Hotelera»– que se harían cargo de la fundación.
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A los promotores no les importa incorporar otros nombres –«un bloque de gente que luche por Extremadura sin intereses»– porque consideran que la política «va por un lado equivocado y la sociedad civil nos tenemos que empezar a mover», afirma Polo, quien revela que este verano el exjugador extremeño de la NBA José Manuel Calderón les transmitió su interés por ayudar a la región. «Pero no sabía cómo, porque cada vez que ha intentado dar dinero se lo han impedido, que es algo que me parece asombroso», remarca Polo.
Su intención no es dilatar sin contenido el recorrido de la fundación hasta que se asiente en el edificio, sino poner en marcha poco a poco «pequeñas» iniciativas. Una de ellas será la convocatoria de dos becas con la Fundación CRIS cáncer dedicada a la investigación del cáncer infantil.
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A estos dos emprendedores les apasiona la música y Polo tiene una espina clavada. «Es la asignatura pendiente de este país que cada vez nos hace más analfabetos por como lleva la cultura», dice convencido. De ahí que contemplen también en la futura sede de la Fundación Atrio una escuela de música –«no como el Conservatorio, que es algo estricto»– para formar de manera desinteresada a jóvenes.
Con un tono de cierta incomprensión, José Polo lamenta que Diputación y Junta no compartieran su propuesta para la Casa Pereros, hoy rehabilitada y dispuesta a recuperar su antiguo uso de colegio mayor. «Creo que ha sido un error y se lo podrían haber llevado al Palacio de Abrantes», afirma. La pareja planteó a las instituciones reconvertir el edificio –anexionando a éste el de las Trinitarias con su jardín– en un teatro que albergara un festival musical de prestigio. Fieles a citas internacionales de música, los empresarios afirman que tenían los apoyos del expresidente Felipe González, el director de orquesta Daniel Barenboim, y el propio Teatro Real. «Era un proyecto único que se quedó en el tintero».
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