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Eladia y Pedro en 1926, cuando eran novios, en el Convento Montesino de Valencia de Alcántara, propiedad de la familia de Eladia. Cedida
Desde la Moto de Papel

La casa de cuento de los escritores en la calle de La Pulmonía

La poeta Eladia Montesino-Espartero, la primera mujer que voló en avión en España, se casó en 1927 con el escritor Pedro Romero Mendoza y en Cáceres vivieron en una peculiar casa donde nacieron sus ocho hijos

Sergio Lorenzo

Cáceres

Domingo, 9 de julio 2023, 07:58

El difunto Sanjosé nos había encargado que investigáramos sobre Pedro Romero Mendoza, el cacereño que se había casado con Eladia Montesino-Espartero, la primera mujer que voló en España, allá por 1919. El fotógrafo Guinea empezó la labor a regañadientes, pero luego le fue cogiendo ... gusto y se tomó el asunto en plan competición.

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–¿Cómo lo llevas, Juntaletras? –Me preguntó en un descanso en el trabajo– ¿Has averiguado mucho?

–Bueno –le respondí–, he visto que nació en Cáceres en 1896, que con 21 años fundó la Sociedad Literaria Cacereña; que fue redactor jefe del periódico 'La Montaña' y que con 25 años era director del diario de Cáceres 'El Noticiero', el mismo que antes había dirigido el masón Manuel Castillo...

–Ya, ya, ya...

–Con 27 años –seguía leyendo en mis apuntes–, publicó su primera novela 'El Padre Ramón (La humanidad murmura)', con 28 años 'Sombras' y con 30 'Caminos de servidumbre'. Con 31, en 1927, es cuando se casó con Eladia. Tuvieron 8 hijos. Escribió más novelas y ensayos. Fue funcionario de la Diputación de Cáceres y durante 20 años dirigió la revista Alcántara, hasta que se murió en 1969, con 73 años.

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–Vaya, vaya –vi que se empezaba a regodear el chispacero, mientras el compañero Caridad nos miraba atento, sin decir nada–. Eso son datos, pero hay cosas que ayudan a conocer mejor quién era de verdad Pedro Romero Mendoza.

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–¿Cómo cuáles?

–Como por ejemplo que era hijo único, y que nunca fue a la escuela, porque el primer día de clase fue tal la rabieta que tuvo que sus padres se negaron. Por eso él decía que era un periodista que jamás había escrito al dictado de nadie. Una tía suya le enseñó a leer, y comenzó a formarse en los libros. Medía 1,87 metros y fue un gran deportista, de los primeros en jugar al fútbol y sobre todo al tenis. Era un tenista excepcional. Además de intervenir en 1925 en la fundación del Ateneo de Cáceres, fue secretario de la Sociedad Filarmónica de Cáceres. Le apasionaba la música clásica, aprendió canto y era un barítono que más de una vez sorprendió cantando una salve a la Virgen de La Montaña, de la que era gran devoto. Ensayista increíble, gran erudito, asombró en 1954 cuando le premió la Real Academia Española por 'Siete ensayos sobre el Romanticismo español', una obra de referencia. Bueno y una cosa muy importante, que Pedro y Eladia, con sus hijos, vivieron en una casa muy peculiar, que estaba en el número 2 de la calle Gómez Becerra, la calle que vulgarmente se conoce como calle de La Pulmonía, porque corre por ella bastante el viento. Es ésta. –Guinea nos enseñó en su ordenador una casa como de cuento, que yo llegué a ver en pie antes de que se derribara en 1986, para levantar en el solar pisos y poner una conocida hamburguesería.

–Te está mojando la oreja –me dijo Caridad ante la sonriente cara de Guinea–. Te ha vapuleado. Que lo sepas.

La casa del número 2 de la calle Gómez Becerra en donde vivieron Eladia y Pedro con sus ocho hijos. En la imagen, en la terraza de la primera planta esta Eladia con dos hijos, otro hijo en las escaleras. En la planta baja está la mujer y la hija de José Correa. Archivo Municipal de Cáceres

Era cierto que me había ganado; pero tuve la suerte de que al poco se puso en contacto conmigo una persona amable, el hijo pequeño de Eladia y de Pedro, que ahora tiene 82 años: Juan José Romero Montesino-Espartero. Él me contó la historia de la casa de cuento, que en 1928 construyó el arquitecto Ángel Pérez, por encargo de José Correa Nieto, que tenía un comercio en la calle Pintores. «José Correa era mi tío –me dijo– La casa se llamaba 'Villa María Dolores' por su mujer. El matrimonio vivía en la planta baja con sus dos hijos, mis primos Juan José y María de los Dolores Correa Montánchez. En la planta de arriba, en régimen de alquiler, vivían mis padres con sus ocho hijos: Pedro Luis, Fernando, Juan Manuel, José Antonio, Anita, Pablo, María Emilia y yo, el más pequeño». Él señaló que el sobrenombre de la calle Gómez Becerra estaba bien puesto: «De pulmonía murió un hermano, y yo casi me muero también de pulmonía, pero me salvé porque había salido ya la penicilina». En esa casa nacieron todos los hermanos, con la desgracia de que dos murieron pequeños. «Pasamos la infancia rodeados de campo, luego se puso el Cine Capitol de Verano y ya se empezaron a construir casas». De su padre recordó que siempre estaba leyendo, «leía con una voracidad tremenda, y lo asimilaba todo. Tenía una biblioteca de 9.000 o 10.000 libros. Era un buen deportista, él y mis hermanos fueron pioneros del tenis en Cáceres, yo tengo una copa de las que ganó en una competición». También comentó la muerte por un accidente de tráfico de su padre: «Por la tarde salía con el coche a leer bajo una encina en las afueras de Cáceres, muchas veces con mi madre y una tía. Cuando regresaban se les vino encima un camión cargado de sandías. Por lo visto se movió la carga y el camión se descontroló». De los ocho hijos, cuatro siguen vivos. En Barcelona vive él y su hermano Juan Manuel, que tiene 92 años; y en Madrid residen María Emilia y Ana.

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Eladia y Pedro en el Puerto de El Pico (Ávila) en 1964, cinco años antes de la muerte de él por un accidente de circulación. Página web de Pedro Romero Mendoza

Juan José se jubiló como director financiero de una empresa alemana, empezando a contar historias de su familia en el blog 'Terly extremeño en Cataluña'. Ha escrito cuatro libros de poesías, una de ellas titulada 'Gómez Becerra número 2': «No existe, ya no existe/ la antigua casa que me vio nacer./ Infausta sucumbió bajo las garras/ de la fiera y cruel excavadora./ (...) ¡Qué tristeza da el progreso/ que no respeta sentimientos/ y aplasta cual rueda de molino/ el tierno sentir de nuestras almas!/ Siete domóticos pisos,/ eléctricas persianas,/ antenas parabólicas/ y una hamburguesería americana,/ han manchado de negro mis recuerdos/ que a nado flotan angustiados/ sobre el ocre pastoso de mostaza».

Guinea se quedó de piedra cuando le conté todo esto. Caridad le indicó mientras yo sonreía: «Parece que ahora te gana el Juntaletras». Lo único que dijo el enfurruñado chispacero fue: «Esto no queda así».

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