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No cuesta demasiado encontrar cristales rotos esparcidos por el suelo en el Paseo Alto. Los hay junto a las letras de colores alusivas a ... Cáceres situadas delante de la ermita. Y también están en el camino que discurre junto a los bancos decorados con azulejos que recuerdan al Parque Güell de Barcelona, con vistas al vecino barrio de Montesol.
Dueños de perros que frecuentan este recinto alertan de los daños que estos cristales están causando a sus mascotas. Algunas han tenido que acudir al veterinario por las heridas provocadas. Y exponen que los vidrios proceden del botellón que se celebra en este paraje, muy próximo a la Plaza de Toros, durante las noches de los viernes y los sábados.
Esta queja se une a otra más antigua lanzada desde el ámbito vecinal, que viene denunciando desde hace tiempo la concentración –no autorizada, en teoría– en este punto de jóvenes para consumir alcohol y las molestias causadas a las viviendas más cercanas. «Llaman a la Policía, pero va poco», resume Joaquín Valhondo, presidente de la Federación Distrito Norte, de la que depende el Paseo Alto. Este recinto cuenta con su propia asociación sociocultural que también ha puesto de manifiesto en redes sociales la situación que soporta la zona al tiempo que reclama más presencia policial. «Diversión sí, pero no a costa de los vecinos. Diversión sí, pero sin vandalismo. Diversión sí, pero sin tener que desviar dinero a limpiezas extras», escribió en su perfil de Facebook el pasado mes de noviembre. Este colectivo denuncia, además, la presencia de menores en el botellón.
La semana pasada el grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Cáceres solicitó el incremento de la vigilancia policial en el entorno del Paseo Alto y el residencial Infanta Isabel debido, precisamente, a la concentración de centenares de personas para hacer botellón. Aunque el vecindario avisa a la Policía Local, apuntaba el PSOE, «no se están tomando las medidas necesarias para evitarlo». Hablaban también los socialistas de la existencia de cristales, incluso en la zona de gravilla del parque infantil, y el consecuente riesgo que esto conlleva.
Ahora son los dueños de las mascotas los que lanzan la alerta. Hay varios perros que han sufrido desgarros y que han tenido que acudir al veterinario por las heridas causadas.
Ana –prefiere no facilitar el apellido– es la dueña de Aldea, un podenco ratonero que adoptó en un refugio de animales. «Un día estaba en la parte donde se hace botellón –en la zona de los bancos de azulejos– y se rajó la almohadilla. Tuvimos que llevarla al veterinario», relata su dueña. La factura rondó los cien euros.
«Creemos que esta zona tiene que cuidarse de una manera mucho más recurrente. Somos conscientes de que hay poco personal que esté al servicio de adecentar el Paseo Alto. Creemos que la propia ciudadanía que hace uso de los espacios públicos debe cuidar de ellos. Y eso implica no dejar los restos de lo que consumes en este espacio», añade Ana. Y a continuación aclara que no está en contra del botellón como tal. «Nuestra oposición no es al botellón. Nuestra oposición es hacia los restos que pueden ser peligrosos para las personas y para las mascotas. El Paseo Alto no solo lo frecuentamos las personas con perros. También vienen niños porque hay un parque infantil y gente a correr», apostilla.
Carla Llanos vive en las inmediaciones de este pulmón verde y saca a su galgo a pasear por las proximidades. «El peor momento es el domingo por la mañana, antes de que vengan los operarios de limpieza. Yo sí he visto a los de Conyser recogiendo y limpiando. Pero lo que ocurre es que los chavales tiran las botellas al suelo y se hacen añicos», señala. «Alguna vez he visto a la Policía por aquí», agrega.
José Domínguez es el dueño de una schnauzer ciega. «Mi perra por suerte no ha sufrido ningún daño. Pero conozco dos casos en los que los perros se han cortado. Y, además, los vecinos sufren molestias por ruidos», apunta.
Entre las sugerencias que lanzan los dueños de mascotas para tratar de evitar los pequeños cristales que permanecen en el suelo está la instalación de papeleras y más contenedores para arrojar las botellas. Y «más civismo».
A las quejas por ruido, suciedad y el daño que los cristales provocan en las mascotas, se suman las denuncias por vandalismo. La cofradía de la Salud, que organiza la romería de los Santos Mártires y usa la ermita del Paseo Alto para guardar sus enseres durante todo el año, indica que el templo suele ser cada cierto tiempo blanco de pintadas, que la hermandad se encarga de limpiar.
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