![Alfonso XII, con el doctor Camisón, visitando a heridos en el terremoto de Granada de 1884.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/11/25/6_20231125084459-RNksxkTW6d2gYlCmbIuTjhL-758x531@Hoy.jpg)
![Alfonso XII, con el doctor Camisón, visitando a heridos en el terremoto de Granada de 1884.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/11/25/6_20231125084459-RNksxkTW6d2gYlCmbIuTjhL-758x531@Hoy.jpg)
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Si algo le envidio al compañero Caridad es su desmesurada suerte. El difunto Sanjosé le había encargado que descubriera el origen de la gran herencia que recibió en Coria el falangista Sánchez Mazas, el que salvó a Miguel Hernández de morir fusilado por Franco. ... El pobre no sabía por dónde empezar. Estábamos el pasado domingo en La Maltraviesa tomando yo una 1906 y él agua, cuando me preguntó:
–Bueno. ¿De dónde vino la herencia?
–Lo único que sé, es que la herencia se la comunicaron a Mazas en 1940. Era de una tía suya, hermana de su padre. Espera –saqué mi libreta de notas–. El padre era médico militar, se llamaba Máximo Sánchez Hernández y murió a los 15 días de nacer su único hijo.
–¿Algo más? –preguntó el compañero mientras apuntaba en una servilleta de papel el nombre que le había dado.
–A la tía le llamaban 'la Camisona', porque era familia de un tal doctor Camisón.
No pasaron ni cinco minutos cuando entró por la puerta del local el médico Eduardo Corchero. Nos saludamos. A Caridad se le debió de iluminar una luz en la cabeza y dijo.
–Oye, Eduardo. ¿Tú no sabrás quién era un tal doctor Camisón que debió de ser de la zona de Coria?
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–Cómo no voy a saberlo si nació en mi pueblo, en Villanueva de la Sierra. Fue muy famoso porque fue el médico de Alfonso XII. Si quieres saber más hay una biografía de él que escribió Telesforo Torres González –Caridad apuntaba en la arrugada servilleta mientras yo tenía la boca abierta como un bobo–. Bueno hasta otra –dijo Corchero despidiéndose.
–Dios. ¡Qué suerte tienes! –Exclamé asombrado.
–La suerte hay que buscarla. –Dijo Caridad sonriendo.
Al día siguiente ya había cogido el libro en la Biblioteca, y también convenció al fotógrafo Guinea y a Ana para que le buscaran alguna imagen del famoso médico. «Fíjate –le dijo el Chispacero– Siempre me ha llamado la atención una foto del libro 'La fotografía en Extremadura' en la que se ve a Alfonso XII en una barquita cazando patos en Coria. Igual venía a esta zona por su médico». Guinea se enfrascó en la búsqueda y el miércoles nos vino con una foto de Alfonso XII con numerosas personas visitando a heridos de un terremoto en Granada. «Esta foto –indicó–, está tomada el 13 de enero de 1885. El terremoto fue el 25 de diciembre de 1884 y se calcula que murieron más de 1.200 personas. La imagen está movida, pero al lado del Rey está el doctor Camisón, con su gorro militar y su peculiar perilla». Miré la foto y dudé, «las caras están movidas». «Es él –afirmó Guinea– Y... ¿Por qué lo sé tan seguro? Porque el dibujante Comba estaba allí, y publicó un dibujo de Alfonso XII con el doctor Camisón donando un botiquín para atender a los heridos». Nos enseñó el dibujo y allí aparecía el médico con la gorra y la perilla. Ana también señaló que Camisón aparecía claramente en la primera versión del cuadro 'El último beso' de Benlliure, en el que se muestra a las infantas despidiéndose de su padre muerto. «Camisón –señaló Ana– estuvo todo el tiempo con él en su agonía. Le administró la morfina para que dejara de sufrir, y cuando murió, él y la reina fueron los únicos que lavaron y prepararon el cadáver».
Caridad estaba tan contento que el jueves por la noche nos invitó a cenar en La Casa del Sol, citando para los postres al difunto. Tomamos unas croquetas de torta del Casar con nueces y mermelada, tartar de salmón con mango y aguacate, pulpo a la brasa con patatas revolconas, y presa ibérica con berenjenas y setas glaseadas.
–Bueno ¿De dónde vino la herencia? –Escuchamos de pronto al difunto, que había aparecido a nuestro lado al salir de una esquina.
–Vamos allá –dijo Caridad que sacó unos folios y las imágenes del médico–. La herencia vino de Laureano García Camisón y Domínguez, que nació en Villanueva de la Sierra en 1836. Para entender lo de la herencia hay que explicar que su padre Juan, boticario del pueblo, se casó al poco de nacer Laureano con su madre, que era viuda y llevó al matrimonio tres hijos: Rafael, Juana y Petra. Al casarse, el padre tenía 57 años y la madre 33. Cuando Laureano tenía 6 años murió la madre y a los 16 su padre. El hermanastro Rafael fue entonces quien se esforzó para pagarle a nuestro Laureano la carrera de médico.
–¡Vaya lío! –se quejó Guinea.
–No. Ya está –siguió Caridad seguro de sí mismo–. Nuestro Laureano se hizo médico militar y era una eminencia como cirujano. Fue médico de dos reyes: Amadeo I y Alfonso XII. Tenía consulta privada con la mejor clientela y empezó a ganar mucho dinero. Con Alfonso XII se enfadó bastante porque tenía tuberculosis, le aconsejó descansar, pero seguía con sus correrías nocturnas, con sus amantes, la mayoría cantantes. Con una tuvo dos hijos. Dos días antes de morir el rey le dijo al embajador alemán: «He quemado la vela por los dos extremos. No es posible divertirse toda la noche. No lo volveré a hacer en el futuro».
–Jaja –se rio Ana–. Como me recuerda a la famosa frase del Emérito: 'Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir».
–Alfonso XII se murió el 25 de noviembre de 1885, –continuó Caridad –. Le faltaban 3 días para cumplir 28 años. Camisón aseguraba que si le hubiera hecho caso podía vivir varios años más. Nuestro Laureano dejó de ser médico de reyes y se centró en su tierra. En 1887 compró al duque de Alba el castillo, el castillejo y una casa-palacio en Coria, y 4.000 hectáreas en fincas de Coria, Portaje, Torrejoncillo y Pescueza. El doctor Camisón se murió en 1910 soltero, sin hijos, y dejó su herencia a su sobrina predilecta, la que le cuidaba. Esa era Julia, hija de su hermanastro Rafael. En 1912 Julia se casa, con 56 años, con el teniente coronel Víctor Masides, de 42. Él se muere en 1935 y Julia en 1940 con 84 años, dejando una gran herencia a su sobrino Rafael Sánchez Mazas.
El difunto asintió satisfecho y me dijo: «Aprende». «Hombre. No me jorobes. –Protesté–. Si éste lo que tiene es más suerte que otra cosa». Caridad me miró y dijo todo serio: «Al saber le llaman suerte».
¡Hay que jorobarse!
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