Las barcas de los olvidados extremeños y cursillos post mortem
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Por fortuna, los muertos por coronavirus ya son menos, y el difunto Sanjosé nos visita más a menudo. Le echábamos de menos; pero, la verdad, alguno tiene ganas de que vuelva a La Montaña porque estos días está siendo un poco pesado, pidiendo información sobre las barcas que se usaban en Extremadura para atravesar ríos y embalses. El pasado lunes me cogió a mí y al fotógrafo Guinea por banda y, sin miramientos, nos ordenó:
–Juntaletras – dijo señalándome con la diestra –, tú me tienes que buscar la historia de las barcas de Garrovillas de Alconétar, y la entrevista que sé que hiciste a los últimos constructores de esas barcas, los hermanos Jesús y Luis González. ¡Tú, chispacero! – retumbó su voz señalando al fotógrafo – búscame fotos de barqueros y de barcas en Extremadura. Ah, y pídele a tu novia Ana, la pintora, que te dé imágenes de cuadros de Caronte atravesando el río Aqueronte o la laguna Estigia.
–Pero bueno – protesté – ¿A qué vienen esas exigencias? ¿Para qué lo quieres?
–Son cosas mías, y rapidito que lo necesito para el viernes.
Toda está semana me ha tenido liado, tanto que tuve que pedir un día libre para buscar entre mis papeles la entrevista que quería, que la hice, nada más y nada menos, que en agosto de 1988. Los hermanos contaban que ellos habían hecho la última barca en 1973, en el embalse de Gabriel y Galán, «los puentes nos mandaron al paro», se quejaban. La barca que hacían era de 7 metros de largo por 4 de ancho, y podía transportar personas, ganado, carros, coches y hasta camiones pequeños. La altura de los laterales era de 80 centímetros, y tenía dos portones con cuatro bisagras forjadas y dos remos de 7 metros. De 4 a 5 personas se tenían que poner a cada remo. El fondo de la barca era arqueado, bajando hasta 45 centímetros. La madera era de pino, cortando los tablones leñadores de Navas del Madroño. Tardaban un mes en construir una. Me di cuenta que en muchos pueblos de Extremadura convivieron durante siglos con las barcas, porque el gobierno de España de turno no se preocupaba en hacer puentes en esta tierra o arreglar los destruidos. El caso del puente de Alconétar es increíble, porque fue construido por los romanos, destruido en parte por los árabes en el siglo XIII, y no se contó con un puente hasta 1927. Durante 700 años la gente tuvo que atravesar el Tajo con barcas; con algún suceso funesto, como cuando en 1429 se hundió una con 40 pasajeros que murieron ahogados.
Miré en el blog de Juan Francisco Rivero, de noticias de Hinojal. Ahí escribe de la barca de Hinojal y de la de Talaván, localidad cuyo escudo tiene un barquero. Rivero cuenta que la barca de Hinojal cesó sus servicios en los años sesenta, cuando se hizo el pantano de Alcántara. Según datos de 1936, el barquero pagaba al Ayuntamiento 40 céntimos diarios, y el viaje costaba 10 céntimos para los nacidos en Hinojal y 50 céntimos para los forasteros. Cuando hacía buen tiempo la barca pasaba el río ayudado por la maroma, una cuerda que iba de lado a lado; pero si iba crecido era necesario usar los remos, y era hasta peligroso.
Todo esto y más se lo conté al difunto Sanjosé cuando le tuvimos que enseñar los deberes el viernes. Salvador Guinea le llevó fotos del libro 'Serradilla. Retratos para el recuerdo' de Eduardo Gómez Alonso. Había una muy buena de Máxima Martín, 'la Barquera', guiando la barca con la maroma, tomada en 1945. También le llevó otras del libro 'La fotografía en Extremadura' de Matilde Muro. Había dos de Francisco Hernández Pacheco muy interesantes, una de 1933 de la barca de Lobón en el Guadiana, y otra de 1951 del embarcadero de Talarrubias, con coches que eran llevados en barca para luego seguir el camino a Casas de Don Pedro. También imágenes del fotógrafo cacereño Luis Jarones, que vivió en Olivenza, fotos de 1927 de un barquero del Guadiana y de otro portugués, de Ajuda. De la fototeca de la Biblioteca Virtual Extremeña le consiguió varias de la barca de Talavera La Vieja. De los cuadros, le trajo de Luca Giordano, Gustave Doré, Joachim Patinir y Alexander Litouchenko.
–Una cosa te tenemos que agradecer – le dijo el fotógrafo de cachondeo a Sanjosé – y es que en todos los cuadros, Caronte aparece desnudo y tú, por lo menos, vienes siempre con tu viejo abrigo negro, que estará ya pasado de moda, pero por lo menos no tenemos que verte las vergüenzas. Bueno ¿y para qué quieres todo esto?
–Es para un curso que me han obligado hacer para seguir en esto de conducir almas...
–¡¿Cómo?! ¡Qué trabajas después de muerto y aún encima tienes que hacer cursillos! – se llevó las manos a la cabeza el fotógrafo, que lleva muy mal lo de los cursos que tenemos que hacer de vez en cuando en el periódico para actualizarnos – Pero hombre, ¿es que uno no va a descansar ni estando muerto? Esto es un sinvivir. Desde luego, no merece la pena ni morirse. Cursillos después de muerto... ¡Vaya mierda de mundo!
Y se fue todo enfadado.
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