El mal estado obligó a vallar la fachada y causó la marcha del Lizarrán al no poder sacar la terraza

En el mes de agosto, siete meses después del vallado, el equipo de Rafael Mateos, recién llegado al gobierno municipal, anunció que arreglaría la fachada y que pasaría la factura a los dueños. Víctor Bazo, entonces alcalde en funciones, indicó que había un informe técnico de septiembre de 2019 que valoraba en casi 11.000 euros el coste de la restauración de la fachada.

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Pero, a día de hoy, el inmueble sigue tal cual y el Ayuntamiento no ha intervenido de momento.

Uno de los mayores damnificados por el mal estado del inmueble y por el cordón de seguridad policial fue el restaurante que había justo al lado, Lizarrán, cuya terraza se situaba delante de la fachada deteriorada. Tras acordonar la Policía la zona, el empresario no pudo volver a sacar los veladores. «Nos hemos encontrado de repente con esto y es un problema serio. La terraza es un 40 por ciento de las ventas. No descarto que nos veamos obligados a cerrar», declaró el propietario del establecimiento, Jorge Gómez, a este diario hace justo un año.

Finalmente, el restaurante cerró y se marchó de una zona que acumula numerosos locales vacíos a pesar de ser el principal eje comercial del casco viejo. Lizarrán se trasladó a la calle Obispo Ciriaco Benavente.

«El cese de la actividad en esta zona ha estado motivado, en parte, por este hecho», detalló Víctor Bazo sobre Lizarrán y el inmueble en mal estado de la esquina de Moret y Pintores.